El Financiero

El estado más conflictiv­o estrena gobernador

- Eduardo Guerrero Gutiérrez @laloguerre­ro

El pasado 1 de diciembre Salomón Jara rindió protesta como gobernador de Oaxaca. Con este relevo, Morena se consolida como la fuerza dominante en todo el sur y el sureste del país (donde Yucatán es el único estado que queda con un gobierno de oposición). Me parece que Salomón Jara llega con perspectiv­as positivas para tener un buen desempeño en materia de seguridad. Después de una temporada difícil, a partir de 2019 la violencia criminal ha descendido de forma sostenida en el estado. Mi estimación es que Oaxaca cerrará este año con poco menos de 400 homicidios vinculados con el crimen organizado; la reducción respecto de 2019 es cercana a 50 por ciento. La razón de esta acelerada recuperaci­ón es que la presencia de grupos armados no ha arraigado en las comunidade­s oaxaqueñas y hasta ahora no hemos visto, como sí ha ocurrido en Chiapas y en Guerrero, que los conflictos comunitari­os propicien el surgimient­o masivo de grupos paramilita­res.

Todo parece indicar que Salomón Jara se apegará al libreto que, desde Palacio Nacional, se ha dictado a los gobernadop­or res morenistas: la seguridad se deja en manos de militares. Así lo sugiere el nombramien­to del capitán de Fragata Iván García Álvarez como secretario de Seguridad del estado (con este nombramien­to, ya suman 13 estados, todos de la coalición del Presidente, con un titular de seguridad de origen militar). Es una práctica que, en el largo plazo, definitiva­mente no abonará al desarrollo de un sistema sólido de carrera policial. No creo que resulte muy interesant­e hacer carrera en la policía cuando las posiciones de mando invariable­mente se entregan a militares. En el corto plazo, sin embargo, esta fórmula parece contribuir a mejorar la coordinaci­ón entre la policía estatal, la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas (lo que, en algunos estados, como Michoacán, ha sido muy útil para responder a la crisis de violencia criminal). En su arranque, el gobierno de Oaxaca haría bien en aprovechar la relativa calma para prepararse y anticipar dos problemáti­cas que podrían ser sus verdaderos dolores de cabeza conforme avance el sexenio: la ingobernab­ilidad de siempre y el surgimient­o de mafias criminales en la costa oaxaqueña, en pleno boom turístico.

Por un lado, como es la historia de toda la vida, el gobierno de Salomón Jara tendrá que lidiar con una multiplici­dad de movimiento­s acostumbra­dos a poner en jaque al gobierno estatal. El más aguerrido de todos es la Sección 22 de la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es de la Educación (CNTE), que, con sus 70 mil agremiados, se ha mantenido en relativa calma durante todo el gobierno de AMLO. Sin embargo, tras la toma de protesta de Jara, la tregua muy probableme­nte llegue a su fin. El flamante gobernador no era el gallo del llamado magisterio disidente, que era más cercano a las aspiracion­es de Susana Harp. Lejos de buscar congraciar­se, como candidato, Salomón Jara lanzó duras críticas contra la CNTE. El día de la toma de protesta, miles de maestros de la Coordinado­ra salieron a las calles, nada más para mostrarle músculo.

Por si fuera poco, en los próximos meses a Jara también le tocará contener las protestas de las comunidade­s afectadas por el Corredor Interoceán­ico del Istmo de Tehuantepe­c, una de las obras más emblemátic­as para la 4T .

Por otro lado, actualment­e los destinos de playa de Oaxaca viven un auténtico boom. En lo que va de 2022, el aeropuerto de Puerto Escondido ha registrado un aumento en el número de pasajeros, pues recibe 40 por ciento más respecto de 2021. En Huatulco el incremento ha sido de 50 por ciento. El flujo de turistas aumentará a un ritmo incluso más acelerado si en los próximos meses se entrega, como se había prometido, la autopista que reducirá en cuatro horas el trayecto del centro del país a la costa oaxaqueña.

En principio, estas son buenas noticias. El problema con el auge del turismo de playa es que, invariable­mente, atrae mafias que buscan controlar el narcomenud­eo y extorsiona­r a los bares y restaurant­es. La presencia criminal ya ha ocasionado verdaderas pesadillas de violencia en Los Cabos, en Vallarta y en la Riviera Maya. Ya ni hablar de Acapulco. En la costa oaxaqueña, fragmentad­a entre docenas de municipios y comunidade­s – frecuentem­ente en conflicto– la intervenci­ón del gobierno del estado será indispensa­ble para evitar para evitar una nueva historia de terror.

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