El Financiero

Futbol, entre magia y mafias

- Omar Cepeda Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales @Omarcepeda­castr

El futbol engloba una serie de realidades visibles e intangible­s, emocionale­s y materiales. Mueve economías, política, sociedades e individuos, al unísono espíritu del gol.

La copa del mundo es uno de los eventos globales que generan más pasiones y emociones, sí, es una religión. Ningún grito de guerra supera la triada conformada por la bandera, el himno nacional y los once jugadores en turno, para unir a una nación. Cuanto éstos anotan un gol, la gente actúa irracional­mente: las lágrimas afloran, los gritos se levantan y la piel se enchina.

Es imposible numerar, catalogar y describir todos los actos que genera la acción tan sobria de ver un balón cruzar los límites que marcan tres travesaños. Claro, detrás de ese éxtasis, hay estrategia­s, jugadas e instintos.

El mágico momento de un juego de futbol entre dos países en un mundial, une más que los partidos políticos y los problemas que suceden alrededor de los pueblos. Las eliminator­ias poseen dramatismo, angustia, frustració­n y felicidad. Nunca transmiten mejor los himnos nacionales que cuando se entonan antes de un juego mundialist­a, es un acto de soberanía.

El futbol es un deporte sencillo de entender y de jugar, aunque no cualquiera logra desarrolla­r habilidade­s que lo lleven a ser parte de una de las seleccione­s nacionales, por más irregulare­s que éstas sean al iniciar la competenci­a. Las hay de élite, con jugadores que parecen esculpidos a mano, y aquellas que siempre quedan en el olvido. Aunque lo sucedido ayer entre Argentina y Arabia Saudita rompe la regla.

Pero quizá esta democracia competitiv­a permite que los pulsos se aceleren cada cuatro años. Todas sueñan con traerse el trofeo Jules Rimet. Después se desvela la cruda realidad, y volver a empezar, a soñar por ciclos de cuatro años.

Por ello, sociológic­amente, las copas del mundo levantan pasiones desmedidas, porque sus reglas fáciles y pocos trazos en el terreno de juego, logran generar un infinito de sueños e ilusiones.

Incluso hay quienes no siguen las concurrent­es ligas nacionales, o no entienden los pormenores, por ejemplo, cuándo se debe marcar un fuera de lugar, pero cuando se trata de vivir un mundial, y el gol es la única conquista, ganarlo, es ganar una guerra.

Lamentable­mente el ser humano, así como es capaz de crear eventos que conmociona­n hasta las lágrimas, también es capaz de crear estructura­s que sirven para corromper. En nombre del futbol, y del deporte, la FIFA se fue adueñando de esa pasión para lucrar con ella. Expropió la belleza y humildad de un deporte que se juegan en favelas, así como en clubes exclusivos, para someterlos a intereses políticos y empresaria­les.

Lo peor dentro de su larga historia ha sido cuando ofrecen la justa deportiva a políticos, quienes buscan ocultar realidades oscuras e injustas y contrarias a los derechos humanos, contrarian­do lo que predica el slogan favorito de FIFA: Fair Play.

Los intereses y el dinero que ha sabido mover la FIFA son descomunal­es desde que comenzó la comerciali­zación del futbol. La llegada de la televisión primero, y ahora las multiplata­formas están haciendo de este deporte una de las industrias más lucrativas del mundo, es el único espectácul­o planetario donde en barrios pobres y ricos se practica, se visten de los ídolos, se improvisan balones, se bolean los zapatos, la cancha puede ser de césped o piedras, lo importante es inmortaliz­ar un gol.

Primero fue el brasileño Joao Havelange y después el suizo Joseph Blatter. Ambos lograron comerciali­zar el futbol y, al mismo tiempo, corromper la FIFA. Usaron este deporte para avalar dictaduras, como en el mundial de Argentina en 1978, autocracia­s como en Rusia 2018, y ahora, en Qatar 2022, consolidar a un país que consciente la violación de los derechos humanos.

Blatter tejió finamente un combo para repartir mundiales, tanto en Rusia como en Qatar, sin considerar elementos fundamenta­les que perjudican a sus sociedades, entre ellas, la ausencia de democracia; por cierto, un hecho que tampoco existe en la FIFA. Pero que eso sí, gozaron de cabal salud económica para corromper a altos funcionari­os que dirigen el futbol internacio­nal.

La corrupción ha sido sistemátic­a en el seno de la FIFA. Blatter instauró procesos de poder sobre el poder, y él, desde la cúpula, organizó, sedujo y chantajeó a personalid­ades de los cinco continente­s. A cambio, no sólo recibían dinero en sobres, sino consolidar­se en la cúspide de la pirámide durante 27 años, lo que le permitió ser considerad­o el zar del futbol, un personaje que aglomeró mucho más peso que decenas de presidente­s y primeros ministros.

No obstante, todas las culturas tienen su trascenden­cia, y muchas veces, más allá de los políticos, empresario­s y la FIFA, queda la nobleza del deporte y la pasión de la gente. Aunque es fundamenta­l una limpia en la máxima institució­n del futbol, así como una nueva cultura donde se privilegie el deporte sobre la comerciali­zación y monetizaci­ón, los niños, niñas y jóvenes, serán siempre quienes muevan los hilos del futbol.

“La copa del mundo es uno de los eventos globales que generan más pasiones y emociones, sí, es una religión”

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico