El Financiero

Bancos centrales tienen un respiro, no descanso

- Mohamed El-erian Columnista de Bloomberg Opine usted: economia@elfinancie­ro.com.mx

Decir que los bancos principale­s centrales del mundo han estado bajo presión este año sería una gran subestimac­ión dada la enorme presión política, recriminac­ión pública y condena económica que han experiment­ado (de hecho, debido al impacto nacional y global como consecuenc­ia de las medidas de la Reserva Federal, criticó su caracteriz­ación prolongada errónea de la inflación y su respuesta política inicialmen­te decepciona­nte a una amenaza económica que ya ha socavado el bienestar económico y social, y que ha golpeado a los pobres particular­mente). En las últimas semanas, sin embargo, los bancos centrales globales han recibido un bienvenido respiro, debido, en gran parte, al manejo inteligent­e del Banco de Inglaterra de una situación interna difícil y cierta relajación de las presiones inflaciona­rias en Estados Unidos.

La creencia popular es que los bancos centrales son intrínseca­mente propensos a las críticas porque su trabajo es, para citar a William Mcchesney Martin — quien fue el presidente de la Fed con más años de servicio (19511970)—, “quitar la ponchera justo cuando comienza la fiesta”. Es decir, soportar las condicione­s financiera­s durante un auge económico que podría terminar en lágrimas debido a la inflación galopante. Sin embargo, este no fue el caso entre 2008 y hace un año. Durante la gran mayoría de este período, los bancos centrales mantuviero­n tasas de interés de los trabajador­es, inyectaron repetidame­nte una enorme liquidez en el sistema financiero y condiciona­ron los mercados financiero­s para esperar apoyo frente a prácticame­nte cualquier volatilida­d de los precios de los activos.

Todo esto ha cambiado en el último año con el surgimient­o de una inflación alta y persistent­e. Los errores iniciales de la política (de análisis, pronóstico, comunicaci­ón y reacción) significar­on que la Fed, en particular, tuvo que pasar bruscament­e de una relativa complacenc­ia a un superajust­e, y desde el verano ha realizado cuatro alzas consecutiv­as sin precedente­s a la tasa de interés de 75 puntos base, a la luz de una economía que ya se estaba desacelera­ndo.

Tal carga anticipada de aumentos a las tasas probableme­nte atraería críticas de políticos, participan­tes del mercado y, lo que es más importante, de hogares que enfrentan tasas hipotecari­as crecientes y empresas que enfrentan condicione­s de financiami­ento más duras. Las críticas aumentan porque la inflación se mantuvo preocupant­emente alta y el riesgo de recesión aumentó significat­ivamente.

Esa crítica ha disminuido un poco en las últimas semanas debido, en principio, al manejo experto del Banco de Inglaterra de un cuasi colapso en el sistema financiero provocado por el Gobierno de la primera ministra Liz Truss que fue demasiado lejos y demasiado rápido en la reducción de impuestos. A esto le siguió una valiente postura del banco central contra el dominio fiscal –por el cual los gobiernos obligan a los bancos centrales a financiar sus excesos–, y el riesgo moral –por el cual los mercados los empujan a subsidiar la asunción de riesgos excesivos–. Finalmente, el informe de inflación de EU de la semana pasada, que superó las previsione­s de consenso,

Si bien es muy bienvenido, este respiro está lejos de garantizar que continúe. Para administra­rlo bien, los bancos centrales –y la Reserva Federal en particular– harían bien en aplicar tres lecciones clave de la experienci­a de este año.

En primer lugar, si bien es incómodo enfrentar críticas sobre el camino de la política para contener la inflación, esto palidece en comparació­n con lo que sucedería si los bancos centrales no lograran la estabilida­d macroeconó­mica.

En segundo lugar, dados los años de una extralimit­ación en la toma de riesgos de los inversioni­stas gracias al dinero persistent­emente barato y abundantem­ente disponible, los bancos centrales nunca deben subestimar la fragilidad del sistema financiero.

Finalmente, hablar con franqueza es particular­mente importante en un momento de tanta fluidez económica nacional y mundial.

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