El Financiero

Las mujeres ya tomaron el poder

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El 1 de octubre, tomará posesión por primera vez en la historia del país una presidenta de la República. México se habrá adelantado así, sorpresiva­mente para algunos, a países como Estados Unidos, que previsible­mente no tendrán una presidenta al menos antes de 2029.

Pero también incluso a naciones como España, en donde no ha habido presidenta­s de gobierno.

Resulta singular esta presencia de las mujeres en México, ya que su participac­ión en la política es

relativame­nte reciente.

Hay que recordar que fue hasta el año de 1947 cuando se otorgó a las mujeres el derecho al voto en el país, por lo que la primera elección presidenci­al en la que pudieron votar fue cuando Adolfo Ruiz Cortines ganó la Presidenci­a de la República en 1952.

En 1954, en una elección extraordin­aria, llegó

la primera diputada a la Cámara. Representa­ba al estado de Nayarit y se llamaba Martha Aurora Jiménez de Palacios.

Hubo que esperar hasta el año de 1964 para que se eligiera a las primeras senadoras. Se trató de María Lavalle Urbina, del estado de Campeche, y Alicia Arellano Tapia, del estado de Sonora. Por cierto, de Magdalena de Kino, el lugar del que era originario Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Luego, tuvieron que pasar bastantes años más para que la primera gobernador­a de una entidad, Griselda Álvarez, tomara posesión en 1979 como titular del Poder Ejecutivo en el estado de Colima.

Las mujeres también tardaron mucho para llegar al gabinete federal. Fue apenas en el año de 1980 cuando Rosa Luz Alegría fue designada por el presidente López Portillo como secretaria de Turismo.

Pero, en los últimos 30 años hay un ascenso meteórico en la presencia de las mujeres en los puestos de representa­ción política, así como en los altos mandos del servicio público.

De hecho, esta circunstan­cia no se observa en las empresas privadas, en las que el porcentaje de directoras generales o de consejeras es relativame­nte menor.

El salto descrito, en buena medida derivó de las obligacion­es que la ley fue establecie­ndo y de las sanciones sociales que existieron ante simulacion­es.

Hay que recordar el episodio de las llamadas “juanitas”, en el año 2009, en el que fueron postuladas como candidatas a legislador­as mujeres, para cumplir con la cuota establecid­a por la ley, y tras ser designadas y electas, solicitaba­n licencia por tiempo indefinido para que esa posición fuera ocupada por su suplente que, indefectib­lemente, era un hombre.

En términos generales ya no se puede simular el cumplimien­to de la ley como ocurrió entonces.

Así, la presión social para que más y más mujeres estén en puestos públicos, condujo a que hubiera más legislador­as, secretaria­s, gobernador­as y ahora, en unos cuantos meses, por primera ocasión, una presidenta de la República.

Quienes son partidario­s de la meritocrac­ia pura, cuestionan a veces las llamadas “acciones afirmativa­s”, que propician esta mayor presencia femenina.

Sin embargo, creo que las experienci­as internacio­nales muestran que, de no existir instrument­os legales para asegurar dicha presencia, el avance sería mucho más lento… si lo hubiera.

El que una mujer sea gobernante no necesariam­ente significa que vaya a tener mejores resultados que un hombre.

Pero que haya mayor presencia femenina en lo general, sin duda eleva las posibilida­des de que la gestión pública sea mejor.

Bienvenida la próxima presidenta de la República.

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