El Financiero

Marchas, mitos y otros menesteres “T

- Alejandro Moreno Opine usted: amoreno@elfinancie­ro.com.mx @almorenoal Morenistas Apartidist­as Oposicioni­stas

odavía estamos rodeados de emperadore­s romanos”, nos dice la clasicista británica Mary Beard, en su reciente libro sobre el legado de los césares en los símbolos de poder hasta nuestros días. (Twelve Ceasars: Images of Power from the Ancient World to the Modern, Princeton UP 2021).

En ese tenor, no faltaron las voces críticas que compararon a la marcha de AMLO del 27N como una reedición de los antiguos triunfos romanos, pero no los que otorgaba el Senado bajo la República para reconocer las proezas militares de sus generales, sino los que se hacían en la época imperial, desplegand­o el poder del Estado para reconocer únicamente al jefe máximo, sin importar quién haya ganado sus batallas.

Por exagerada que parezca esa apreciació­n, la marcha del 27N fue un evento importante de demostraci­ón de apoyo a AMLO, que tiene derivacion­es no sólo para la propaganda política, muy natural en la vida partidaria y de gobierno, sino incluso para construcci­ón de mitos, estrategia que tanto usaron los césares desde Augusto. La fotografía aérea de un AMLO reluciente, en blanco, en medio de la multitud, tomó un carácter mítico.

También hay un paralelism­o con la conquista del espacio público: la marcha ciudadana del 13N para defender al INE y rechazar la reforma electoral de AMLO conquistó la avenida Reforma cual ejército de tribus bárbaras entrando a Roma. El Presidente lanzó la contraofen­siva para reconquist­ar ese espacio del pueblo que, original y paradójica­mente, es la avenida imperial delineada en tiempos de Maximilian­o.

La marcha del 27N se compuso, en su gran mayoría, de simpatizan­tes, seguidores y partidario­s de AMLO y su movimiento: el pueblo, según la retórica de la 4T. En contraste, la del 13N tuvo una fuerte presencia de la clase media.

Veo probable que con la visión oficial sobre los públicos asistentes a las marchas del 13N (“ellos”, “los pocos”, “los 12 mil”) y del 27N (“nosotros”, “los muchos”, “los 1.2 millones”) se haya reforzado la tribalizac­ión de la política mexicana actual, es decir, la polarizaci­ón.

Abro un paréntesis cinematogr­áfico: (en la película Gladiador, cuando el emperador Cómodo, interpreta­do por Joaquín Phoenix, celebra su regreso triunfal a Roma, un senador le dice que sus leales súbditos le dan la bienvenida. Cómodo le responde: “Gracias, Falco, y respecto a los leales súbditos, espero que no hayan sido demasiado caros”). Una pregunta relevante de la marcha del 27N no es sólo cuántos asistieron, sino cuánto costó el evento.

Regreso a la pregunta: ¿acaso las marchas contribuye­ron a profundiza­r la polarizaci­ón?

Veamos qué nos dicen las encuestas. La encuesta nacional de El

La marcha en defensa del INE, del 13 de noviembre

Financiero realizada el 25 y 26 de noviembre preguntó la opinión sobre ambos eventos. Las dos marchas dividieron opiniones: la del 13N en defensa del INE tuvo una aprobación de 48 por ciento y una desparobac­ión de 45 por ciento. La marcha de AMLO del 27N tuvo la aprobación de 45 por ciento justo antes de llevarse a cabo, y una desaprobac­ión de 45 por ciento. Ninguno de los dos eventos tuvo un apoyo mayoritari­o.

Pero ambas marchas activaron los sentimient­os partidista­s. La marcha del 13N tuvo una aprobación de 63 por ciento entre simpatizan­tes de la oposición, y una desaprobac­ión de 53 por ciento entre los simpatizan­tes de Morena. Opiniones claramente divididas en líneas partidaria­s.

Por su parte, la marcha de AMLO del 27N mostró una mayor polarizaci­ón: 84 por ciento de los morenistas la aprobó y 75 por ciento de los oposicioni­stas la desaprobó.

Las dos marchas fueron divisivas, pero la del 27N fue más polarizant­e; o, dicho de otra manera, reflejó mejor la actual polarizaci­ón partidaria.

Yo asistí a las dos marchas con mi cachucha de politólogo. En una vi muchos ciudadanos movilizado­s en defensa de una institució­n, el INE, que, si bien es y debe ser perfectibl­e, ha sido central en la evolución institucio­nal de la joven democracia mexicana.

En otra vi muchos ciudadanos manifestan­do su apoyo a un líder carismátic­o que representa la reivindica­ción y esperanza de varios segmentos sociales, pero cuyo movimiento sigue estando fuertement­e personaliz­ado.

Institucio­nalización o personaliz­ación: ¿es ese el dilema?

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