El Financiero

Tal para cual

- Leonardo Kourchenko Opine usted: mundo@ elfinancie­ro.com.mx

Elon Musk nunca está exento de polémica. Su estilo, sus dichos, sus excentrici­dades se suman al paquete de un empresario exitoso, aventurado y con ambiciones ilimitadas.

La adquisició­n de Twitter por parte del empresario ha sido más comentada que un mundial de futbol. Primero hizo una oferta, luego se retractó; esperaba reacciones en los mercados que no no se produjeron o tardaron en llegar.

Finalmente fue “obligado” a cumplir su compromiso y adquirir la poderosa red social.

Acto seguido inició los despidos, la reestructu­ra y el anuncio de los ocho dólares por usuario para “certificar” mensajes e identidade­s. Un recurso astuto para recuperar parte de su multimillo­naria inversión.

Ahora bien, está el delicado tema de Donald Trump. Ante su campaña de desinforma­ción después de la derrota electoral en 2020, Trump perdió el privilegio del uso de Twitter, red que utilizaba esencialme­nte para difundir su catarata de mentiras, afirmacion­es dessión viadas, torcidas, manipulada­s, además de no pocos insultos y agravios a sus opositores.

Twitter entonces le retiró la cuenta bajo su política de no insulto, no agravio, no difude datos falsos. El hoy expresiden­te había utilizado la red para incendiar a sus seguidores en el inolvidabl­e ataque al Capitolio estadounid­ense (6 enero de 2021).

Trump, furibundo, anunció de inmediato el lanzamient­o de su propia red social, Truth Social, donde cuenta hoy con 4.5 millones de seguidores.

El caso es que Musk, al frente de Twitter, realizó una encuesta al interior de la propia red, que según los datos oficiales obtuvo resultados muy estrechos: 51% a favor del regreso de Trump, 48% en contra.

Así, Musk hizo a un lado un supuesto Consejo de Normas y “Moderación Editorial” y abrió la puerta a todo contenido. A horas de que Musk aplicara esta nueva política, reaparecie­ron mensajes xenófobos, sexistas, racistas y de muy diversos tonos de excesos.

Entre ellos, el propio Trump. Antes de haber sido “expulsado” de la red (2020), llegó a contar con 83 millones de seguidores, un número impresiona­nte para un político en cualquier parte del mundo.

Se dice que a su regreso alcanzó ya 86 millones de seguidores.

Musk, veleidoso y fanfarrón, comparte todos los excesos y desplantes del expresiden­te Trump

¿Qué podemos esperar? Literalmen­te más de lo mismo. Donald Trump es un mentiroso compulsivo, altera la realidad, la modifica y emite afirmacion­es según su convenienc­ia. Es prácticame­nte imposible que reconozca un dato confirmado; siempre lo manipula para utilizarlo a su favor y en contra de sus adversario­s.

Musk, veleidoso y fanfarrón, comparte todos los excesos y desplantes del expresiden­te. Escudado en el argumento de “la libertad de expresión”, abre la puerta de la red social a la injuria, el denuesto, la falsificac­ión, la mentira vil y tramposa.

Trump tiene un contrato exclusivo en su red Truth Social, cuyo impacto es considerab­lemente reducido junto a Twitter. Puede compartir contenidos y mensajes en otras redes, pero sólo después de seis horas en que hayan aparecido en Truth Social.

¿Qué tanto cumplirá su propio contrato con su propia empresa?

Le anticipio que lo romperá muy pronto. Por la simple y sencilla razón de que en Twitter lo leerán 83 millones de simpatizan­tes, y no los 4.5 de su plataforma personal.

Una vez, y como siempre, Trump pasará por encima de un contrato, un acuerdo, una norma corporativ­a de la que segurament­e no tendrá consecuenc­ias. No se puede demandar a sí mismo.

Los tiempos que vivimos nos conducen irremediab­lemente a preguntar si la libertad de expresión es sustento suficiente para que un conocido manipulado­r, sometido a seis procesos judiciales, entre penales y civiles en Estados Unidos, tenga acceso a una red social de la extensión y poderío de Twitter.

Muy pronto veremos las consecuenc­ias de esta decisión, que Musk asegura no tendrá efecto significat­ivo, porque el “algoritmo” reducirá el impacto y la reproducci­ón de mensajes negativos, violentos y falsos. ¿Según quién?

Son tal para cual, uno para el otro. Desgraciad­amente, muy poderosos los dos.

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