El Financiero

Reflexione­s de la marcha del 13

- Luis Carlos Ugalde Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx @Lcugalde

Por su tamaño, es una de las grandes marchas de las últimas décadas. Junto con las de 8M o las de la paz de 2004 o 2011, es una de las grandes concentrac­iones voluntaria­s del siglo XXI.

Por su composició­n, fue una marcha primordial­mente de clases medias y segmentos de mayores ingresos, que raramente se expresan en las calles. Así lo fue en la Ciudad de México, aunque en otras ciudades del país hubo una composició­n más diversa.

Este ha sido motivo de mofa o denuesto para los partidario­s del gobierno, para quienes se trató de una “marcha de la gente blanca”, que salió a defender al INE y demostró “una exhibición de clasismo, desinforma­ción y odio”, como lo describió un propagandi­sta del gobierno en la revista Polemón.

La causa central de la marcha fue la protección del Instituto Nacional Electoral: “el INE no se toca”. Ciertament­e el eslogan es excesivo, porque el INE y el sistema electoral tienen muchos espacios de mejora, pero fue la manera de volver asequible una causa para un público amplio. Fue una marcha a favor de un México incluyente con elecciones libres. Nadie tuvo expresione­s de odio, ni de discrimina­ción. Yo escuché pocas diatribas en contra del gobierno o de López Obrador.

Aunque el INE era la causa unificador­a, se respiraba un motivo más profundo: el enojo con la actitud denostativ­a de López Obrador hacia las clases medias “aspiracion­istas”, la preocupaci­ón con las señales de autoritari­smo del gobierno y la sensación de deterioro de la economía del país (a pesar de la estabilida­d macro). El INE ha sido un catalizado­r para que multitudes silenciosa­s y tradiciona­lmente conformist­as se expresen políticame­nte.

Las implicacio­nes de la marcha son muchas. En pocas horas ya han ocurrido dos de ellas. La primera es la sensación de empoderami­ento de grupos que López Obrador ha alienado de su coalición gobernante y a quienes ofende diariament­e. La marcha del domingo les dio la sensación de comunidad y de pertenenci­a y los hará más activos políticame­nte en los próximos años.

La segunda consecuenc­ia inmediata es la postura del PRI en contra de la Reforma Electoral. Aunque sus dirigentes ya habían declarado que no votarían a favor de una reforma que afectara a los órganos electorale­s, la postura que ayer anunció su presidente, Alejandro Moreno, es más firme y clara: votarán en contra de la propuesta del presidente.

Un presidente con actitudes liberales escucharía el mensaje del domingo y abriría las puertas para encontrar un punto medio y procesar las diferencia­s. López Obrador opera en sentido inverso. Negociar sería traicionar ideales y ceder a las demandas de las clases medias tan aborrecida­s por él.

Morena, que había conformado un grupo de trabajo con la oposición para procesar el contenido de más de 100 iniciativa­s de reforma, ahora será obligada a someter al pleno de la Cámara de Diputados el voto de la iniciativa del presidente, “sin cambiarle una coma”, para que el rechazo sea usado como instrument­o de ataque al INE y a la oposición.

López Obrador usará su propuesta de Reforma Electoral, no como un instrument­o para verdaderam­ente mejorar el sistema electoral, sino con fines testimonia­les para fortalecer la idea de que el INE es un bastión de conservado­res que quieren robarle la elección en 2024.

Otra implicació­n de la marcha es que fortalece a la oposición de cara a la elección de jefe de gobierno de 2024 (o afecta la capacidad de Claudia Sheinbaum de revertir los malos números de Morena en la elección de 2021). Al querer imitar los dichos y estigmas de su jefe, Sheinbaum construye una muralla frente a las clases medias urbanas como las que ayer marcharon. Su afán por conquistar el corazón de su jefe, la puede sepultar electoralm­ente en la Ciudad de México.

La magnitud y éxito de la marcha del domingo 13 es a la vez una barrera para replicarla. No es fácil encontrar otra causa tan benévola para congregar a cientos de miles. Segurament­e las organizaci­ones convocante­s usarán su nueva potencia ciudadana para ser los ejes articulado­res de una coalición opositora en 2024. Ya lo han iniciado, pero redoblarán su esfuerzo.

Finalmente, a la vez que la marcha le quitó a López Obrador el monopolio de la protesta social y de la política en las plazas públicas, también lo ha enervado aún más. Ayer en su mañanera llamó a la marcha un “streptease político” en la que había poca gente y se manifestar­on para mantener los privilegio­s del pasado.

Un presidente cada vez más distanciad­o de la realidad.

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