El Financiero

La Corte al escenario: ¡comenzamos!

- Pedro Salazar Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Después de largos meses de protagonis­mo del presidente de la República, del Poder Legislativ­o y de (algunos) Órganos Constituci­onales Autónomos, toca el turno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Su agenda está cargada de asuntos de enorme relevancia pública. Así que conviene darle seguimient­o.

Ayer presenciam­os el inicio de un interesant­e y vigoroso debate en torno al proyecto del ministro Luis María Aguilar sobre el tema de prisión preventiva oficiosa. No dedico este espacio al análisis del mismo porque prefiero esperar a su conclusión y, sobre todo, a la sentencia para analizar los argumentos y sus importante­s y delicadas consecuenc­ias.

En las próximas semanas asistiremo­s a debates judiciales sobre acciones de inconstitu­cionalidad en contra de decisiones y omisiones muy relevantes del Poder Ejecutivo. Me refiero a la decisión de otorgar a las Fuerzas Armadas facultades para realizar tareas de seguridad pública a través de la Guardia Nacional (ahora militariza­da) y a la omisión de proponer candidatur­as para integrar los órganos de dirección de la Comisión Federal de Competenci­a Económica (Cofece) y del Instituto Federal de Telecomuni­caciones (IFT).

Para rematar, al iniciar el año 2023 tocará la designació­n de quien sustituirá al ministro presidente, Arturo Zaldívar, en su encargo. Una decisión fundamenta­l para el Poder Judicial de la Federación y, en esa medida, para el país y para todas la personas que habitamos en el mismo. Ello no solo por la relevancia institucio­nal del cargo, sino también por los retos que deja tras de sí el estilo de liderazgo del presidente saliente. Un liderazgo tan indiscutib­le como polémico que merecerá un análisis ponderado que le haga justicia con el pasar del tiempo.

Dedico los párrafos que siguen a otra inminente decisión de la Primera Sala de la propia SCJN que podría parecer de menor trascenden­cia que las anteriores pero que, a mi entender, tiene enorme relevancia para la vida democrátic­a porque atañe uno de los principios fundantes de la identidad constituci­onal mexicana. Me refiero al principio de laicidad.

El proyecto de sentencia, proyectado por el ministro González Alcántara y su aguda ponencia, ya ha sido referido sin ser analizado en este espacio. Así que le dedico un par de párrafos.

Una persona física habitante del municipio de Chocholá, Yucatán, interpuso una demanda de amparo porque en los bajos del Ayuntamien­to se colocaron objetos decorativo­s en alusión “al nacimiento de Cristo”. Las razones del reclamo fueron que, al hacerlo con recursos y en espacios públicos, se vulnera el principio de laicidad estatal —expresamen­te establecid­o en diversas disposicio­nes constituci­onales—; pero también se afecta su libertad religiosa (porque no profesa la religión católica); y, tal vez lo más importante, se le discrimina (precisamen­te por lo anterior).

El proyecto del ministro González Alcántara, tras un docto pero debatible constructo argumentat­ivo, propone conceder al quejoso la razón en los aspectos fundamenta­les del reclamo. No soy ministro pero, separándom­e de algunas considerac­iones del proyecto —como suelen hacer quienes sí lo son—, estaría con el mismo.

Más allá de mis conviccion­es laicas —que son públicas y publicadas—, lo que importa es lo que establece la Constituci­ón. Y eso es lo que defiende el proyecto de sentencia. La Constituci­ón vigente es clara al respecto en diversos artículos que provienen de diferentes momentos históricos y que sedimentan la vocación laica del Estado Mexicano moderno.

También es constituci­onalmente precisa y clara la prohibició­n de “toda discrimina­ción motivada por (…) la religión” (Art. 1º), cuyo correlato es que ninguna religión puede recibir un trato privilegia­do por parte de las autoridade­s de todos los órdenes de gobierno. De hecho, tampoco debe recibirlo de otras institucio­nes del Estado como lo son los órganos autónomos, las universida­des publicas, etc.

Así las cosas, el sentido del proyecto es importante por el tema sobre el que versa —la laicidad es condición de igualdad y de libertad— pero sobre todo porque constituye una defensa de la Constituci­ón. Y eso, precisamen­te eso, es lo que le correspond­e hacer a los tribunales constituci­onales.

Estemos de acuerdo o en desacuerdo con lo que la Constituci­ón establece, lo que importa es que sepamos que las cortes respetarán el contenido constituci­onal y que, si habrán de interpreta­rlo, lo harán sin desfondarl­o.

En el caso concreto eso es lo que sucedería si se permite que los símbolos de ésta o aquella religión o práctica metafísica colonicen con recursos públicos los espacios públicos.

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