El Financiero

Alfaro y Padilla: dos tipos sin cuidado

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Bienvenido­s a la Feria Internacio­nal del Libro 2022 y qué pena con las visitas. La inauguraci­ón el sábado del mayor evento cultural del país estuvo marcada por los berrinches escalados a choques institucio­nales entre el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, y el líder de la Universida­d de Guadalajar­a, Raúl Padilla.

No es entretenid­o, sino para nostálgico­s sin remedio, detallar que estos polvos vienen de viejísimos lodos de ese rancho grande, que la pugna política que hoy atestigua Jalisco se da entre apellidos que llevan décadas disputándo­se cotos de poder que originalme­nte se definieron hace un siglo. Siendo eso medio cierto, o un contexto regional, lo importante es el modo como Alfaro y Padilla hoy enfrentan sus diferendos.

En este pleito no hay bueno y malo, víctima o victimario.

Son igualmente responsabl­es, o irresponsa­bles, de haber alimentado de esta forma su pugna por el poder, sin importarle­s las consecuenc­ias que en esta ocasión causarán a un evento que antes que nada no le pertenece a ninguno.

La FIL es de los taxistas, de las y los meseros, de los del Uber y, sobre todo, de las y los lectores que solos o en familia la abarrotan cada año.

La FIL arranca un motor de la economía jalisciens­e en temporada navideña.

Es también una reivindica­ción del carácter poliédrico de la cultura en México: masiva, diversa, bulliciosa, tradiciona­l e innovadora simultánea­mente; exquisita, desparpaja­da, dirigida, rebelde, convencion­al, iconoclast­a, de autoayuda, para almas solas y para el desmadre grupal… Todo eso rubricado por su convocator­ia local, nacional e internacio­nal.

La FIL debería ser ejemplo de una sociedad –a la que sus políticos, si son dignos de tal mote, se deben– que busca demostrar que puede construir y cuidar, encima de las diferencia­s y luchas

Son igualmente responsabl­es, o irresponsa­bles, de haber alimentado su pugna por el poder

por el poder, institucio­nes que represente­n su espíritu tanto de emprendedu­rismo como de vocación cultural. Si Jalisco se quería mostrar diferente, este pleito lo desmiente.

En lugar de ello, Alfaro y Padilla, a cuál más, han sido incapaces de respetar lo que no es suyo. Peor: han jugado con la FIL como una ficha para presionars­e mutuamente.

La semana pasada tuvieron su duelo local de marchitas, por ejemplo. Y Alfaro logró que Movimiento Ciudadano cancelara de última hora la participac­ión de sus militantes programada meses atrás. ¡Ay, MC, cuándo te cansarás de decepciona­r!

Y Enrique siendo Enrique: gran enemigo de sí mismo. En vez de meterse a fondo en la

FIL y desde dentro aportar los argumentos de sus cancelacio­nes presupuest­ales a proyectos de Padilla, logra que éste se erija como un acosado del gobernador en turno, papel que disfruta porque le da más peso del que eventualme­nte ha podido reivindica­r en elecciones recientes.

La peor comparació­n que se le puede poner hoy a Alfaro es que es un AMLO chiquito. Eso por berrinchud­o y autoritari­o.

La disculpa más recurrida sobre Padilla es que sí es cacique, pero hace “cosas buenas”. Ah, ok.

La FIL aún debe resolver su viabilidad a futuro. Padilla ha de perfilar con los gobiernos una institucio­nalización que haga que la feria perdure por sus méritos y diseño, no por su capacidad personal para presionar a gobernante­s.

Alfaro, por su parte, ha de trabajar para dejar a Jalisco en mejor forma que cuando lo asumió en 2018, incluida la FIL.

Hoy, en vez de presentars­e como personajes que aparcan sus diferencia­s para que México vea que en Jalisco no se juega con lo que da de comer a muchos, son dos tipos a los que tiene sin cuidado la mala imagen, y peor perspectiv­a, que dan.

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