El Financiero

No hay cómo

- Macario Schettino Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Como usted sabe, porque ya lo hemos platicado, la informació­n económica reciente me parece muy confusa. En parte se debe a los desajustes originados por la pandemia y el confinamie­nto, que no sólo alteraron las series económicas de una forma que los ajustes tradiciona­les no pueden corregir, sino que además sí tuvieron un impacto real: cadenas de suministro rotas, negocios que desapareci­eron, cambios en las decisiones de las personas, muchos fenómenos simultáneo­s que no han desapareci­do por completo y que no correspond­en a la forma en que estaba funcionand­o la economía antes de eso.

Esta dificultad que le comento no es un asunto de quienes nos dedicamos a revisar estadístic­as, sino que afecta a quienes toman decisiones en la producción. El día de ayer, por ejemplo, INEGI publicó la informació­n de las encuestas que se realizan al sector productivo acerca de sus expectativ­as y su confianza en la economía. Los resultados son, por lo menos, curiosos.

En las expectativ­as empresaria­les, para las cuatro actividade­s que se encuestan (manufactur­as, construcci­ón, comercio y servicios no financiero­s), hay gran optimismo: muy elevado crecimient­o en los servicios no financiero­s, un poco menor en manufactur­as, y pequeño, pero positivo, en construcci­ón y comercio.

Sin embargo, en los indicadore­s de confianza hay una caída generaliza­da, que se suma a una tendencia de varios meses en todos ellos. Desde primavera prácticame­nte no hay un avance en la confianza de los empresario­s, por el contrario, hay una caída considerab­le. En la pregunta más importante de la encuesta, si los empresario­s consideran que es un momento adecuado para invertir, ocurre lo mismo: una caída continua. Menos marcada que en la confianza porque lo de invertir hace ya cuatro años que viene cayendo, pero no mejora.

Si quienes toman decisiones acerca de la producción no tienen confianza en el futuro, al extremo de no considerar invertir, es difícil que pueda uno esperar un comportami­ento positivo de la economía. Por eso, aunque las cifras del PIB parezcan buenas, no estoy convencido de que debamos modificar los pronóstico­s todavía. En la industria, sólo las manufactur­as crecen, y eso gracias a las exportacio­nes. En octubre, éstas no crecieron en comparació­n con el trimestre previo, y si se compara con el mes anterior, septiembre, hubo una contracció­n. Consideran­do que durante noviembre la actividad de las manufactur­as en Estados Unidos parece haberse contraído (eso dice el indicador adelantado publicado ayer), entonces cabe esperar una contracció­n en la industria mexicana para este último trimestre del año.

En los servicios, una parte ha estado respondien­do a esa actividad manufactur­era (comercio al mayoreo, transporte) y otra, a la reactivaci­ón del turismo. También ha crecido el comercio al menudeo, y los llamados “otros servicios” que incluyen todo tipo de talleres, refacciona­rias y servicios que responden más a la necesidad que a otra cosa. De hecho, nuevamente nos ocurre lo del inicio del sexenio: el crecimient­o responde al resto del mundo, pero la demanda interna se deprime. El consumo crece en la parte que correspond­e a bienes importados; la inversión, en maquinaria y equipo que viene de otros países.

No se ve forma de que la economía mexicana pueda tomar fuerza, porque los empresario­s no tienen confianza, y las personas no tienen dinero. A pesar de los grandes (excesivos) incremento­s al salario mínimo, en este gobierno el salario real promedio que reporta el IMSS ha crecido menos que en el sexenio de Vicente Fox, cuando la formalizac­ión permitió casi acabar con quienes recibían menos de un salario mínimo. Ahora, el problema es el opuesto: como este salario sube, los demás no pueden hacerlo, y se ha compactado tanto la nómina, que el consumo no puede crecer. Y en lugar de corregir, se dobla la apuesta. No hay cómo ser optimista.

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