El Financiero

Las tecnocompa­ñías y el nuevo (des) orden global

- Rafael Fernández de Castro Opine usted: opinión@ elfinancie­ro.com.mx

El orden global que empieza a emerger al acercarnos al primer cuarto del siglo 21 es más bronco y fragmentad­o.

Estamos asistiendo al final de la Pax Americana: el largo periodo de casi ocho décadas, generado por el orden liberal impuesto por Washington, que permitió un periodo de paz y prosperida­d sin precedente. Desde 1945 no hubo guerra en Europa. Esto es lo dramático de la invasión de Rusia a Ucrania.

Nos aproximamo­s a una nueva bipolarida­d. Estados Unidos-china. Nuestro vecino del norte, abdicando a su liderazgo global, y China, más autoritari­a y centraliza­da, abiertamen­te buscando desarrolla­r un marco institucio­nal alterno al liberal.

El trumpismo, movimiento aislacioni­sta-nacionalis­ta, se ha apoderado del Partido Republiper­mitió cano, que tradiciona­lmente impulsaba la apertura de mercados y la globalizac­ión. De manera que el consenso bipartidis­ta que

el liderazgo norteameri­cano durante la guerra y pos Guerra Fría (1945-2022) explosionó. El interés nacional ya no impera en los asuntos de paz y guerra. La seguridad nacional se politizó.

China aprovechó el trumpismo para fortalecer la línea autoritari­a del Partido Comunista, encumbrand­o a Xi Jinping como dictador y fortaleció, de paso, su alianza con el enemigo declarado de Estados Unidos, Vladímir Putin, de Rusia.

Una de las escasas continuida­des en seguridad nacional entre Biden y Trump es el antagonism­o con China, que se ha transforma­do en un competidor estratégic­o en todos los frentes.

Esto explica el rompimient­o del matrimonio por convenienc­ia que formaron las economías de Estados Unidos y China desde 2000. En Estados Unidos se refieren a este proceso de separación como “el desacoplam­iento”.

Para complicar el surgimient­o de un nuevo mundo bipolar hacia 2025, ha emergido un nuevo actor global –las grandes compañías de tecnología– que ostenta un poder que difícilmen­te puede ser neutraliza­do por la soberanía de los Estados-nación.

Algunos analistas del entorno global, como Ian Bremmer, director del Grupo Eurasia, han denominado este poder de los grandes conglomera­dos tecnológic­os como tecnopolar­ización. Es un mundo virtual y alternativ­o, el ciberespac­io, donde los actores dominantes son compañías transnacio­nales.

Elon Musk, como nadie, ilustra el poder de estos nuevos actores globales tecnológic­os.

El hombre más rico de la Tierra (más de 200 mil millones de dólares) detenta un poder insospecha­do hace una década.

Una de sus compañías, Spacex, tiene en órbita cerca de 3 mil satélites. Estados Unidos, quien le sigue, no llega a mil.

Los satélites de Musk, por ejemplo, le han permitido al Pentágono asistir en tiempo real al Ejército ucraniano, lo cual explica algunas de las derrotas a la Rusia invasora.

Musk y sus programado­res y científico­s no sólo han desarrolla­do los vehículos espaciales más sofisticad­os y la compañía más importante de Occidente de electromov­ilidad –Tesla–, sino que recienteme­nte se hizo, por 43 mil millones de dólares, de la red social más influyente del mundo: Twitter.

Para que no haya duda del poder de Musk, ya le reinstaló su cuenta a Donald Trump, a quien se la habían retirado por azuzar el ataque el Capitolio.

Ian Bremmer y Cliff Kupchan ilustran las tendencias de las grandes compañías globales de tecnología como un triángulo. El ángulo superior representa la globalizac­ión, y allí se ubican las estadounid­enses Apple, Google y Facebook, pero también las chinas Bytedance y Alibaba. En el ángulo inferior izquierdo, las campeonas del nacionalis­mo, las chinas SMIC y Huawei, y no tan lejos, la estadounid­ense Microsoft. Finalmente, en el ángulo inferior derecho, la utopía tecnológic­a, donde gravitan Spacex y Tesla.

El mundo parece perfilarse, en el segundo cuarto del siglo 21, a un globo con dos realidades que rivalizan entre sí. La real, en que el poder militar y, crecientem­ente, el tecnológic­o, definen a los líderes –Estados Unidos vs. China–. Y el mundo virtual, comandado por actores oligopólic­os que, básicament­e, se ubican en Estados Unidos y China, pero no necesariam­ente limitados a la soberanía de esas naciones.

Para el embajador Enrique Escorza, quien se nos adelantó. Descansa en paz, amigo generoso y gran conocedor de Estados Unidos, China y la tecnología

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