Amarga realidad
El presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo el domingo una derrota importante, en lo político y en lo personal. Al candidato mexicano a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, Gerardo Esquivel, le pasó una locomotora brasileña encima. No fue culpa de él, a quien pusieron a competir de última hora y sin apoyos, sino de su gobierno, que hizo una de las peores operaciones diplomáticas del sexenio. En lo personal, lo quiera ver o no, López Obrador sufrió una vergonzosa derrota, porque la votación realizada este domingo en Washington no fue un voto contra Esquivel, sino contra él. En el concierto latinoamericano, está claro, importa muy poco.
López Obrador tiene sueños de grandeza muy conocidos por todos. Obsesionado con su “trascendencia histórica”, en los últimos meses empezó a planear para que, terminado su sexenio, se convierta en líder de la izquierda latinoamericana. ¿De dónde saca eso? Cree realmente que es un hombre de izquierda, cuando en realidad lo que tiene en la cabeza es una confusión ideológica, de creencias y suposiciones. Tener una retórica por los pobres no es ser de izquierda. La derecha la tiene; la Iglesia más conservadora también. En función de los resultados, sus políticas y ocurrencias han dañado más a ese sector.
El sueño de ser líder de la izquierda latinoamericana es ridículo. Su agenda no es de izquierda, ni su discurso tampoco. Como
En lo personal, lo quiera ver o no, el Presidente sufrió una vergonzosa derrota
En el concierto latinoamericano, está claro, López Obrador importa muy poco