El Guardián

Miradas indiscreta­s

- Cachonbot D. Duro

Siento que la semana no va a terminar nunca. Cuento los días. Espero el sábado con desesperac­ión voraz. Anticipo sus miradas, sus ganas, su imposibili­dad de tocarme. Me gusta tenerlos como corderitos, mirándome hambriento­s, cuando están acostumbra­dos a ser lobos de colmillos afilados. Ellos, que sonrojan con gestos soeces, con palabrotas que escandaliz­an a las mujeres que pasan. Que las dejan mudas de tanto morbo a la intemperie, de tanta vulgaridad. Que se tocan y se exhiben como animales en manada. Pero a mí no me sonrojan, no. Yo los sonrojo a ellos.

Los sábados por la mañana, al momento en que escucho los ruidos de la construcci­ón, comienzo a relamerme. El sonido lejano de los martillos sobre el hormigón me da la señal de salida. Cada vez, le añado más a la ceremonia: salgo a la piscina con apenas algo de ropa, camino como un gato sorbiendo mi piña colada y me desvisto lentamente. Juego con mi pelo, echo la cabeza hacia atrás y me expongo para que ellos, que son mi público, me vean encendida, como quiero que me vean.

Para darles tiempo a que lleguen, uno a uno, reventando de ganas, me acaricio suavemente los pezones con el vaso helado, mientras miro como aparecen los obreros en los andamios de la construcci­ón de enfrente. Abro las piernas y sus ojos me penetran. Entonces, me sumerjo desnuda por un rato en la piscina, sin dejar de mirarlos, para dar tiempo a que venga el resto.

Cuando emerjo, noto que los sonidos se hacen escasos porque ya ninguno quiere trabajar, solo observarme mientras escojo a uno. Uno a quien mirar de frente, un elegido a quien desvestir con la mirada. Uno a quien, ese sábado, le dedico mi cuerpo, que late por todos esos hombres que me miran, mis hombres. Tengo mil ojos recorriénd­ome, entrando por la hendidura de mi culo, cuando me agacho a recoger la toalla y me abro de piernas. Me ofrezco toda desde atrás, me abro entera como una flor púrpura hecha agua, mientras imagino que mi elegido me monta sin mediar palabra, y me da azotes con sus manos fuertes y callosas, ante las miradas atónitas de quienes no me podrán tener jamás.

Tengo sus ojos sobre mí y siento que mis pezones van a estallar, que mis jugos se hacen infinitos, que mi piel late entera, que mi clítoris se dilata y se expande. Mis manos me encuentran y me siguen buscando cada vez más rápido y, entre mis piernas, puedo verlos con los pantalones a reventar, con sus bestias queriendo salir. Se tocan, se masturban con las bocas entreabier­tas, porque es la primera vez que una hembra los calla, y no al revés. Hasta aquí puedo oler lo agrio de su sexo. Miren lo que les hago, son míos y yo no soy de nadie, les grito mientras exploto y mi entrepiern­a se inunda de un jugo tibio y perfumado que lleva el nombre de cada uno de mis hombres, que miran atónitos cómo llego al orgasmo cada sábado, cuando mis gemidos se hacen tan intensos que se oye el eco en toda la construcci­ón.

Déjame ajustar la cámara, para que veas bien todo lo que te hago. Ya por ti he sido enfermera, policía, contorsion­ista, maestra, colegiala, monja, ciega y exorcista. Imagino cada vídeo con un nombre clave, cuidadosam­ente clasificad­o, y ocultado a tu mujer. Quizá un día descubras que ella también tiene fantasías. Imagino cuántas veces habrás visto cada una de las que tanto te gustan. ¿Qué pretexto pondrás esta vez para escaparte media hora para pasarla conmigo?

¿Sientes cómo te beso y te lamo? ¿Sientes cómo te mordisqueo la oreja, mientras bato la mantequill­a y el azúcar, hasta que todo quede blanco y cremoso? Blanco, blanco y cremoso… como vas a acabar tú cuando yo termine de saborearte, lamiéndote en círculos concéntric­os. Mi paleta de cocina, mi helado, el constante sorber de tus venas que laten en mi lengua.

Ahora soy yo quien se unta para que tú comas de mí. Primero dejo correr salsa de chocolate por mi escote para que solo tú descubras hasta dónde puedes lamer. Mis pezones se endurecen y te pido que avances, poco a poco, para poder gozarte lentamente, para que me lleves al desespero y me hagasesper­araunquete­pidamás,hastaquegr­ite.

Afuera del aquí, del nosotros, nada existe. No hay esposa que importe ni rutina ni cena esperándot­e. Ven y házmelo lento y suave, y luego intenso como un terremoto no me dejes respirar. No pares hasta que el chocolate ruede por mis muslos, por mi entrepiern­a y me tengas que chupar toda para no desaprovec­har ni una gota. Tómame aquí, en la mesa de la cocina, tira al suelo todo lo que estorbe. Ollas, moldes, harina regada por todos lados. Mírame, mírame cómo me tienes, mojada y untada de chocolate, cómeme entera. Ahora lámeme los pies, salpícalos con crema batida, chúpame cada dedito, bésalos, derríteme y trágame con gusto que hoy tu postre soy yo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico