La marcha en rosa
El presidente López Obrador, en la mañanera del lunes, no podía disimular sus ansias para desacreditar la marcha del domingo a favor del INE. Su estrategia fue atacar a los líderes políticos de oposición, a la iglesia, a los intelectuales, es decir, a los visibles de los cientos de miles de ciudadanos que colmaron la avenida más simbólica del país.
Pero nunca habló de la sociedad civil, que libremente, sin acarreo ni afiliación política salió a marchar. Por fortuna, los manifestantes, de rosa y blanco, rebasaron por mucho el protagonismo que la clase política quiso aprovechar.
Fueron los grandes triunfadores en esta jornada de libertad de expresión, que dio un manotazo al monólogo presidencial y a un gobierno obsesionado en concentrar poder, y que, hasta el momento, no había visto contrapesos claros. El fin de semana, en todo el país, se vio uno muy bien definido: el de la clase media.
Fue evidente el vacío que hizo la sociedad marchante a una oposición desesperada por adquirir reflectores. Incluso, el importante discurso de José Woldenberg quedó a la deriva, no por su falta de valía, sino porque la gente, mucho tiempo después de que el expresidente del IFE concluyera, seguía llegando, seguía gritando consignas, seguía abarrotando las avenidas. La multitudinaria mayoría quería hacerse notar, ser escuchada, sin partidos ni liderazgos. Y eso lo debe entender el gobierno, fuera de toda fobia.
Sí, en su mayoría era clase media. Un sector de la población que ha quedado atrapado entre los discursos y las realidades. En los discursos por sentirse constantemente diferenciados: fifís, conservadores, aspiracioncitas, etc. En los hechos, porque los actos de gobierno, el asistencialismo, han sido destinados exclusivamente a los más pobres, a los más ricos o al Ejército. La clase media ha sido una de las perdedoras en estos cuatro años de gobierno.
“La multitudinaria mayoría quería hacerse notar, ser escuchada, sin partidos ni liderazgos. Y eso debe entender el gobierno”
“Ganó la democracia y se impuso el derecho a la manifestación, incluso por aquellos que antes no salían a las calles”
El presidente seleccionó algunos videos de la marcha que transmitió en la mañanera del lunes. Eligió de forma propagandística y provocadora el de una mujer adulta mayor que con groserías delirantes, lascivas e irracionales le insultaba. Pero no quiso mostrar, por ejemplo, a la diputada por Morena, María Clemente, quien confrontó a mujeres que marchaban de forma pacífica sobre Paseo de la Reforma, de igual manera con agravios reprobables.
Por fortuna, este tipo de sucesos fueron aislados. No obstante, la narrativa presidencial, en lugar de reconocer a una sociedad civil crítica, y a la cual también gobierna, está buscando desacreditarlos, minimizarlos u olvidarlos.
También hubo un grupo de defensores del presidente en la glorieta de Cuitláhuac, unas 30 personas (quizá Martí Batres contó 5 mil, según sus métodos) gritando consignas a favor de la reforma electoral del presidente López Obrador. Sólo hubo intercambio de miradas entre la marea humana que pasaba sobre el pequeño grupo asombrado del río rosa y blanco.
Llamó la atención que la gente increpara al líder nacional del PRI, Alito Moreno, porque reflejó que los cientos de miles de mexicanas y mexicanos que salieron a las calles el domingo en todo el país, no fue resultado de la convocatoria de un partido o en apoyo a alguno. Se trató de un contrapeso ciudadano, válido, a favor de la democracia, y sí, seguramente contra muchas medidas adoptadas por la 4T.
El momento climático fue cuando en dos ocasiones se entonó el Himno Nacional Mexicano, con algarabía y llanto.
La sociedad mexicana ganó. Ganó la democracia y se impuso el derecho a la manifestación, incluso por aquellos que antes no salían a las calles. López Obrador deberá asumir que su discurso confrontativo, lleno de calificativos sin sustentos, y que dirige hacia destinatarios como Woldenberg y Bartra (no se diga a expresidentes, empresarios, periodistas y líderes de partidos de oposición) no va a disuadir a esa clase media que resiente diversas crisis.
Es paradójico que, en la Ciudad de México, centro donde se consolidó la izquierda, ahora que un presidente se autodenomina bajo esa corriente política, se estén buscando nuevos liderazgos que los represente.
La capital de México, con una jefa de Gobierno mimetizada con el presidente, ve perder aquella identidad de izquierda, que se consolidó primero cuando llegó Cuauhtémoc Cárdenas, y después López Obrador. Ahora, el centro del país está en crisis ideológica, dividido y dispuesto a seguir manifestándose.
De seguir así, en 2024 se prevé una derrota de Morena en la Ciudad de México. Ya sufrió un descalabro importante en las pasadas intermedias, y esta marcha es una premonición de que la ciudadanía ya no aceptará cualquier candidato o candidata que predique los mandamientos del actual presidente. O Morena se mueve al terreno de la moderación, o el voto útil se irá a quien sea que encabece la oposición.