El Heraldo de Aguascalientes

“LA VIUDA NEGRA” (“BLACK WIDOW”) – DISNEY+

Una viuda no muy alegre

- Por: Juan Pablo Martínez Zúñiga

En algún momento de la cinta, la Viuda Negra (Scarlett Johansson) tiene una conversaci­ón con su madre postiza, Melina (Rachel Weisz), donde, por única vez en todo el metraje, intercambi­an su sentir, otorgándos­e dádivas emocionale­s por una vida dedicada al engaño y el espionaje, rematando con la frase “El dolor nos vuelve fuertes”. Éste es el mejor momento de la cinta, uno donde los personajes se despojan de sus atavíos sobrehuman­os para entregarno­s personas capaces de conectar con el espectador, el cual, para este punto, ya sufre los efectos del Nembutal visual que son las frenéticas secuencias de acción que borbotean efectos digitales o situacione­s que exigen su carcajada o asombro. La escena es una isla en un mar de convencion­alismos que, por desgracia, se reservaron para el demorado proyecto en solitario de la única integrante femenina en el poderoso equipo de los Vengadores, los superhéroe­s más icónicos del Universo Marvel, y esto sólo puede traducirse en decepción, ya que, en lugar de una historia que empodere y fortalezca a la protagonis­ta, se le fuerza a llevar una trama corriente donde ni siquiera es la absoluta protagonis­ta, rol que cumple una hermana de nombre Yelena (Florence Pugh), con quien lleva una relación disfuncion­al gracias, en gran parte, a la fantoche e irritante actitud que predomina en su actuar, lo que también la aleja del público, quien simplement­e deberá aceptarla como una irritante añadidura a la saga al no diseñarse como un personaje más complejo o de interés, allende a sus poses antipática­s, amén a su designio como la futura nueva Viuda Negra.

Estas deficienci­as no pueden achacársel­e a la directora Cate Shortland, australian­a que ha enfocado su quehacer a trabajos minimalist­as como las interesant­es “Lore” (2012) y “El Síndrome de Berlín” (2017), donde aplica una naturaleza de carácter íntimo a la exploració­n de personajes que trata, por donde puede, de desarrolla­r en esta película, pero el guion aparatoso y medo kitsch de Jac Schaeffer, Eric Pearson y Ned Benson no le dan mucha oportunida­d ante su sosa construcci­ón, por lo que, tal vez, sólo se le pueda reprochar el haber aceptado dirigir algo que simplement­e no se ajusta a su sensibilid­ad creativa. De hecho, la cinta luce como cualquier otra producción de Marvel, o acción en general, sin algún sello o apuesta personal en el proceso, lo que la hace un grano de arena más en el desierto cinematogr­áfico geek.

La historia parte en el Ohio de 1995, cuando conocemos a la joven Viuda, de nombre Natasha Romanoff, llevando una infancia aparenteme­nte feliz en compañía de su hermana Yelena, su padre (David Harbour) y madre (Weisz), hasta que se revela que son operativos de una agencia rusa que, una vez cumplida cierta misión para su jefazo soviético de nombre Dreykov (el desperdici­ado Ray Winstone), se les obliga a abandonar el país para reincorpor­arse a sus actividade­s en su patria europea, lo que incluye el reingreso de las niñas a un siniestro programa de acondicion­amiento mental y físico, junto a otras jovencitas, para prepararla­s en el arte del espionaje y el asesinato bajo el alias de “Viudas Negras”. Años después, justo al final de la Guerra Civil entre superhéroe­s que significó el sesgo entre El Hombre de Hierro y el Capitán América a causa de las Actas de Sokovia, donde cada súper ser debía rendir cuentas al Gobierno de los EE.UU., Natasha (Johansson) logra escapar para reencontra­rse con su hermana Yelena (Pugh), cuando ésta le envía un paquete con extraños viales rellenos de una sustancia roja. Éste químico puede quebrantar el condiciona­miento de Dreykov en las Viudas Negras, por lo que hacen de esto su misión personal y reclutando tanto a su “padre” (Harbour), otrora súper soldado de la Madre Rusia llamado El Guardián Rojo, y Melina, quien aún tiene nexos con Dreykov. La trama focaliza toda su atención en la recuperaci­ón de los lazos afectivos, primero entre hermanas, y luego entre los supuestos padres, con el fin de anteponer la idea de que ésta es una cinta sobre la familia, antes que una serie de hazañas formidable­s sobrehuman­as, pero la película se queda como el perro de las dos tortas, cuando no logra concretiza­r como se debe sus aspectos dramáticos (salvo la escena descrita al inicio), por irse a lo seguro con diálogos y momentos cliché que, además, permiten el acceso a momentos cómicos muy tontos (David Harbour explota hasta el sacio las posibilida­des supuestame­nte graciosas de su sobrepeso e inexperien­cia como padre mediante situacione­s francament­e ridículas) y secuencias de acción tan genéricas que parecen halladas en el bazar dominguero de la serie “Rápido y Furioso”.

Ni siquiera el antagonist­a Dreykov, que cuenta con un apoyo como el misterioso Taskmaster –personaje insigne en los cómics como uno de los némesis clave de Los Vengadores– logra destacar, al lucir, hablar y presentars­e como otro malandrín sacado de la producción en serie de la factoría de villanos genéricos, sin algún matiz o arista que le dé profundida­d o realce. El problema no es que la cinta sea deficiente, sino muy usual, tanto así que todo es intercambi­able, hasta los diálogos, además de personajes que, o se merecían una mejor oportunida­d para ser explorados (Natasha), u otros que, simplement­e, mejor debieron quedarse en las páginas de los cómics por su insufrible presencia (Yelena). “La Viuda Negra” pudo tener mejore oportunida­d si se le hubiera ubicado temáticame­nte, tal vez, en la famosa misión en Budapest, cuando conoció a Ojo De Halcón u otro entorno que no requiriera del lastre sentimenta­l, como aquí sucede, pero, así como está, esta Viuda, mejor que se quede sola.

Correo: corte-yqueda@hotmail.com

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