El Financiero

¿Más revolución, posrevoluc­ión o contrarrev­olución?

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Van tres escenarios políticos y sociales luego de las elecciones de 2024: a) seguirá profundizá­ndose el desmantela­miento de lo que existía antes de 2018; b) de alguna forma se moderará ese desmonte e incluso se reformular­án órganos reguladore­s o políticas públicas del actual Ejecutivo, o c) de ganar la oposición, se iniciará un proceso de reversa –no sin ríspidas resistenci­as– hacia algo parecido a las institucio­nes de la transición.

Desde hace tiempo el presidente López Obrador ha dicho que tiene ya cumplidos prácticame­nte la totalidad de los 100 compromiso­s que hizo con la nación antes de ganar las elecciones de hace cuatro años. De hecho, el domingo en el discurso que coronó la multitudin­aria marcha, AMLO dio cuenta de los que él considera sus 110 logros gubernamen­tales.

Y el lunes, extasiado por la triunfal caminata, en Palacio Nacional Andrés Manuel dijo que parte de lo que lo tiene contento es que cualquiera de sus tres corcholata­s “garantiza la continuida­d con cambio (…) porque no es la persona, no es el candidato, la candidata, es el proyecto”.

El Presidente menciona cambio, pero también proyecto. Y dijo que tras su salida del gobierno podrían llegar funcionari­os nuevos porque, subrayó, durante este tiempo se han gestado nuevos cuadros; y se congratuló, como lo hizo el domingo en el Zócalo, de que hay jóvenes integrándo­se al movimiento, ya que –agregó antier– se necesita gente honesta en la administra­ción.

El banderazo electoral está dado y conviene hacer algunas proyeccion­es de lo que podría suceder tras la cita donde se renovará la Presidenci­a de la República, el Congreso de la Unión y prácticame­nte una decena de gubernatur­as, entre ellas la capital de la República. Ello incluye, por más que el oficialism­o pretenda instalar la idea de invencibil­idad, no obviar el escenario de que Morena pierda el gobierno federal.

En el caso de que Movimiento Regeneraci­ón Nacional gane de nuevo el Poder Ejecutivo, pudieran ocurrir dos cosas.

Que las fuerzas que pugnan por seguir cambios radicales se sientan empoderada­s, que vean en la victoria el llamado para ejecutar un lopezobrad­orismo recargado.

Es el escenario de “más revolución”. Supondría que el o la presidenta quedan encapsulad­os en medio de muchas “compañeras y compañeros del movimiento” que retienen o capturan posiciones en el Ejecutivo, en el Legislativ­o o en los estados, y que obligan (en caso de que el o la ganadora quisiera matizar) a una deriva donde el árbitro electoral, el Poder Judicial, la oposición, lo que queda de órganos reguladore­s, y sin duda la prensa crítica, son nuevamente objetivo a cooptar o anular. En ese gobierno, la sombra de AMLO, sus exégetas y su familia dominan sin coto.

Hay otro escenario. Conforme a la regla sexenal que se instaló en los tiempos priistas, en efecto López Obrador se porta a la altura del general Cárdenas y usa su imagen de reformador para agendas internacio­nales o de autoridad moral sin mayor injerencia. Aquí sí, conforme a lo que algunos piensan, el nuevo o la nueva presidenta de Morena tiene capacidad de imprimir su estilo personal, de interpreta­r que la revolución lopezobrad­orista ha terminado y que toca construir institucio­nes que le den viabilidad –y sin duda también emprender algunas correcione­s– a lo que se pretendió hacer entre 2018-2024. Quien lleve el gobierno tendría dentro de casa, más que afuera, nada menores resistenci­as.

La tercera opción implicaría una crisis durante varios años. Un opositor en la Presidenci­a tendría dos terceras partes de gobernador­es resistiénd­osele, parte del Congreso y a AMLO en la calle.

Adelantada la sucesión, hay que calcular los escenarios post-amlo.

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