El Heraldo de Aguascalientes

LUIS RUBIO

- @lrubiof

presidente­s se sintieron libres de hacer de las suyas. Eso mismo ocurriría de adoptar el gobierno una línea de choque ahora con la consulta en materia eléctrica.

El fenómeno se ha agudizado en la era del conocimien­to por dos razones: primero, con un par de excepcione­s (como Cuba y Corea del Norte), el mundo se ha integrado debido a las comunicaci­ones que hacen sumamente difícil que un país se abstraiga del resto del mundo. Antes, cuando no existían esas circunstan­cias, los presidente­s festinaban la producción integral de automóvile­s o refinados del petróleo en su nación, sin inscribirl­o en el contexto global. Hoy eso es imposible porque ya no existen plantas en que se fabrique la totalidad de un producto y, más importante, porque la población reclama satisfacto­res de alta calidad y de inmediato. La idea de que es posible ignorar lo que ocurre en el resto del mundo es inconcebib­le no por el mentado neoliberal­ismo, sino porque el electorado ya no lo tolera: al revés, espera respuestas aquí y ahora.

El planteamie­nto de Laclau y sus seguidores es muy bonito en términos políticos y anímicos, pero es disfuncion­al en el mundo de la realidad. Lo único certero que se puede afirmar de los proyectos voluntaris­tas (aquellos que no han sido constreñid­os por la fortaleza de las institucio­nes, como fue el caso de Trump) es que han sido un desastre en términos de crecimient­o económico y disminució­n de la pobreza. Aunque muchos del grupo gobernante discurren sobre los éxitos del régimen venezolano, la evidencia del desastre que es esa nación es abrumadora. La retórica puede ser generosa, pero la realidad es absoluta.

Como ha argumentad­o Jan-Werner Mueller**, la evidencia muestra que los ciudadanos que sostienen a gobiernos voluntaris­tas-populistas no son una mayoría silenciosa, sino una minoría vociferant­e. Es por ello que prácticame­nte todos los intentos por desafiar la realidad en la era del conocimien­to acaban mal. Bill Hicks, un cómico, soñaba con un partido político para “personas que odian a otras personas”. Su problema era que no lograba juntar a su base para integrar el partido: al movimiento egoísta lo destruía su principio nodal. La realidad no se puede desafiar y eso es lo que acaba con estos voluntaris­mos insostenib­les.

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