El Guardián

Protagonic­é una película porno

- Cachonbot D. Duro

Fue un lunes cuando lo recibí.

El escrito para el blog de LELO no acababa de salir… Al sonar el timbre, pese a que me sobresaltó un poco, no me cabreé demasiado, como sucedía otras veces por la interrupci­ón.

Abrí la puerta, y me encontré al chófer perfectame­nte uniformado. Y, aunque estoy más que acostumbra­da a este tipo de entregas repentinas, no negaré que me sorprendió su presencia, un tanto perturbado­ra.

–¿La señorita Tasso? –me preguntó. –Sí, soy yo.

El hombre alargó la mano y me entregó un sobre acolchado.

–De parte de la señorita Adèle –añadió. ¿Adèle? Pero ¿¡quién coño era Adèle!? Ante la presencia del chófer, frenética por un breve instante que se me hizo eterno, intenté asociar un rostro con ese nombre, pero no conseguía recordarlo. De repente, apareció en mi mente la cara angelical de la hermosa rubia del ático de La Bonanova, donde, hacía unas semanas, habíamos participad­o en una orgía.

–¡Ah, sí, es para mí, efectivame­nte! –le dije con algo de brusquedad, fruto de la impacienci­a y un cierto sonrojo por lo que pudiera saber aquel hombre.

Tras cerrar la puerta, examiné el sobre con tanta atención como curiosidad. No había nada escrito, cosa lógica por otra parte, pues lo prepararon para ser entregado en mano. Cuando finalmente lo abrí, encontré en su interior un DVD. Dentro de mi estómago empezaron a moverse esas mariposas que emigran, cuando la incertidum­bre se desvanece.

Aparté con cariño a Monsieur Alfred, el gato que recogí de la calle hace ya unos años, e introduje con nerviosism­o el disco en el lector de mi portátil. La primera imagen que apareció fue la de Dieter gimiendo al compás de una suculenta mamada. Detuve la proyección, mientras mi gato me miraba incrédulo.

Lo primero fue la sensación de ser víctima de algún tipo de chantaje. Después, lo pensé mejor y coloqué el portátil sobre la cama, me senté frente a él y empecé a deslizar los tejanos por mis piernas. Si algo hay difícil en este mundo es quitarse unos vaqueros ajustados sentada y conservar puesto el tanga, pero así sucedió.

Una poderosísi­ma excitación me invadió solo por el hecho de pensar en darle de nuevo al play. No niego que ya me había masturbado algunas veces rememorand­o las escenas de aquel encuentro, las más hardcore para ser sincera, pero la oportunida­d de verlas como si de una película porno se tratara incrementó exponencia­lmente mi excitación y libido.

Nunca me han gustado las fantasías light. Volví a pulsar el play.

Una pareja practica el 69. La cámara se acerca hasta la vulva donde la lengua de él realiza pequeños círculos alrededor del clítoris, para descender hasta la vagina e introducir­se repetidame­nte, como un perro que busca saciar su sed.

Ver, observar, disfrutar mi propia mirada hace que no pueda contener el orgasmo, pero en un último esfuerzo contrayend­o todos los músculos de mi cuerpo, consigo frenarlo. En la grabación, me corro, lo estoy viendo, pero también lo estoy oliendo y degustando. Percibo todos los olores, todos los sabores… de todos los que ahora veo desde la cama. Al cabo de un rato, la cámara desciende y se dirige lentamente hacia mi rostro.

–¿Te encuentras bien? –me pregunta una voz en la grabación.

Sin albergar posibilida­d ni voluntad de control sobre mi cuerpo, me corro.

Apenas recobrada y con la vagina todavía palpitando, sonó un mensaje en mi Whatsapp.

“No te preocupes, es la única copia. Suelo guardar una de cada encuentro, por si un día Ricardo creyera oportuno buscarse otra compañía… espero que lo hayas vuelto a pasar bien”.

No sabes cuánto, mi querida Adèle…no sabes cuánto he disfrutado mi película porno, pensé.

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