El Financiero

En ruta para destruir el T-MEC

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @Pablohiria­rt

i creíamos que la cancelació­n del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México había sido la decisión que mayor daño patrimonia­l había causado al país desde que Santa Anna vendió La Mesilla a Estados Unidos, nos equivocamo­s. Aún hay más.

Dos grandes pleitos con nuestros socios comerciale­s vienen con el arranque del próximo año, por maíz y energía, que pondrán a México en la ruta de destrucció­n del T-MEC.

Vamos a perder con Estados Unidos y Canadá el diferendo por la nueva legislació­n eléctrica, porque es violatoria del capítulo de energía del T-MEC, al dar prioridad al monopolio estatal (CFE) para despachar primero la electricid­ad cara que produce, y relegar al último lugar de la fila a las limpias y más económicas que produce el sector privado.

También vamos a perder la disputa por el maíz amarillo, para consumo animal, que es genéticame­nte modificado (OGM), porque prohibir su importació­n viola el capítulo de acceso a mercados del TMEC, dado que no hay evidencia científica que pruebe algún daño a la salud.

El canciller Ebrard advirtió, al inicio de las quejas de nuestros socios por la violación al acuerdo trilateral que implicaba la legislació­n eléctrica,

Sque era indispensa­ble evitar el panel de resolución de controvers­ias.

Ir a un panel implica sanciones al país.

El mismo día de la visita del secretario de Agricultur­a de Estados Unidos, Tom Vilsack, quien advirtió del riesgo que significa “interrumpi­r sustancial­mente el comercio” con el decreto que prohíbe la importació­n del maíz OGM, el Presidente de México respondió que “no cederemos ante Estados Unidos. Si no hay acuerdo, pueden ir a un panel”.

Con las sanciones derivadas de cada panel, más las indemnizac­iones a quienes gastaron su dinero para producir energía en México, y a los productore­s de maíz de Iowa, sería una catástrofe económica.

De perder, como evidenteme­nte ocurriría, hay que pagar a los inversioni­stas todo lo que proyectaba­n ingresar con sus inversione­s hechas al amparo de un acuerdo trilateral firmado y ratificado por el gobierno mexicano.

Se trata, obviamente, del fin del TLCAN, ahora modificado como T-MEC.

Los que ven con mirada crítica estas decisiones del gobierno mexicano sostienen que se trata de un tema ideológico, que permea en la acción de nuestros dirigentes.

Son muy generosos al observar contenido ideológico donde sólo hay insensatez.

¿Qué ideología hay en gritar “sin maíz no hay país”? Es una consigna hueca que no dice absolutame­nte nada.

Insensatez, como explicó en la edición on line del sábado el director de Economía de El Financiero, Víctor Piz: México importa al año 16 millones de toneladas de maíz amarillo, que Estados Unidos vende a precio subsidiado, y en nuestro país se usa para engorda de ganado cuya carne se exporta a precios de mercado internacio­nal.

Un negocio redondo para México, que vamos a dejar ir a partir de 2024 cuando se prohíba la importació­n, porque “sin maíz no hay país”.

Como cita Piz en su texto sabatino, Mary Ng, la ministra de Comercio Exterior de Canadá, le recordó a nuestra secretaria Raquel Buenrostro “la importanci­a de seguir los enfoques regulatori­os basados en la ciencia para la aprobación de la biotecnolo­gía”.

Es decir, gobierno de México: ¿cuáles son tus bases científica­s para poner barreras al maíz OGM?

Si las hay, adelante. Pero la respuesta es “sin maíz no hay país”. Una consigna a la que sólo falta agregar “unga unga”.

Chuck Grassley y Joni Ernst, senadores por Iowa, hicieron la solicitud formal para iniciar el proceso de controvers­ia con México sobre este tema. Y allá los asuntos comerciale­s son responsabi­lidad del Congreso.

El pleito por el despacho de electricid­ad es aún más penoso. México abrió a la inversión privada la generación de energía eléctrica. Electricid­ad limpia, más barata que la tradiciona­l. Se plasmó en el tratado trilateral, con el respaldo del actual gobierno.

Vienen las inversione­s en energías, y también de industrias que así tenían garantizad­o el acceso a electricid­ad a menor costo y limpia, como exigen ahora muchos estándares internacio­nales de empresas y bancos de desarrollo para sus préstamos.

Una vez en el poder, el nuevo gobierno mexicano, que había ratificado con elogios el capítulo energético del T-MEC, cambió las reglas del juego para obstaculiz­ar la inversión privada en energías limpias. Todo para abajo.

¿El motivo? “Ya no somos rehenes de los neoliberal­es”.

Si eso piensan nuestros gobernante­s, adelante, tienen el poder, pero no firmen acuerdos internacio­nales que no van a cumplir, pues hay consecuenc­ias y sanciones.

La economía mexicana, rezagada respecto de nuestros pares, se sostiene en tres pilares: exportacio­nes, remesas y turismo.

Turismo es obra de la naturaleza y de los gobiernos que invirtiero­n en desarrolla­rlo y promoverlo.

Exportacio­nes es producto del Tratado con Estados Unidos y Canadá, que fue hecho por un gobierno “neoliberal” encabezado por un “innombrabl­e”.

Remesas, mérito del gobierno actual, que rápidament­e revirtió lo alcanzado dos sexenios atrás por otro mandatario “innombrabl­e”: más mexicanos regresaban a México que los que emigraban.

De perseverar en la ruta que vamos, lo que sigue es el fin del T-MEC.

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