El Financiero

La voluntad del difunto

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com The New York Times

Hace un par de años oí decir que “lo primero que muere con el difunto es su voluntad”.

Viene a cuento porque, contra la voluntad de Gabriel García Márquez está en librerías una obra póstuma suya, titulada En agosto nos vemos, que él pidió no publicar porque no acabó de gustarle.

Sus hijos Rodrigo y Gonzalo decidieron publicarla por razones difíciles de entender, aunque no carentes de sentido: “el Gabo que dijo que la novela no funcionaba no era el Gabo gran escritor, sino alguien muy disminuido por el Alzheimer”, explicó Rodrigo.

En entrevista con Los Danieles, de la televisión colombiana, Rodrigo, el mayor de los hijos de García Márquez y Mercedes Barcha, contó que su padre trabajó 12 o 14 años en el libro, “lo que ya era sospechoso”. Esa tardanza, agregó, era correspond­iente con la pérdida de sus facultades.

No hay razón para dudar de lo que afirma Rodrigo García Barcha, cineasta, casado con una mexicana que prefiere estar

@Pablohiria­rt lejos de los reflectore­s.

El criterio de Rodrigo y su hermano Gonzalo fue: “Leímos el libro y estaba mucho mejor” de lo que decía el Gabo.

Además, existía el riesgo de la piratería.

Ya se habían publicado algunos extractos, aunque “él decía, ya hacia el final, que el libro no tenía sentido y había que destruirlo. Nunca dio luz verde para publicarlo”, sostuvo Rodrigo en la entrevista. Y lo publicaron. En lo que no parece haber argumentos digeribles es en la autorizaci­ón de los hijos del nóbel colombiano para hacer de Cien años de soledad una serie de televisión.

García Márquez se negó una y otra vez a llevar su obra cumbre al cine. Los personajes debían quedarse con el rostro que cada lector les había puesto, era su argumento.

Le ofrecieron cantidades millonaria­s, en dólares, por llevar Cien años de soledad al cine y la respuesta fue siempre la misma, no. Alguna vez leí que Anthony Quinn se quedó con las ganas de ser el coronel Aureliano Buendía.

Ahora sus hijos dieron el visto bueno y próximamen­te veremos en Netflix la serie Cien años de soledad, rodada completame­nte en Colombia, y el coronel Aureliano Buendía será (si se concretó el acuerdo del reparto) el actor bogotano Claudio Cataño.

En la mejor entrevista que he leído a García Márquez, le dijo a Peter H. Stone (The Paris Review, 1981): “No quiero que la adapten al cine, porque el espectador vería entonces una cara que no es la que él se había imaginado”.

-¿Hubo algún interés en llevarla al cine? –le preguntó Stone.

-Sí. Por la venta de los derechos, mi agente fijó la cifra de un millón de dólares, para desalentar las ofertas. Conforme las ofertas fueron acercándos­e a esa cifra, la subió a unos 3 millones. Pero yo no tengo el menor interés en que se haga una película y, mientras pueda impedirlo, lo haré. Prefiero mantener la relación íntima que existe entre el lector y el libro.

-¿Cree usted que hay libros que se puedan llevar a la gran pantalla con éxito?

-No se me ocurre ni una sola película que haya mejorado una buena novela, pero muchas películas buenas se basan en novelas pésimas –contestó García Márquez.

Rodrigo y Gonzalo, que sirvieron de traductore­s en la entrevista con Stone, hecha en la Ciudad de México, también en este caso piensan otra cosa.

Hace poco más de una semana publicó una nota de Alexandra Alter en la que, a propósito de la aparición de esta “última obra contra los deseos de un escritor” (GGM), recuerda que “la historia está llena de obras famosas que no existirían si los herederos no hubieran hecho caso omiso de los deseos de sus autores”.

Virgilio pidió que destruyera­n el manuscrito de La Eneida y Kafka ordenó que quemaran todas sus obras, dice Alexandre Alter.

En el primer lugar de ventas está En agosto nos vemos, que según la crítica no pasará a la historia como uno de los mejores libros del hijo ilustre de Aracataca.

Algo distinto es el caso de Cien años de soledad, que irá a la pantalla contra la voluntad del autor que tuvo razones válidas para negarse.

Verla o no verla será decisión libre de cada uno. Yo me quedo con el rostro y la figura que desde niño le puse al personaje que más me cautivó de Cien años de soledad: José Arcadio Buendía.

“Es una de las grandes obras de la literatura latinoamer­icana”, le dijo un entrevista­dor a Jorge Luis Borges, que leía poco a los escritores de la época.

“No sólo de la literatura latinoamer­icana”, corrigió Borges con seriedad.

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