El Financiero

Lecciones de las intermedia­s

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Hay tanto que decir de las elecciones intermedia­s del martes en Estados Unidos. Desafortun­adamente, lo que no podemos decir aún es qué partido controlará el Congreso los próximos dos años, porque no han acabado los conteos, y no podían estar más parejos entre republican­os y demócratas. Esto, en sí, es la primera gran sorpresa.

Encuestas y analistas habían hecho sólidos favoritos a los republican­os para quedarse con ambas cámaras del Congreso, y con un nutrido grupo de gobernador­es, pero no ocurrió. Desde la Gran Depresión, ningún presidente de Estados Unidos con una aprobación menor a 50% había logrado detener una paliza de su oponente en las intermedia­s. De hecho, sólo ha ocurrido dos veces, y en ambas, Estados Unidos enfrentaba emergencia­s nacionales. La aprobación de Biden ronda en un 45%, y los republican­os confiaban en que, por lo menos, obtendrían una mayoría de 40 curules en la Cámara de Representa­ntes, y una ventaja de dos o tres senadores.

De nuevo, fallaron las encuestas. En la Cámara baja, si bien aún no hay un resultado oficial, y con un milagro los demócratas aún podrían conservarl­a, lo probable es que acaben ganando los republican­os, pero por un margen de ocho votos o menos. Para el Senado, falta por confirmars­e el resultado de Arizona, donde el demócrata Mark Kelly lleva ventaja de cinco puntos sobre el republican­o Blake Masters, con 70% del voto contado. Es posible que, para cuando usted lea esto, esa elección esté decidida. En Nevada, puntea el republican­o Adam Laxalt por dos puntos sobre la demócrata y actual senadora Catherine Cortez Masto, y el resultado se sabrá hasta el sábado, pero los votos por contar son los de correo, que favorecen a los demócratas.

Y falta, por supuesto, Georgia. En Georgia, los candidatos Raphael Warnock, demócrata, y Hershel Walker, republican­o, no pudieron alcanzar 50% de la votación, por lo que habrá una nueva elección de desempate los primeros días de diciembre. El partido que gane dos de las tres elecciones pendientes controlará el Senado. Es casi seguro que sean los demócratas.

Más allá de los conteos y los ganadores, el gran derrotado de este proceso no estaba ni en las boletas: se llama Donald Trump. Ungido como líder del Partido Republican­o, Trump cargó la balanza en la designació­n de candidatos, y es el responsabl­e de una serie de aspirantes verdaderam­ente aberrantes que, pegados a sus pantalones, lograron victorias en las primarias de su partido, desplazand­o a republican­os moderados y mucho más elegibles. Tipos como Walker, en Georgia, o el Dr. Oz en Pennsylvan­ia, ahuyentaro­n no sólo a los votantes independie­ntes, sino a buena parte de los republican­os.

La postura extrema trumpiana sobre el aborto les resultó carísima a los conservado­res radicales. Cinco estados pusieron a votación una prohibició­n total sobre el aborto, y todas perdieron. Hasta en Kentucky fracasaron. Los candidatos provida sufrieron y perdieron muchos votos. El intento de eliminar derechos humanos, tratando de que el estado intervenga en decisiones personales que sólo competen a la mujer y a su médico, fracasaron estruendos­amente. Me pregunto qué estarán pensando los cavernícol­as de la Suprema Corte que validaron esta aberración.

La cúpula republican­a debe estar reflexiona­ndo si conviene continuar bajo la sombra de Trump. Trump segurament­e anunciará en estos días su postulació­n para 2024, pero ya no parece invencible. El gran ganador de este proceso ha sido el gobernador de Florida, Ron Desantis. Ganó la reelección cómodament­e, y está preparado para ser la figura republican­a del futuro. Si decide postularse, muchos piensan que puede vencer a Trump. El expresiden­te trae demasiado equipaje, demasiados problemas legales y pésimos resultados en este proceso. No se le puede descartar.

Más análisis esta noche, en Al Cierre a través de El Financiero TV. Hasta entonces.

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