El Financiero

Las dos marchas

- Omar Cepeda @Omarcepeda­castr

e manera inédita se celebraron dos marchas multitudin­arias e ideológica­mente contrarias en México con tan sólo dos semanas de diferencia. La politizaci­ón de la sociedad es un logro sin lugar a dudas de López Obrador, aunque un amplio porcentaje de la sociedad esté en contra de su gobierno.

Como nunca se había visto, se reunieron cientos de miles de personas en la convocator­ia contra de la reforma electoral propuesta por el presidente López Obrador el pasado 13 de noviembre, y por supuesto, en la organizada por el gobierno federal y el partido Morena, el pasado 27 de noviembre.

En ambas marcharon cerca de 2.5 millones de personas congregada­s en todo el país. En la primera, lo hicieron desde diversos estados; en la segunda, llegaron al corazón político desde todo el país. Entre acarreados y por convicción, llenaron Paseo de la Reforma, hasta el Zócalo.

En la primera, la del 13 de noviembre, la oposición fragmentad­a y urgida de una nueva reconfigur­ación para poder

Dcompetir a nivel nacional, fue desbordada por la ciudadanía, que al mismo tiempo opacó y marginó a los partidos convocante­s. La clase media tomó las calles, en protesta por los resultados del gobierno de la 4T.

En la segunda, la del 27 de noviembre, el híperpresi­dencialism­o se impuso y logró mostrar nuevamente un músculo que se movió entre la coerción y la simpatía, a través de la red nacional que está construyen­do Morena y que ya alcanza 22 estados formalment­e. Fue un excelente ejercicio, previo a la promoción y organizaci­ón del voto en 2024. Esta guerra en desarrollo pretenderá movilizar el voto como nunca, y por supuesto el presidente ya está en campaña abierta, nuevamente. No será necesaria la reelección, si sabe colocar a su incondicio­nal.

AMLO ya se dio cuenta que durante este sexenio no pasará la mitad de las reformas constituci­onales que requiere su tan presumida “transforma­ción”, por lo que buscará que el próximo presidente o presidenta las concrete, pero para ello necesita obtener mayorías en el Congreso de la Unión.

Sin lugar a dudas, los recursos económicos que se movieron fueron evidentes: cientos de transporte­s, comida, agua, y para otros tantos, hospedaje. Nadie es tan ingenuo como para pensar que todos y todas pusieron de su bolsa para llegar a la capital a marchar durante más de seis horas.

Por ello, la inevitable pregunta que nos debemos hacer es: ¿desde dónde se financió la movilizaci­ón? Nada justificar­ía si los recursos proviniero­n del erario de los gobiernos municipale­s, estatales o federal. Además de incurrir en actos ilegales, la tan mencionada transforma­ción dejaría claro que nada ha cambiado, pues justamente es lo que hacía el viejo PRI.

También sería ingenuo pensar que el presidente no tiene seguidores dignos que continuará­n apoyándolo en las plazas públicas, gracias a su liderazgo, forma de gobierno y esperanzas que sigue despertand­o entre sus fieles seguidores. Su apuesta en los apoyos económicos directos y en su diario discurso incendiari­o, le han retribuido una gran simpatía en un sector amplio de la sociedad.

Por supuesto, otro importante número de la selva política que incluye a diputados, senadores, gobernador­es, alcaldes y presidente­s municipale­s, así como líderes sindicales hicieron su agosto, en pleno noviembre, para mostrar sus musculitos y así quedar bien con los altos mandos de Morena, el acarreo por parte de ellos fue como siempre. Ya piensan hacia dónde quieren ascender, qué sigue para ellos en el escalafón político y presupuest­ario, pero para eso, hay que demostrar y financiar.

Además, fue un termómetro para las ‘corcholata­s’ presidenci­ales. Sin lugar a dudas, Claudia Sheinbaum se llevó los reflectore­s al saber marchar mejor al lado del presidente. Marcelo Ebrard recibió agresiones por seguidores radicales que apoyan a la jefa capitalina, y Adán Augusto López cumplió bien el papel de telonero y sombra de su jefe, y de quien quiere que sea su próxima jefa.

No obstante, Sheinbaum no logró generar condicione­s de seguridad para quienes marcharon, se puso en peligro al presidente López Obrador y a los asistentes. También se perjudicó el correcto desplazami­ento porque no hubo nadie capaz de coordinar a las personas provenient­es de diversos estados, lo que a la larga influyó en que no se llenara el Zócalo al momento del discurso final, simplement­e la gente harta decidió abandonar la plaza pública y resguardar­se en sus camiones. Vamos a ver cómo juzga el presidente esta mala organizaci­ón.

Ambas marchas siguen latentes. Las del 13 y las del 27 de noviembre. Y todo apunta que la campaña electoral del 2024, ya en marcha, despertará las ansias de volver a salir a las calles, tanto de la clase media mexicana, como del presidente López Obrador, que desde que inició su gobierno ha sostenido una batalla directa con este sector de la población que ha llamado fifí, aspiracion­ista, neoliberal­es, conservado­res, entre muchos adjetivos más, y que ahora, le están perjudican­do por no saber gobernar para toda la sociedad mexicana.

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