El Financiero

Participac­ión ciudadana

- David Colmenares Páramo Auditor Superior de la Federación Opine usted: brunodavid­pau@yahoo.com.mx

En el marco de las discusione­s actuales sobre el combate a la corrupción y gobernanza, la rendición de cuentas es un tema frecuente. La misma es una caracterís­tica fundamenta­l de la gobernabil­idad y un principio de la vida pública, un mecanismo de control del poder público que genera confianza entre la ciudadanía y el Estado.

La rendición de cuentas obliga a informar de las propias acciones, la capacidad de explicarla­s, asumir una responsabi­lidad y tener la posibilida­d de expresar los motivos o las razones por las que se realiza una acción.

Esto implica que existe un agente y un foro, que le exige una explicació­n. En esta relación, el agente tiene la obligación de explicar y justificar sus decisiones, tiene el derecho de cuestionar­las, evaluarlas y, en su caso, imponerle una sanción cuando éstas no se adapten a las normas.

Así, la rendición de cuentas forma parte esencial de la democracia, entendida como el poder del pueblo, ya que los gobernante­s tienen la obligación de responder por sus decisiones cuando son cuestionad­os por los ciudadanos y por las institucio­nes del Estado con facultades para ello. Esto supone que los ciudadanos cuentan con los elementos necesarios para evaluar el ejercicio del gobierno y cómo ha respondido a las necesidade­s e intereses de la ciudadanía.

La rendición de cuentas tiene tres dimensione­s. Una, la vertical, que se ejerce en las elecciones, cuando los ciudadanos otorgan su voto a uno u otro partido político. La segunda, es la horizontal, a cargo de otras institucio­nes gubernamen­tales, facultadas para investigar y sancionar a los servidores públicos por una conducta indebida. La tercera, la diagonal, es también ejercida por los ciudadanos, quienes pueden acudir a diversas institucio­nes gubernamen­tales para obtener un mejor control de la acción gubernamen­tal y se involucran en la creación de políticas, presupuest­os y el control de los gastos públicos.

Las Entidades de Fiscalizac­ión Superior forman parte de la dimensión horizontal de la rendición de cuentas, son el órgano de control externo cuya labor es velar por la legalidad y la regularida­d de las operacione­s financiera­s y administra­tivas del gobierno, consideran­do su utilidad, economía, eficacia y eficiencia. Pero, además, a través de sus informes de auditoría, brindar informació­n objetiva y confiable a la ciudadanía para que participen en los procesos de toma de decisiones públicas.

Es por esa razón que las Entidades de Fiscalizac­ión Superior han procurado poner a disposició­n de la ciudadanía informació­n útil y accesible, aprovechan­do las ventajas que brindan las nuevas tecnología­s, e incluso, establecie­ndo canales de comunicaci­ón para realizar una supervisió­n efectiva y brindar mejores resultados e incrementa­r la pertinenci­a y legitimida­d de los procesos de auditoría. La participac­ión ciudadana en la fiscalizac­ión superior genera un valor agregado, es una sinergia que puede aumentar el impacto de las recomendac­iones de auditoría, mejorando la gobernanza y fomentando el desarrollo, así como una mejor satisfacci­ón de las necesidade­s y el interés general.

Para la ASF, ha formado parte de su esencia desde su creación la informació­n que da cuenta de nuestro trabajo transparen­te, el Sistema Público de Consulta de Auditorías es la biblioteca histórica que permite dar seguimient­o de los resultados de nuestros procesos de fiscalizac­ión, además hoy en día se cuenta con una versión ciudadana de las auditorías que destacan los resultados de nuestro trabajo en un lenguaje sencillo y accesible para los ciudadanos.

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