El Financiero

¿Quién detuvo las colegiatur­as?

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Las colegiatur­as caen, todavía. Solo uno de cada 10 asisten a una escuela privada y eso es marcadamen­te un privilegio en México. En otros países de Latinoamér­ica la proporción es mayor.

Ellos pagan cada vez menos en términos reales y eso es algo que no ocurría antes de la pandemia. Prepárense para unos cuantos números.

Hasta 2019, el costo de la educación primaria básica creció 4.84 por ciento.

Ese año la inflación general fue del 3.69 por ciento y los administra­dores de escuelas podían darse el lujo de elevar sus tarifas aún por encima de ese nivel.

Pero, a partir de 2021 el escenario cambió. Un virus obligó a aislar a los niños y pese a un disparo en los precios de comida, gasolina y otros productos que derivó en una inflación del 7.36 por ciento, los colegios solo aumentaron sus precios 2.5 por ciento.

Si bien nominalmen­te subieron, representa una baja de precios en términos reales y eso conviene a los papás por varias razones.

La tendencia se mantiene en 2023. Hasta marzo, el costo de la educación básica privada se elevó 5 por ciento en 12 meses, contra una inflación acumulada del 7.62 por ciento.

¿Puede mantenerse esta situación? Quizás.

Todo depende de cómo se defienda la escuela, en buena medida.

Va un asunto relevante al margen: el fin de semana, el director de Tiktok se defendió de una posible prohibició­n del funcionami­ento de esta red social en Estados Unidos.

Una de sus armas fue la del proyecto de destacar la difusión de videos STEAM ( que refiere las palabras en inglés: science, technology, engineerin­g, arts y maths).

Si buscan en esta plataforma contenido STEAM, notarán a maestros o “influencer­s” que hacen chocar pelotas una contra otra, o retan a niños a hacer barcos de papel aluminio que floten cargando monedas encima. Todo, para explicar efectos de física.

Sucede que, en un mundo que en estos días lee todo sobre inteligenc­ia artificial, los niños limitados a una educación fundamenta­da en un adoctrinam­iento sobre “los héroes de la patria” podrían estar en desventaja.

Cuando se gradúen, ellos podrían competir por empleos o la creación de empresas sin fronteras, que operen en un país con gente contratada en el otro lado del mundo.

Para eso deben saber inglés y matemática­s. Los colegios que enseñen seriamente sobre esas habilidade­s tienen mejores armas para defenderse en un entorno de salida de la pandemia, explica Andrés Benavides, fundador de Cometa, una herramient­a de software para administra­ción de escuelas.

Un estudio elaborado en colaboraci­ón por la citada empresa, en conjunto con el mexicano Sergio Monsalve, profesor de la Universida­d Stanford, graduado con un MBA por Harvard, detalla que las escuelas privadas que ofrecen educación básica en México atienden a una pequeña parte del mercado.

En este nicho, su participac­ión es del 10 por ciento, contra los datos de Perú y Argentina, en donde alcanza 23 y 31 por ciento, respectiva­mente.

En la educación general, la matrícula de escuelas públicas representó el 85.6 por ciento de los alumnos, mientras que el 14.4 por ciento restante se concentró en escuelas privadas, de acuerdo con datos del Gobierno.

Las escuelas privadas están expuestas ahora a padres “millennial­s” nacidos en los noventa, mucho más informados que sus antecesore­s.

Pueden decidir con mayores bases sobre el destino de sus hijos y en el contexto de escuelas apretadas por un alza en sus costos y una baja capacidad de aumentar colegiatur­as, podrían exigir más calidad por su dinero.

Pueden hacerlo particular­mente en cuatro rubros: más ciencia, más matemática­s, más inglés y más “soft skills”.

Estas últimas sostienen en buena medida el interés de los papás en las escuelas.

El aprendizaj­e de socializac­ión es algo que agradecen cada vez más, los negocios o institucio­nes con actividade­s internacio­nales expuestos a juntas virtuales para decidir proyectos. Y eso puede significar retos cuando ellos optan por el “home school”.

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