Los 3 chiflados en agrolandia
ugo López-gatell tiene una obsesión: su agenda en contra de la obesidad. No es que eso sea malo; creo que tiene razón en pensar que la triada de obesidad, hipertensión y diabetes complican la salud de los mexicanos. Llegamos al hospital con complicaciones serias derivadas de ellas. Ahí está la agenda del radical número uno.
La obsesa número dos es Elena Álvarez Buylla. Antes del Conacyt, la doctora era detractora del uso de semillas genéticamente modificadas en México, posición que nos ha detenido en un campo científico muy importante. No tiene sentido prohibir la investigación en bioingeniería y en ciencias de la vida; pero la vida de Elena está enfocada a eso. La chinampa no era productiva, y por eso el Impero Azteca era un cártel de extorsión caníbal de los pueblos circundantes. Elena añora que volvamos al “conocimiento ancestral” de esas épocas. Estamos en el peor de los mundos: no aprovechamos comercialmente nuestra posición privilegiada como centro de origen del maíz, pero tampara
Hpoco podemos producir maíz eficientemente.
El ideático extremista número tres es Víctor Suárez, subsecretario de Agricultura, cuyo TOC está en la comercialización de maíz en México. Con su activismo extorsionó a los gobiernos de México desde finales del siglo pasado y hasta su nombramiento en 2018. Su fórmula es simple. Si la productividad por hectárea del maíz en México se mantiene baja, y las importaciones del grano están controladas, entonces el maíz local se mantiene en buen precio para el comercializador. A la vez, la baja productividad es una trampa de pobreza los agricultores, quienes siempre están ahorcados financieramente y pueden aceptar precios bajos.
La realidad es que ninguno de los tres funcionarios está realmente loco. Castigan enemigos y detractores con rudeza innecesaria e irracional para mostrar músculo y avanzar sus creencias. Los tres tienen objetivos distintos, pero sus incentivos están alineados para destruir un sistema alimentario construido con base en el comercio que funcionaba bien. Están prohibiendo el uso de pesticidas como el glifosato de potasio, la producción de maíces genéticamente modificados en México, y han obstaculizado la importación de maíz.
Los mexicanos empezamos a ser obesos, y menos escuálidos desnutridos, gracias al TLCAN. Vivimos junto al país más productivo del planeta en la producción de maíz amarillo, clave para alimentar a los animales fuente de proteína. Con el comercio, la proteína se hizo barata en México, y nos volvimos competitivos para producir leche y huevo. Salimos buenos para exportar carne gracias al granero norteamericano. Los niños desnutridos dejaron de serlo y comenzaron a ser gordos. Otras cosas nos complicaron la vida, como la falta de seguridad pública, que nos dejó encerrados en casa con la tele y los videojuegos, y la falta de tiempo de las familias para practicar algún deporte. Si Hugo quiere que no torturemos a la báscula, tiene que enfocarse en que comamos mejor y hagamos más ejercicio. Encarecernos la proteína es una forma cruel de regresarnos a la pobreza alimentaria de la era precomercial.
La producción con semillas más eficientes en el uso de tierra, que nos dieran 8 a 14 toneladas de maíz por hectárea, y no 3 t como la hectárea promedio, o 0.5 t como la hectárea típica, podría liberar un montón de tierra para usarse en fines más productivos, entre ellos la conservación ambiental. Las áreas naturales protegidas tienen que convertirse en fuente de ingreso para las comunidades forestales. Los subsidios agrícolas, en lugar de mutar en subsidios urbanos clientelares, tendrían que haberse convertido en pagos de servicios ambientales a los ejidos y comunidades que mantienen los bosques. Conacyt y Medio Ambiente podrían invertir más en preservar los genomas nativos de maíz, con esos recursos. Elena Buylla no estaría contenta, pero habría un equilibrio entre la conservación y la producción.
A Suárez no lo tendremos contento si el maíz se vuelve abundante y barato, y si sus minifundistas eternamente pauperizados no dependen de él. No importa. Mientras, ayudemos a esos agricultores a encontrar mercados que les permitan vivir mejor.
Estos tres funcionarios son parte de un gobierno profundo que parece empeñado en que las cuentas de comida de los mexicanos se vuelvan impagables. Uno ama la salud; la otra, la pureza racial del maíz; el otro, el dinero y el poder. Los legisladores, la oposición, el mismo gobierno, ¿harán algo para limitarlos?