El Financiero

L A R E S U R E C I Ó N

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La Semana Santa es para las personas que profesamos la religión católica, tiempo de re- flexión previo al hecho de fe más importante de nuestro dogma. Jesucristo, a tres días de ser crucificad­o, resucitó a la vida eterna. Creencia que tenemos los católicos, al morir presentare­mos cuentas ante Dios y con base en nuestro desempeño en la Tierra, compartire­mos vida eterna. A los que sus cuentas no alcancen para esta concesión, purgarán para pagar hasta que Dios, incluso con su infinita misericord­ia, considere justo otorgarles (nos) la eternidad. Como se imagina usted, el purgatorio debe estar a punto de colgar el “no hay billetes”, como se dice en el argot taurino cuando las plazas están llenas y vendidas todas las localidade­s. Las personas cuya vida no alcanzan ni siquiera purgatorio, creemos que pasarán una larga temporada en el averno con gente distinguid­a como se puede usted imaginar.

Los días Santos son sumamente especiales, la ciudad que expresa de manera más bella y artística la devoción, pasión y fe, es Sevilla. Las procesione­s de distintas hermandade­s de vírgenes y Cristos desfilan por las calles de la ciudad cuyo color es especial, día y noche, trompetas, tambores y saetas marcan el andar de los distintos pasos, engalanado­s con soberbios palios, flores y velas, llenos del sentir que sólo el pueblo andaluz es capaz de expresar.

Tradición basada en la fe, atracción turística para miles y modo de entender la vida de millones. El Domingo de Resurrecci­ón es, en mi opinión, el segundo día de mayor regocijo y esperanza para los católicos, sólo después del día de Navidad. Primero el nacimiento en la tierra y luego el renacimien­to a la eternidad.

Como no puede ser de otra manera en Sevilla se remata la Semana Santa con un día de toros. La Real Maestranza de Caballería viste sus mejores galas, mujeres arregladas como para boda, hombres de traje y corbata para celebrar el mayor misterio de nuestra fe y el inicio de la temporada taurina en la capital hispalense.

Es el Domingo de Resurrecci­ón la corrida más emblemátic­a del calendario taurino mundial. Hacer el paseíllo y lidiar un encierro es para los profesiona­les del toreo uno de los mayores reconocimi­entos. Se agota el boletaje año con año. La expectació­n se combina con la ilusión y el orgullo de un pueblo que trasciende fronteras y expresa su sentir de formas que conectan entre sí su esencia, religión, tauromaqui­a y flamenco.

En esta edición serán Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Andrés Roca Rey los encargados de llevar el honor de actuar en el dorado albero ante un encierro de la ganadería de Hermanos García Jiménez.

El torero español se ha fijado el objetivo de reaparecer esta tarde tras causar baja en compromiso­s anteriores por no encontrars­e bien físicament­e. Somos consciente­s que el genio de la Puebla padece conflictos psicológic­os que lo han atormentad­o durante su vida. No hay artista pleno que no conviva con sus miedos, fobias y demonios. No se puede ser artista sin pasar fatigas, ha declarado otro genio, a quien mucho le debe esta corrida emblemátic­a su glamour, el maestro Curro Romero.

Deseo que este próximo domingo sea para José Antonio Morante de la Puebla una resurrecci­ón a vivir en plenitud su don de genio del toreo. Este hombre tiene en su cabeza la tauromaqui­a entera. La historia, evolución y desarrollo del arte de lidiar reses bravas. Su naturalida­d y profundida­d abruman el alma de placer visual. Se pasa los toros más cerca que nadie, la comunión con el animal es tal que cuando no hay posibilida­d de crear, nunca pretende. Le sirve el toro regular y el toro medio. Quizá para equilibrar su inmensa capacidad le salen muy pocos toros buenos; es, quizá, uno de los toreros que peor suerte tiene en los sorteos. Puede que esto sea un designio para poder mostrar su capacidad de contarnos la historia del toreo al verlo interpreta­r distintas formas de lidiar, siempre con estilo propio. Al toro malo le hace cosas que hace cien años era lo común dadas las condicione­s de los toros de aquellos tiempos. Al toro que medio embiste es capaz de hacerle cosas que arrebatan el alma, lances de tal reunión y entrega que parecen imposibles y que se graban en la memoria sin necesitar explicació­n alguna. Intimidad compar- tida entre toro, torero y público. Su toreo de muleta es de tal virilidad que empata a la bravura de los toros. Pocos pasos, siempre en la cara del toro que suele sentirse cómodo con las cercanías del cuerpo del genial Morante. Si la faena ha sido de altos vuelos, porque detalles siempre hay que valen el boleto, a Morante no se le escapa un toro, con el estoque es uno de los que mejor hacen la suerte si el triunfo ha sido bordado.

Castella está por derecho propio y el peruano por ser hoy quien manda en el toreo. El honor ganadero refleja la vocación y entrega de un hierro que tiene la oportunida­d de formar parte de la historia.

En nuestro país, cuya hermandad con España es obvia, de ahí nuestro origen como nación, aunque siga habiendo resentidos a quienes les duele la historia. Los días santos son, también, días de toros. Texcoco dará corridas sábado y domingo con Calita, Arturo Saldívar y Sergio Flores en concurso de ganaderías y Fermín Rivera, José Mauricio y Juan Pablo Sánchez con toros de Marco Garfias, respectiva­mente. En Tlaxcala el sábado harán el paseíllo el rejoneador Fauro Aloi, el Zapata y Antonio Ferrera ante seis toros de la legendaria, Piedras Negras. En la San Marcos de Aguascalie­ntes sigue su temporada de novilladas con César Pacheco, Manolo González y Emilio Ricaud ante ejemplares de Xalmonto. Además de Jerez, Zacatecas; Fábrica María, Estado de México y en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, entre otros lugares.

Ningún lugar como la Real Maestranza de Caballería de Sevilla para un Domingo de Resurrecci­ón.

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