Ideología vs. Inversión
Hará falta un análisis profundo sobre de los motivos por los que segmentos de la iniciativa privada no aprovechan las oportunidades que ofrece la economía nacional, situada en un inusual equilibrio y con señales de estabilidad para los siguientes años.
Apenas ayer, el tipo de cambio cotizó en márgenes previos a la pandemia, mientras que los indicadores de inflación (una leve baja) y de empleo formal (alzas consecutivas e históricas), entre otros factores no tan de coyuntura, reflejan un estado sólido de las finanzas públicas y un comportamiento económico que no correspondería con el estado financiero mundial, afectado por la inflación desatada por la guerra en Ucrania y lo estragos de las medidas que se tomaron para enfrentar en un inicio a la pandemia.
Hubo, en pocas palabras, una política anticíclica que respondió más a decisiones prácticas dentro de la emergencia que a la ortodoxia que mandaba un escenario para el que se preparaban instituciones, gobiernos y organismos internacionales, pero que resultó que nunca practicaron lo suficiente para enfrentarlo en los hechos.
Esto no quiere decir que México es ajeno a las condiciones de la economía mundial, solo que, por ejemplo, el mayor porcentaje de la inflación que nos aqueja es producida por un reacomodo internacional que poco, o nada, tiene que ver con nosotros, salvo por la oportunidad de convertirnos en el proveedor cercano de los Estados Unidos, derrumbando la hegemonía de China en este papel; el cual no perderá, pero tendrá que enfocarse de otra forma ante una realidad: quien tenga las cadenas de suministro a menor distancia y le añada valor agregado a los bienes y servicios, crecerá en esta nueva época.
Las palabras del ingeniero Carlos Slim Helú, en un evento reciente, parecen confirmar el momento oportuno para apostar por el país y, sin embargo, la sensación de que la iniciativa privada nacional está perdiendo tiempo otra vez se mantiene.
Los motivos pueden ser variados, pero los números contradicen la cautela, más cuando se observan a la distancia de estos dos años y a la luz de la salida de la crisis sanitaria. Tal vez, sectores económicos estuvieron demasiado acostumbrados a los rendimientos casi inmediatos, vía la inversión pública, o han construido sus ganancias sobre la base de las comisiones y no del crédito, como ocurre con el sector bancario.
Otra explicación, que iría en sentido contrario a la naturaleza de los negocios, es una postura ideológica que simplemente hace que no se invierta porque no existen las supuestas facilidades que se tenían en el pasado y tampoco se comparten las políticas públicas de la actual administración.
Eso sería, por decir lo menos, un gran error. Muchas compañías internacionales están aprovechando las ventajas de la economía mexicana y están ubicando sus operaciones de corto y mediano plazos en el país, con los análisis en la mano que dejan claro la posición estratégica que tiene nuestra nación en el continente y en el mundo.
La conclusión del Tren Interoceánico, el aumento de producción de combustibles, la deuda en niveles manejables y el eventual descenso de los precios, harán todavía más conveniente la ampliación de capital, de instalaciones y de proyectos, además de formar cadenas de valor que podrían dejar a la maquila en un segundo o tercer lugar como modelo de empresa y de trabajo, uno que durante tanto tiempo dio sentido a la idea de que la economía mexicana solo podía destacar en el ensamblaje de mercancías.
Ya no. El mercado interno empieza a tomar forma y la eventual consolidación de obras, programas sociales y proyectos darían un impulso a una nueva administración pública que no había existido en los últimos cuatro sexenios.
Sería oportuno que el sector privado nacional revisara su posición acerca de lo que representa en nuestra sociedad y alejara un posible fundamento ideológico para enfocarse en la regla más importante de la economía y de los negocios, cuando hay condiciones de ganar, se invierte todo lo que se puede; si no se tienen condiciones, solo se invierte.
Posdata: el Banco de México decidió subir otros 75 puntos la tasa de interés de referencia y ubicarla en la frontera de los dos dígitos, continuando con la decisión tomada por la Reserva Federal de los Estados Unidos. En otra colaboración compartí que había posibilidades de que se tomara otro rumbo, lo que no sucedió. Esperemos a revisar las minutas y los argumentos que las y los integrantes de la Junta de Gobierno pusieron sobre la mesa, para saber si lo que estamos viviendo es el inicio de una nueva etapa de política pública que todavía no termina de cobrar forma o la persistencia de un modelo económico que todavía no está dispuesto a irse del todo.