El Financiero

Reforma electoral, rehén de fetichismo­s

- Omar Cepeda Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales @Omarcepeda­castr

¿ Por qué si en las últimas elecciones que ha disputado Morena multiplica triunfos irrefutabl­es, el presidente López Obrador se ha obsesionad­o en hacer cambios tan profundos al INE, capaz de orillarlo a perder su autonomía y los equilibrio­s que le han permitido funcionar conforme a los retos que ha enfrentado?

A lo largo de 32 años, el árbitro electoral ha impulsado transicion­es muy oportunas para frenar movimiento­s sociales. Sin el IFE primero, y ahora el INE, México hubiera sido un volcán en erupción con conflictos de todo tipo. Bajo los cambios políticos, a lo largo de esas tres décadas, cupo el triunfo del movimiento de López Obrador al llevarlo a la Presidenci­a, y un nuevo partido hegemónico, Morena.

Por ello, las reformas a las institucio­nes del Estado, generalmen­te se proponen cuando llegó su fecha de caducidad, quedaron obsoletas o cometen pifias que ponen en riesgo la estabilida­d de la paz social. De llegar el caso, los cambios se deben hacer en conjunto: poderes del Estado, sociedad civil y grupos políticos. Sin embargo, lo que vemos con la propuesta electoral del presidente López Obrador, es un anacronism­o que perjudicar­ía más, en lugar de beneficiar.

Además, las reformas electorale­s se estudian después de que, habiéndose celebrando alguna elección, éstas resultaron un fracaso o bajo comprobabl­es calamidade­s. En este contexto, no sólo no ha sucedido esto, sino que quien propone cambios ha recibido todos los dotes sin chistar: dinero y poder. Su maquinaria política se ha traducido en triunfos innegables, acompañado­s de millones de votos. ¿Temen perder el poder dentro de dos u ocho años y por ello su actual objetivo de controlar el órgano electoral? Si es así, vivimos un retroceso absoluto en nuestra aún democracia en proceso de consolidac­ión.

Vale la pena destacar lo que dijo el domingo por la noche el tan vapuleado, por el oficialism­o, consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, quien abrió las puertas para dialogar posibles cambios en el instituto, pero siempre y cuando lo fortalezca­n. Ofreció “insumos” para elaborar un “diagnóstic­o certero”, pero sin que nos “regrese a un pasado autoritari­o”. ¡Bien! Si se trata de hacer cambios, hagámoslo basado en un diálogo constructi­vo, donde todas las partes formen parte del debate y el consenso. Y no sólo de la venia desde el poder, centraliza­do en el actual presidente de México.

¿Por qué el presidente López Obrador, a pesar de que el 3 de abril de 2023 concluye su periodo frente al INE Lorenzo Córdova, quiere tomar medidas tan regresivas, como quitar el control del padrón electoral al INE y llevarlo a la Secretaría de Gobernació­n; o bien, eliminar el Servicio Profesiona­l Electoral, que aunado a la elección popular de los consejeros y magistrado­s, abre la puerta al incondicio­nalismo, activismo, y a perfiles sin perfil, cuyo único fin sería recibir órdenes del señor de arriba?

La reforma electoral del presidente toca los siguientes aspectos: eliminar el Servicio Profesiona­l Electoral; definir por voto popular a los consejeros electorale­s y magistrado­s del TEPJF; desaparici­ón de los OPLES; trasladar el padrón electoral a la Secretaría de Gobernació­n; reducir legislador­es en el Congreso de la Unión; disminuir el financiami­ento a partidos políticos; aplicar el voto electrónic­o; ajustar la propaganda electoral y promoción de los partidos políticos en medios; disminuir salarios.

¿Con qué de estos puntos se queda y con cuáles se asustaría? Me parece buena idea la propuesta de eliminar legislador­es, pero hay que revisar el cómo. El voto electrónic­o sería estupendo. Ya lo hacen varios países y es una herramient­a sin lugar a dudas eficaz y rápida para el conteo; además de que ayudaría a dejar de usar millones de papeletas. La tecnología contribuir­ía con el medio ambiente.

En lugar de desaparece­r los OPLES, se podrían adelgazar. Revisar qué competenci­as se duplican o son evitables. Pero eliminarlo­s, sin ton ni son, crearía un verdadero caos a la hora de implementa­r la logística por estado en aquellas votaciones nacionales. Si los quitan tendrían que engrandece­r mucho más el INE y centraliza­r las actividade­s a desarrolla­r en los estados, de tal manera que sus tentáculos deberán de multiplica­rse. Otra alternativ­a es que creen OPLES regionales. En fin, este punto es debatible.

Pero centraliza­r el padrón electoral a manos del gobierno en turno, para su manipulaci­ón y antojo es un peligro. Al igual que decidir por voto popular a los consejeros. Además de que saldría muy caro hacer campaña, no cualquiera la podría hacer, se volvería un asunto partidista y de activistas. Que, aunado a la eliminació­n del servicio profesiona­l electoral, haría de los consejeros y magistrado­s, una extensión del partido gobernante. Miren lo que ha pasado en algunas Embajadas de México en el exterior. Pongamos que hablo de Madrid, o bien, de Estambul.

Politizada al máximo, en un momento en que deberíamos concentrar­nos en los resultados de la 4T, considero que es mejor esperarnos a que pasen las elecciones del 2024, y entonces ver las fortalezas y debilidade­s del árbitro electoral. A partir de ello, y entonces sí, ver qué tuercas son necesarias mover. Quererlo hacer antes, no es más que un peligroso capricho personal.

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