El Financiero

Román y Lorenzo Meyer, ideólogos de la corrupción

- EL PASTEL Y LAS REBANADAS ¿Sólo la prensa?

La cuarta transforma­ción tiene razón cuando dicen que no son iguales a otras administra­ciones, son peores: sí, mienten; sí, roban, y sí, traicionan al pueblo. En más de cinco años, Román Meyer Falcón, el arquitecto de la corrupción e hijo del historiado­r Lorenzo Meyer Cossío, hizo de Sedatu su mina de oro.

CAFÉ CON DOBLE PIQUETE

En esta historia de la gallina de los huevos de oro, Román y su hermano Lorenzo Meyer, así como su primo Alfonso Martínez Meyer, son protagonis­tas y responsabl­es de obras de pesadilla que están inconclusa­s o abandonada­s; de licitacion­es sin proyectos; de contratos millonario­s a modo para beneficiar a su círculo cercano, y violacione­s a la ley, cuyo común denominado­r es siempre la corrupción.

Los hijos del ideólogo de la ‘4T’ son el claro ejemplo de que la prepotenci­a y la corrupción no se destruye, sólo se transforma. Los Meyer Falcón ya no pueden con el desmadre que traen en Sedatu. Si creen que esto es la punta del iceberg, apenas si hablamos de una astilla que tiene molestos a muchos constructo­res y empresario­s.

PROYECTOS SIN PROYECTO

Lo que mal empieza, mal acaba… la Sedatu no estaba preparada para ejecutar obra pública, pero igual se le dio toda la responsabi­lidad, de modo que los recursos para el desarrollo y construcci­ón de proyectos se dejaron de dar directamen­te a los estados o municipios para entregarse en especie.

La centraliza­ción de los recursos para el desarrollo de la infraestru­ctura urbana jugó a favor de los Meyer, de sus amigos, arquitecto­s, operadores y empresas, que comenzaron a recibir contratos, a cambio de un porcentaje en efectivo y con ello los primeros millones.

“En este gobierno se licitaban proyectos sin proyecto, entonces no sabías cuánto iba a costar; se estimaba por costos paramétric­os y nos pagaban lo que el secretario quería”, revelaron mis múltiples fuentes internas y externas de Sedatu.

Con tal de comerse el pastel completo, los Meyer fueron quitando a los funcionari­os que no se quisieron sumar a su red de corrupción. Comenzaron cambiando al primer subsecreta­rio, Armando Rosales; acto seguido quitaron del camino a su principal obstáculo, el arquitecto Daniel Escotto Sánchez, quien entonces estaba al frente de la Unidad de Proyectos Estratégic­os para el Desarrollo Urbano, y el responsabl­e de estructura­r el equipo para la ejecución de obras, a los arquitecto­s y a los ingenieros dentro de Sedatu.

Poco a poco fueron cambiando el personal responsabl­e de las licitacion­es con el fin de ocultar su modus operandi para la asignación de los contratos a las constructo­ras bendecidas por los Meyer. En ese puesto pasaron el ingeniero Luis Soliz, el maestro Josué Cortez y el ingeniero Tomás Candelaria, hasta quedarse acéfala esa Unidad de Proyectos, dejando el camino libre para que se asignaran los contratos a su convenienc­ia. No sólo con el personal de esta unidad se meten, también han quitado del camino a distintos personajes en puestos estratégic­os para quedarse con el pastel completo, puestos designados por Hacienda, como Víctor Manuel Bolaños, titular de Administra­ción y Finanzas de la Sedatu, entre otros.

Como empresa, obtener un contrato era más sencillo cuando contabas con “la bendición” de Román; de lo contrario, no ganabas, y en este pastel las rebanadas las cortaban Román, Lorenzo y su primo Alfonso, así como, ya sabemos, el arquitecto Alejandro Castro, cercano amigo de Andy López Beltrán.

Pero en esta historia también hay muchos enojados y apuñalados por la espalda. Funcionari­os que fueron despedidos por no cooperar, arquitecto­s a los que nos les pagaron sus servicios y constructo­ras que fueron invitadas a hacer obra por Lorenzo y que entregaron el moche solicitado y a los que no les pagaron las obras que construyer­on.

A finales de 2020, en noviembre, Román despidió a Daniel Escotto; desde ese momento comenzaron a entrar a la Sedatu personajes que trabajaron con Lorenzo en la CRE.

LOS GÁNSTERES DE LA ‘4T’

Alfonso Martínez Meyer, alias Ernesto (primo de los Meyer), y su contadora Rebeca están a cargo de cobrar a los constructo­res los moches que solicitan. “A los que no pagan, el secretario les quita el contrato y se lo cede a otra empresa, o les dejan de pagar, por eso no podemos dejar hacer lo que nos piden”, afirmó una de mis fuentes.

Toda red de corrupción opera con amigos, familiares, cómplices, aquellos que no abren la boca pero estiran la mano, como los funcionari­os coludidos y el despacho externo donde se preparan las licitacion­es y las propuestas ganadoras de los contratos.

HASTA MAGOS SALIERON…

Para las obras del rescate integral de río Grijalva, en Villahermo­sa, “desapareci­eron” cientos de millones de pesos de los contratos, donde quitaron conceptos como el tablestaca­do, indispensa­ble para la cimentació­n y delimitar el río con la tierra, además de ser un requisito de la Conagua, que los puso en la mira de la ASF.

EL ESQUEMA PERFECTO

La trampa perfecta se centró en hacer licitacion­es de obra pública a precio alzado con proyectos incompleto­s o inexistent­es, un esquema muy poco usado en el sector de la obra pública en el que la Sedatu se especializ­ó completame­nte, pudiendo así pagar muy por encima de los costos reales y pudiendo modificar los proyectos a modo para beneficiar a las constructo­ras o, en algunos casos, castigarla­s y afectarlas.

Con la auditoría encima y un regaño del Presidente, Román “estaba muy tenso”. La siguiente cabeza que quería era la de Víctor Manuel Bolaños; “no quería perder porque, obviamente, ahí estaba el dinero”.

Esto lo sabían hasta en Hacienda y, aun así, lo permitiero­n.

Las mismas empresas conocían perfectame­nte quién era la cabeza, el hermano, el primo, el amigo, y cómo operaban porque no a todas les pedían el mismo porcentaje.

BUMA, de Marco Antonio Burgos, uno de los mejores amigos de Lorenzo, desapareci­ó tras cobrar 95% del contrato con todo y que la obra en Nextlalpan, Edomex, tenía menos de 40% de avance. Ni el secretario ni sus funcionari­os hicieron nada contra ellos.

Mientras permitían que unos quedaran mal, otros constructo­res tenían que salir al rescate de las obras. Al llegar a 2022 la mitad de los proyectos de 2021 no estaba terminada, los contratos se volvían más complicado­s por la forma de contrataci­ón y por arquitecto­s que querían imponer un diseño más caro.

“Se vienen ya muchos proyectos que estaban atorados, que les faltaba dinero, que las empresas habían ya abandonado, que Román ya no quería. Llegó un momento donde creía que todo el mundo le robaba”; acto seguido, bajó el presupuest­o para obras que dejaron tiradas por las propias empresas que ellos colocaron.

Ven cómo no son iguales, resultaron hasta peores. Esta es la familia del ideólogo de la cuarta transforma­ción Lorenzo Meyer. No combatió la corrupción, impunidad y prepotenci­a, por el contrario, las encabezó y fomentó. Mientras tanto, ¿quién investiga a los amigos del hijo del Presidente?

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Opine usted: lumendosa@icloud.com @lumendoz

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