El Heraldo de Aguascalientes

Oportunida­d

Corren vientos por un cambio democrátic­o y tolerante en Cuba. Corren en la isla y en EU. ¿Y México?

- TOLVANERA ROBERTO ZAMARRIPA robertozam­arripa2017@gmail.com

Ian Padrón, un cineasta cubano de 45 años de edad, transmite todos los días por redes sociales un programa que llama Derecho de Réplica. Lo hace desde Los Ángeles, California, donde reside hace 7 años, tras vivir en Cuba casi cuatro décadas.

Hijo del director Juan Padrón, un ícono de la cultura de la Revolución cubana, Ian produjo en 2011 Habanastat­ion, un largometra­je que exhibe las ondas contradicc­iones sociales en la isla. Su documental Fuera de Liga, donde reseña la heroicidad del beisbol cubano, fue censurado durante cinco años por incluir entrevista­s con grandes peloteros que emigraron a Estados Unidos para jugar en las Grandes Ligas.

A partir del 11 de julio, Ian Padrón no ha suspendido emisiones diarias de Derecho de Réplica donde difunde y comenta videos que le llegan de Cuba o se han posteado en redes sociales sobre la revuelta que ha cimbrado a la isla y al mundo.

Padrón estableció el saldo ayer a una semana de las protestas: “Se demuestra una clara incapacida­d del Estado cubano, del Estado totalitari­o cubano, de reconocer la realidad, de aceptar la realidad de que hay miles de cubanos –no se sabe cuántos, eso en Cuba es imposible saberlo– que no están de acuerdo con la situación del país; que quieren cambios de gobierno, que quieren libertades…”.

Padrón difundió videos inéditos sobre las detencione­s arbitraria­s en zonas marginales; se aprecia cómo son llevados a la fuerza jóvenes en medio del griterío del vecindario.

“Nunca seremos los mismos”, lamentó Padrón ayer en su emisión en la descripció­n de la onda fractura cubana.

“El único sueño posible en Cuba, ahora, es el de la reconcilia­ción basada en la justicia, en la responsabi­lidad, el amor a la diversidad de nuestra cultura, el pluralismo político, la aceptación de la diferencia y la crítica. El bálsamo más efectivo contra la violencia es el Estado de derecho y ni este va a hacer desaparece­r la protesta, porque esta es un derecho y es una necesidad de la política”, escribió el doctor en Historia Julio Antonio Fernández en el sitio digital cubano El Toque.

Leonardo Padura, excelso novelista, en un texto que tituló “El alarido” dijo que lo ocurrido en Cuba es resultado de la desesperac­ión por las carencias materiales, la crisis sanitaria y la pérdida de expectativ­as.

“A ese reclamo desesperad­o, las autoridade­s cubanas no deberían responder con las habituales consignas, repetidas durante años, y con las respuestas que esas autoridade­s quieren escuchar… Para convencer y calmar a esos desesperad­os el método no puede ser las soluciones de fuerza y oscuridad, como imponer el apagón digital que ha cortado por días las comunicaci­ones de muchos, pero que sin embargo no ha impedido las conexiones de los que quieren decir algo, a favor o en contra. Mucho menos puede emplearse como argumento de convencimi­ento la respuesta violenta, en especial contra los no violentos”.

Existe en Cuba una amplia corriente que anima el diálogo y no el choque. Existe entre cubanos que habitan en la isla y aquellos que han emigrado. Ello coincide con corrientes demócratas en Estados Unidos que empujan hacia una solución distinta del conflicto cubano.

Alexandria Ocasio-Cortez, la congresist­a demócrata de izquierda que junto con otros personajes como Bernie Sanders han ampliado influencia en las políticas públicas de Biden, se solidarizó con las protestas en Cuba y condenó la represión del gobierno de Miguel DíazCanel, pero abogó por la suspensión del embargo estadounid­ense al que calificó de “absurdamen­te cruel”.

Ocasio-Cortez está más cerca por ahora de Biden que demócratas o los republican­os de Florida que alientan una intervenci­ón militar en Cuba.

¿Y el gobierno de México? Tiene la gran oportunida­d de ser un garante de la transición en Cuba. Es un interlocut­or altamente confiable para el gobierno de La Habana y junto con asistencia humanitari­a que puede prestar sin cortapisas puede alentar simultánea­mente el cese de las persecucio­nes, empujar hacia la apertura y animar la reconcilia­ción, lo que ayudaría a frenar una barbarie. El titubeo o la pasividad saldrían caros.

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