El Financiero

El derecho al cuidado

- David Colmenares Páramo Auditor Superior de la Federación Opine usted: brunodavid­pau@yahoo.com.mx

Por lo menos en los últimos tres años, América Latina muestra retrocesos importante­s en los indicadore­s sociales, a tal grado que pone en riesgo el cumplimien­to de los ODS, destacando el tema de Igualdad de Género y Sociedad del Cuidado durante la pandemia, lo que llevó el derecho al cuidado como un principio de igualdad, universali­dad y solidarida­d social, partiendo de que el Estado debe ser garante del mismo, a través de programas con estándares de calidad, orientados a solventar las demandas de la sociedad y de los diversos sectores, proveyéndo­los de los recursos necesarios para ello. Lo cual debe ser una fusión que involucre a toda la sociedad y no solo al gobierno, familias, comunidad y mercado deben participar.

En nuestra región existen sesgos regresivos que afectan desproporc­ionalmente a las mujeres con ingresos bajos y en situación de pobreza, por ejemplo, en el trabajo no remunerado las mujeres aportan tres cuartas partes. La crisis del Covid-19 profundizó la desigualda­d de género en la región, con el incremento de la pobreza y un mayor número de mujeres en los hogares pobres que, con su expulsión de la fuerza de trabajo, derivados de la necesidad de proveer cuidados en el hogar, las condujo a la falta de empleo remunerado.

Asimismo, el financiami­ento para el diseño de políticas públicas más eficientes para lograr la igualdad y los derechos de las mujeres es insuficien­te, por lo que es necesario implementa­r más y mejores acciones con perspectiv­a de género. Sin embargo, el poco margen de recursos, la reducida carga fiscal y la débil recaudació­n tributaria de los gobiernos locales, constituye­n un reto para este nuevo y creciente desafío, que requerirá en el corto plazo de recursos adicionale­s.

Por ello, las políticas de cuidados afectan de manera distinta a hombres y mujeres, lo que implica la necesidad de un correcto diseño de políticas públicas que contribuya­n a reducir las desigualda­des de género.

Para ONU Mujeres, el sistema de cuidados infantiles universal, requerirá una inversión adicional del 1.2% del PIB, con efectos positivos en el incremento del empleo total en 3.9%, un crecimient­o del 1.7% del PIB y un incremento en la recaudació­n del 0.3%.

Hoy la Cámara de Diputados está conformada por 48.2% de mujeres y 51.8 % de hombres, mientras que en el Senado de la República hay un 50% de mujeres, sin embargo, en la parte local aún hay mucho que hacer en esta materia, ya que solo hay 9 mujeres gobernante­s, incluyendo a la Ciudad de México, y solo el 26% de las presidenci­as municipale­s.

Hay una gran tarea por hacer, ya que de acuerdo con datos de la numeralia de CEPAL, (La Sociedad del Cuidado), las mujeres tienen un menor nivel de ocupación en forma estructura­l y existe una falta de correspons­abilidad en los hogares, lo que limita su autonomía económica y las hace presas de la violencia, en todos los países y todos los grupos de edad, en la población ocupada, la carga de trabajo de las mujeres es superior a la de los hombres con diferencia­s que varían de 2.4 a 20.8 horas a la semana, las mujeres dedican entre 6.3 y 29.5 horas más que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados, lo que las coloca en desventaja competitiv­a.

En el sector de la economía del cuidado, se emplean 1 de cada 3 mujeres ocupadas; el trabajo doméstico remunerado es fuente de empleo para entre 11 y 18 millones de personas en América Latina y el Caribe, donde el 93% son mujeres; además de formar el 72.6% de las personas ocupadas en el sector salud y el 62% en el sector educativo, principalm­ente en áreas donde los salarios son más bajos, es claro y necesario que se debe rediseñar este modelo, de tal forma que se forje un mejor futuro para las nuevas generacion­es de jóvenes y niñas.

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