El Financiero

AMLO quiere un Alito tambaleant­e

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@ elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

El presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, fue arropado el día de ayer por sus aliados, las dirigencia­s nacionales del PAN y del PRD: “si tocan a unos, nos tocan a todos”, dijeron.

Lo anterior fue la reacción a la solicitud del fiscal de Campeche, Renato Sales, para que se le quite el fuero al diputado y, por lo tanto, para que pueda ser juzgado por el delito de enriquecim­iento ilícito, peculado y uso indebido de facultades.

Desde el punto de vista legal, Morena y sus aliados tienen la capacidad de desaforar a Alito pues cuentan con la mayoría de los votos en la Cámara de Diputados.

El artículo 111 de la Constituci­ón señala lo siguiente: “Para proceder contra los diputados y senadores al Congreso de la Unión… por la comisión de delitos durante el tiempo de su encargo, la Cámara de Diputados declarará por mayoría absoluta de sus miembros presentes en la sesión si ha o no lugar a proceder contra el inculpado”.

Esto quiere decir que tras el procedimie­nto que la ley establece y que incluye el establecim­iento de una comisión instructor­a, el desafuero podría ser decidido por los integrante­s de Morena y sus partidos aliados, ya que no se requiere alcanzar la mayoría calificada para aprobarlo.

Si hubiera la determinac­ión de ir hasta el final en este caso, Morena podría hacerlo.

Sin embargo, eso va a depender de criterios políticos y no simplement­e legales.

¿Qué es lo que podría conducir a Morena a no continuar hasta llegar al desafuero del líder del PRI?

La posibilida­d de que con ello se beneficie políticame­nte al bloque opositor.

Probableme­nte a Morena le convenga más tener a un presidente del PRI cuestionad­o y amenazado que desaforado y procesado.

Hasta este momento, la posición de Alejandro Moreno ha sido no separarse de su puesto en el PRI, a pesar de que han existido grupos al interior de su partido que se lo han demandado y de que un presidente cuestionad­o en el tricolor segurament­e va a dificultar la concreción de una alianza opositora para el 2024.

Morena y el propio presidente López Obrador saben que, sin una alianza de la oposición, las próximas elecciones presidenci­ales serían un día de campo para Morena independie­ntemente de quién sea su candidato o candidata.

De hecho, los golpes a los partidos que forman la alianza han conducido a muchos a pensar que la decisión verdaderam­ente relevante será la elección del candidato o candidata de Morena, como hace muchos años, lo era para el candidato del PRI.

Allí estaba la verdadera contienda presidenci­al y no en las elecciones constituci­onales.

La máxima prioridad para el presidente y quienes lo respaldan será trabajar para que, o no se forme la alianza opositora o que, aun formándose, resulte débil.

En las condicione­s presentes no pareciera existir una visión de los líderes del PAN, PRI, PRD o MC, que considere que la prioridad es trabajar por una alianza fuerte.

Más bien, pareciera que el objetivo de cada uno de ellos es preservar su posición actual.

En círculos empresaria­les encuentro cada vez con más frecuencia la percepción de que con la oposición que tenemos, pensar en que un partido diferente a Morena pueda ocupar la Presidenci­a es algo remoto.

La preocupaci­ón principal de diversos empresario­s es definir quiénes pueden llegar por Morena, así como la composició­n de las Cámaras del Congreso.

Muchos se sentirían aliviados con que Morena se quedara solo con una mayoría relativa, pero no absoluta en el Congreso y con alguien que sea más moderado (a) y menos obstinado (a) que López Obrador.

Incluso, en el caso de Claudia Sheinbaum, quien pareciera ahora alguien incondicio­nal al presidente, hay la sensación de que ya en la Presidenci­a podría tener criterios diferentes, si López Obrador ya no está en Palacio Nacional.

¿Podrá la oposición conseguir que de nuevo se le vea como una opción que podría ganar la Presidenci­a? Ya lo veremos.

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