Futbol, entre magia y mafias
El futbol engloba una serie de realidades visibles e intangibles, emocionales y materiales. Mueve economías, política, sociedades e individuos, al unísono espíritu del gol.
La copa del mundo es uno de los eventos globales que generan más pasiones y emociones, sí, es una religión. Ningún grito de guerra supera la triada conformada por la bandera, el himno nacional y los once jugadores en turno, para unir a una nación. Cuanto éstos anotan un gol, la gente actúa irracionalmente: las lágrimas afloran, los gritos se levantan y la piel se enchina.
Es imposible numerar, catalogar y describir todos los actos que genera la acción tan sobria de ver un balón cruzar los límites que marcan tres travesaños. Claro, detrás de ese éxtasis, hay estrategias, jugadas e instintos.
El mágico momento de un juego de futbol entre dos países en un mundial, une más que los partidos políticos y los problemas que suceden alrededor de los pueblos. Las eliminatorias poseen dramatismo, angustia, frustración y felicidad. Nunca transmiten mejor los himnos nacionales que cuando se entonan antes de un juego mundialista, es un acto de soberanía.
El futbol es un deporte sencillo de entender y de jugar, aunque no cualquiera logra desarrollar habilidades que lo lleven a ser parte de una de las selecciones nacionales, por más irregulares que éstas sean al iniciar la competencia. Las hay de élite, con jugadores que parecen esculpidos a mano, y aquellas que siempre quedan en el olvido. Aunque lo sucedido ayer entre Argentina y Arabia Saudita rompe la regla.
Pero quizá esta democracia competitiva permite que los pulsos se aceleren cada cuatro años. Todas sueñan con traerse el trofeo Jules Rimet. Después se desvela la cruda realidad, y volver a empezar, a soñar por ciclos de cuatro años.
Por ello, sociológicamente, las copas del mundo levantan pasiones desmedidas, porque sus reglas fáciles y pocos trazos en el terreno de juego, logran generar un infinito de sueños e ilusiones.
Incluso hay quienes no siguen las concurrentes ligas nacionales, o no entienden los pormenores, por ejemplo, cuándo se debe marcar un fuera de lugar, pero cuando se trata de vivir un mundial, y el gol es la única conquista, ganarlo, es ganar una guerra.
Lamentablemente el ser humano, así como es capaz de crear eventos que conmocionan hasta las lágrimas, también es capaz de crear estructuras que sirven para corromper. En nombre del futbol, y del deporte, la FIFA se fue adueñando de esa pasión para lucrar con ella. Expropió la belleza y humildad de un deporte que se juegan en favelas, así como en clubes exclusivos, para someterlos a intereses políticos y empresariales.
Lo peor dentro de su larga historia ha sido cuando ofrecen la justa deportiva a políticos, quienes buscan ocultar realidades oscuras e injustas y contrarias a los derechos humanos, contrariando lo que predica el slogan favorito de FIFA: Fair Play.
Los intereses y el dinero que ha sabido mover la FIFA son descomunales desde que comenzó la comercialización del futbol. La llegada de la televisión primero, y ahora las multiplataformas están haciendo de este deporte una de las industrias más lucrativas del mundo, es el único espectáculo planetario donde en barrios pobres y ricos se practica, se visten de los ídolos, se improvisan balones, se bolean los zapatos, la cancha puede ser de césped o piedras, lo importante es inmortalizar un gol.
Primero fue el brasileño Joao Havelange y después el suizo Joseph Blatter. Ambos lograron comercializar el futbol y, al mismo tiempo, corromper la FIFA. Usaron este deporte para avalar dictaduras, como en el mundial de Argentina en 1978, autocracias como en Rusia 2018, y ahora, en Qatar 2022, consolidar a un país que consciente la violación de los derechos humanos.
Blatter tejió finamente un combo para repartir mundiales, tanto en Rusia como en Qatar, sin considerar elementos fundamentales que perjudican a sus sociedades, entre ellas, la ausencia de democracia; por cierto, un hecho que tampoco existe en la FIFA. Pero que eso sí, gozaron de cabal salud económica para corromper a altos funcionarios que dirigen el futbol internacional.
La corrupción ha sido sistemática en el seno de la FIFA. Blatter instauró procesos de poder sobre el poder, y él, desde la cúpula, organizó, sedujo y chantajeó a personalidades de los cinco continentes. A cambio, no sólo recibían dinero en sobres, sino consolidarse en la cúspide de la pirámide durante 27 años, lo que le permitió ser considerado el zar del futbol, un personaje que aglomeró mucho más peso que decenas de presidentes y primeros ministros.
No obstante, todas las culturas tienen su trascendencia, y muchas veces, más allá de los políticos, empresarios y la FIFA, queda la nobleza del deporte y la pasión de la gente. Aunque es fundamental una limpia en la máxima institución del futbol, así como una nueva cultura donde se privilegie el deporte sobre la comercialización y monetización, los niños, niñas y jóvenes, serán siempre quienes muevan los hilos del futbol.
“La copa del mundo es uno de los eventos globales que generan más pasiones y emociones, sí, es una religión”