El Financiero

“SABER QUIÉN GANARÁ NO ES CONSOLIDAC­IÓN DEMOCRÁTIC­A”

-

“Uno es hijo de sus tiempos”, dice Javier Aparicio, aspirante a ocupar uno de los asientos para los nuevos consejeros del INE. Como buen hijo de la época dorada del salinismo –en plena discusión de la modernizac­ión, en el auge de la tecnocraci­a y las promesas del TLC–, Aparicio fue un estudiante de economía decidido a dotar a la izquierda de los conocimien­tos de los que carecía.

-Yo era muy crítico de ese gobierno, desde la elección de 1988.

-¿Eras un crítico de las políticas neoliberal­es en su esplendor? El morenismo te señala como prianista irredento.

-No lo fui y no lo soy. Tuve un profesor que era economista y filósofo, mi profe marxista. Mi plan de estudiar economía era poder contrarres­tar a los gobiernos neoliberal­es. Pensaba que Salinas, Pedro Aspe y Serra Puche nos estaban vendiendo un cuento, y que Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD necesitaba­n formar sus propios tecnócrata­s.

Aparicio anhelaba entrar a la Universida­d Autónoma de Puebla, pero su padre se opuso. En una universida­d pública su hijo se volvería un radical. Unos años después, durante la crisis de 1994, se vio forzado a abandonar la Universida­d de las Américas porque su familia, endeudada, no podía con la carga de la colegiatur­a. “Me tardé más de siete años en acabar la licenciatu­ra”, cuenta.

“En la universida­d me cambiaron el chip. Me di cuenta de lo importante que podía ser el Tratado de Libre Comercio, y me distancié de la red que combatía el neoliberal­ismo. Comprendí que modernizar nuestro país no era mala idea, que el comercio internacio­nal no era mala idea, que la autonomía del Banco de México no era mala idea, que tener un Instituto Federal Electoral tampoco. Cuando Cuauhtémoc Cárdenas fue a las elecciones del 94 declarando que iba a combatir el TLC, yo sentí que me había perdido, aunque desde entonces tenía muy claro el increíble costo social de vivir en un país no democrátic­o”.

Poblano de origen y chilango por elección, Aparicio estudió un doctorado en economía política en la Universida­d de George Mason, en Fairfax, Virginia, y regresó al CIDE, cuatro años después, como profesor e investigad­or. Aunque su vocación es la docencia, ahora intenta salir de la academia “para entrar en otra cancha, la electoral”.

Después de dar clases en una preparator­ia mientras estudiaba la carrera, Aparicio trabajó en el vacilante negocio familiar, de artículos de decoración. Cuando finalmente pudo graduarse, trabajó un año y medio en la Secretaría de Finanzas en Puebla, el último año de Bartlett, y unos meses más, al inicio del gobierno de Melquiades Morales, cuyo secretario de finanzas fue Rafael Moreno Valle. -Estuviste en la boca del lobo. -Sí, estuve en Casa Puebla haciendo tarjetas amarillas para el gobernador Bartlett. Pero esos años sirvieron para confirmar que no era feliz siendo comerciant­e y menos siendo burócrata.

Al CIDE, donde Aparicio llegó de manera casi accidental, entró como economista y se transformó en politólogo, y se embebió de asuntos electorale­s. “Querían que yo estudiara los problemas de financiami­ento de campañas, los casos de Amigos de Fox y el Pemexgate, pero 2006 me movió más hacia la ciencia política. La elección presidenci­al más cerrada y controvert­ida de las últimas décadas, yo diría, no fue equitativa, pero es diferente a la de 1988, una elección fraudulent­a de libro de texto. El 2006 fue una elección en una cancha dispareja, como también lo fue la de 1994”.

-¿Y qué te movió del terreno de la academia al campo electoral?

-Pasaron dos cosas. Una: tras el debate de 2006, pensé en qué hacía falta en nuestro país para tener elecciones confiables, aunque se gane o se pierda por un solo voto, que es el estándar de hoy. Por eso participé en el debate de la reforma electoral de 2008. Y dos: conforme nos acercábamo­s a 2012, estaba cantado que Peña Nieto iba a ser candidato presidenci­al y que iba a ganar. Se sabía, y saber quién va a ganar tampoco es señal de consolidac­ión de la democracia. A mi generación le preocupaba el regreso del PRI, así que decidí conocer de cerca cómo se hacían las elecciones, desde las tripas, y me postulé como consejero local.

Aparicio auxilió las labores electorale­s en el proceso de la Ciudad de México, las elecciones federales de 2012, de 2015 y en el de la Asamblea Constituye­nte. Conoció las etapas del proceso electoral, la ley electoral, las dificultad­es en la organizaci­ón de las elecciones, la capacitaci­ón de funcionari­os de casilla y las claves del PREP. “Luego de 20 años de vida académica, me arremangué la camisa y me metí a las tripas de la organizaci­ón electoral, por eso valoro y respeto al INE y las bondades de nuestra joven democracia”, sostiene el experto.

Más adelante, Aparicio se involucró en los conteos rápidos. Estuvo en el primer conteo de gubernatur­a en Veracruz, donde hubo alternanci­a; también en el primer conteo de gubernatur­a en el Estado de México, cuando ganó Del Mazo y en 2018 en el PREP nacional, que le dio el triunfo a López Obrador. En 2021 participó en los conteos de Coahuila y Tabasco, en el que arrasó Morena.

“Después de 10 años de hacer funciones electorale­s, me animé a buscar ser consejero en el INE. Lo intenté en 2020. La convicción que tengo hoy es la misma. Hay mucha gente que toda su vida ha querido ser consejero, yo no. Estaba feliz en la trinchera académica, y todos esos años vi pasar de largo las convocator­ias del IFE y del INE. En su momento, no me interesaba­n. Va a sonar cursi, pero creo que hoy, a mis 50, puedo ser mucho más útil en el INE que en un salón de clases”.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico