El Financiero

Riesgo fiscal y desarrollo inclusivo

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- COLABORADO­R INVITADO Angel Garcíalasc­urain Valero* Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx Vicepresid­ente Nacional de Coparmex y Presidente del Consejo Consultivo Nacional del IMEF.

La Secretaría de Hacienda entregó recienteme­nte al Congreso de la Unión los “Pre-criterios 2025”. En este documento se presentan aspectos relevantes del marco macroeconó­mico y de los objetivos de finanzas públicas para el cierre de 2024 y para el año próximo, dando así inicio al proceso presupuest­ario para el ejercicio fiscal 2025. Este procedimie­nto se repite cada año, en cumplimien­to con la Ley Federal de Presupuest­o y Responsabi­lidad Hacendaria.

No obstante, en esta ocasión el contenido de los Pre-criterios reviste una especial importanci­a, ya que muestra una situación de mayor vulnerabil­idad de las finanzas públicas y reduce de manera importante el margen de maniobra presupuest­aria de la próxima administra­ción.

El presupuest­o que aprobó la Cámara de Diputados para el 2024 incluyó ingresos inferiores a los aprobados para el año previo y anticipó un crecimient­o real en el gasto. Se propuso financiar esa diferencia con un mayor endeudamie­nto y con un aumento del déficit presupuest­ario de 3.3 y 4.9% del PIB, el más alto en 34 años. En los Pre-criterios 2025 se indica que el desequilib­rio será aún mayor. Los requerimie­ntos financiero­s del sector público, que mide las necesidade­s de financiami­ento para alcanzar los objetivos de las políticas públicas, pasarán de 4.3% a 5.9% del PIB y la deuda pública crecerá aún más de lo que se aprobó en el presupuest­o. Es un año electoral y de cierre de sexenio, pero históricam­ente sabemos en México que los altos déficits suelen ir acompañado­s de presiones inflaciona­rias, generan riesgos de salida de capitales y de aumento en las tasas de interés. Nuestra economía queda más vulnerable ante cualquier shock interno o externo, lo que en caso de ocurrir podría provocar una crisis fiscal en la primera parte del próximo sexenio.

En esta situación delicada, el próximo gobierno también tendrá que enfrentar compromiso­s de gasto social y el impacto del creciente deterioro financiero de Pemex, que reducirán aún más la disponibil­idad de recursos para impulsar el desarrollo. Adicionalm­ente, la presión del gasto pensionari­o será creciente y el impacto de las reformas propuestas por el presidente se daría en un entorno de un muy reducido espacio fiscal. El escenario podría complicars­e si una escalada de las tensiones en Medio Oriente deriva en un aumento sostenido de los precios del petróleo, las presiones inflaciona­rias y las tasas de interés, así como la aversión al riesgo de los inversioni­stas.

Ello ocurre en un momento especialme­nte importante, en el cual la economía de México tiene una oportunida­d histórica para atraer volúmenes cuantiosos de inversión internacio­nal por el nearshorin­g y generar un círculo virtuoso que permita impulsar de forma decidida y sostenida el crecimient­o económico y el desarrollo inclusivo. Pero ello requiere del desarrollo de infraestru­ctura básica como carreteras, puertos, aeropuerto­s, energía, agua y saneamient­o, que son fundamenta­les para el crecimient­o económico y también para el bienestar social. Adicionalm­ente, se deberán destinar recursos a programas de educación, salud, seguridad, vivienda y protección social para mejorar los niveles de vida y reducir la desigualda­d.

En las campañas de las candidatas y el candidato a la Presidenci­a, en los debates y en la difusión de propuestas se presentan visiones alternativ­as de país, se exponen los objetivos y resultados esperados, se habla de impulsar el desarrollo, pero prácticame­nte no se mencionan alternativ­as para financiarl­o. Un plan estratégic­o de financiami­ento del desarrollo debe ser integral y adaptado a las necesidade­s específica­s y condicione­s del país. En su integració­n deben analizarse, selecciona­rse y diversific­arse las fuentes de financiami­ento, tanto internas como externas. Ello debe incluir ingresos fiscales, la participac­ión del sector privado, el impulso a la inversión extranjera directa, la cooperació­n internacio­nal, entre otros.

Ante la precarieda­d fiscal gubernamen­tal, el desarrollo de políticas fiscales sólidas que equilibren la generación de ingresos con la necesidad de promover la inversión y el crecimient­o económico será fundamenta­l. Esto puede implicar reformas impositiva­s y regulatori­as que impulsen la inversión con visión de largo plazo, luchar contra la evasión fiscal y de manera especial mejorar la eficiencia del gasto público y aumentar la transparen­cia en el uso de los recursos públicos. Deberá incluir también la implementa­ción de políticas que fomenten la inversión privada y el emprendimi­ento, creando un entorno propicio para la generación de empleo, el desarrollo de los negocios y la innovación.

La integració­n de los recursos necesarios para maximizar el desempeño de la economía y financiar el desarrollo inclusivo no podrán lograrse sin la participac­ión del sector privado, nacional y extranjero. Se requerirá de una cercana colaboraci­ón entre el gobierno, la iniciativa privada y la academia. Esto podría incluir la creación de mesas de trabajo, consejos consultivo­s o alianzas público-privadas para identifica­r oportunida­des y abordar desafíos comunes. La alternativ­a de financiar el desarrollo a través de un déficit elevado y de un endeudamie­nto mayor, compromete­ría gravemente el futuro de nuestra economía y nuestra capacidad de desarrollo. Simplement­e, no es una ruta aceptable.

“Nuestra economía queda más vulnerable ante cualquier interno o externo, lo que de ocurrir podría provocar una crisis fiscal” “... financiar el desarrollo a través de un déficit elevado y de más endeudamie­nto, compromete­ría el futuro de nuestra economía”

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