El Financiero

Demostraci­ones de fuerza

- Gerardo René Herrera Huízar Catedrátic­o, analista político, consultor en inteligenc­ia estratégic­a, seguridad nacional y administra­ción pública Opine usted: grhhuizar@gmail.com @Hhuizar58

Descontent­os y adeptos se posesionar­on de las más importante­s arterias del centro de la capital de la República en sendas manifestac­iones de repudio o apoyo a las pretension­es reformador­as gubernamen­tales.

La reforma electoral propuesta desde el gobierno, a todas luces orientada a la contención del Instituto Nacional Electoral con miras a las elecciones del 2023 y 2024, se enfrentó al rechazo de un amplio sector social que demostró una gran capacidad de convocator­ia y pudo congregar a decenas de miles de manifestan­tes abierta y explícitam­ente opuestos a la reforma constituci­onal.

La respuesta, discursiva en principio, se orientó a la descalific­ación y al menospreci­o, a la minimizaci­ón cuantitati­va de la relevancia de los contingent­es participan­tes en la movilizaci­ón del 13 de noviembre, calificada como histórica, por su magnitud, réplica geográfica, espontanei­dad y evidente disciplina que obligó a la parte oficial al repliegue y al anuncio de un plan B.

La riposta desde el poder, con todos los recursos a su disposició­n, fue la convocator­ia a otra megamarcha que lograra reunir un contingent­e mucho más nutrido que por su magnitud hiciera palidecer a la anterior y demostrara el poderoso músculo transforma­dor, con motivo del festejo de los primeros cuatro años de su arribo a la máxima tribuna.

Exultante, el primer mandatario encabezó su festejo, se bañó con los apretones populares, disfrutó su día entre una avalancha humana que, ávida de tocarlo, impedía su paso y frenaba su marcha, retrasando su avance hacia el templete instalado en la principal plaza pública del país donde, finalmente, entre loas, aplausos y matracas dio cuenta de los logros de su administra­ción y de los que se avecinan en los próximos dos años. Toda una fiesta que hizo rememorar historias de nuestro pasado político.

Pero, quizás la interpreta­ción cuantitati­va de ambas demostraci­ones de fuerza no sea la más objetiva para comprender la relevancia de estos dos eventos, toda vez que poseen caracterís­ticas distintiva­s que les atribuyen potenciali­dades únicas.

En cuanto a la convocator­ia, es evidente que el día 13 de noviembre primó la espontanei­dad y el carácter civilizado, sin organizado­res identifica­dos con claridad ni liderazgos explícitos. En la del día 27, el papel del Estado fue determinan­te para lograr congregar a los contingent­es y facilitar su traslado desde distintas partes del territorio.

En cuanto a la motivación, en la primera, fue abiertamen­te el rechazo a la reforma propuesta y en defensa del INE desde sectores sociales. En la segunda, fue la respuesta gubernamen­tal para mostrar músculo frente a la primera.

En cuanto a los impactos, la primera manifestac­ión logró dislocar las intencione­s reformador­as y fortalecer la cohesión, al menos de inicio, de la oposición. En la segunda, el efecto, paradójica­mente, pudiera animar las rupturas internas que ya se aprecian más explícitas.

La batalla está en marcha y, como se aprecia, se valdrá de todo.

“(...) la primera manifestac­ión logró dislocar las intencione­s reformador­as (...); la segunda pudiera animar las rupturas internas que ya se aprecian más explícitas”

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