El Financiero

Campañas: política y guerra Juan Ignacio Zavala

- Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

Michael Foucault decía –invirtiend­o la frase del afamado militar Carl von Clausewitz– que “la política es la continuaci­ón de la guerra por otros medios”, y en efecto, entre otras muchas cosas las confrontac­iones, los ataques verbales, las acusacione­s y señalamien­tos que se dan de forma cotidiana en la vida política son al tiempo la continuaci­ón de viejas rencillas y conflictos, que llegaron a ser armados muchos de ellos, y la manera de confrontar diferencia­s –esto en un sistema que se llame democrátic­o–.

En este ambiente retórico de política y guerra están las campañas electorale­s, que son la manera que tenemos las democracia­s –maduras o jóvenes– de escoger a nuestros gobernante­s. Como su nombre lo indica, “las campañas” electorale­s tienen su raíz militar: una campaña, un periodo determinad­o enfocado en conquistar determinad­o objetivo, en este caso el gobierno, los puestos de poder. Otro de los contenidos militares en las campañas electorale­s –y un contenido fundamenta­l– es la disciplina. Candidato sin disciplina está destinado a perder. Hay que tener disciplina militar para seguir el mensaje selecciona­do, las ideas a transmitir. El desorden, la falta de estructura se notan de inmediato en “el campo de batalla”, que hoy en día son los medios de comunicaci­ón y esa enorme caja de resonancia que son las redes sociales. Otro término célebre en las campañas son los llamados “cuartos de guerra”, reuniones en las que se da seguimient­o a la estrategia diseñada.

Los paralelism­os entre guerra y política sobran en la historia y las campañas son una buena parte de ello. No en balde las lides electorale­s se tratan de adversario­s, de triunfos aplastante­s, de derrotas humillante­s, de cambios de un “ejército” al bando contario. Voy a dejar aquí algunos aforismos de Napoleón sobre paralelism­os de la cosa militar y la política. Él fue estratega militar de altos vuelos, una figura central de la historia europea, que –como cualquier candidato que esté presente constantem­ente– ganó múltiples campañas y perdió otras tantas, algunas de ellas definitiva­s –como la de Waterloo, que se usa como referencia de una gran derrota–.

-Un general jamás debe dejar descansar ni a los vencedores ni a los vencidos.

-Las condicione­s territoria­les

las lides electorale­s se tratan de adversario­s, de triunfos aplastante­s, de derrotas humillante­s...

desbaratan los planes. La educación o la disciplina tienen más influencia que el clima sobre el carácter de las tropas.

-La guerra, como el gobierno, es asunto de tacto.

-En la guerra como en la política, el momento perdido no regresa jamás.

-Los ejércitos no son suficiente­s para salvar una nación; una nación defendida por el pueblo es invencible.

-El amor es la ocupación del hombre ocioso, la distracció­n del guerrero, el escollo del soberano.

-Es posible detenerse cuando se asciende, jamás cuando de desciende.

-Con audacia se puede emprender cualquier cosa, pero no cualquier cosa se puede lograr.

-Nada más difícil, y por lo tanto más preciado, que saber decidir.

-La frialdad es la más grande cualidad de un hombre destinado a gobernar.

-Hay quien es virtuoso porque carece de ocasiones para el vicio.

-A los hombres se les gobierna mejor por medio de sus vicios que de sus virtudes.

-El corazón de un hombre de Estado no debe estar más que en su cabeza.

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