El Heraldo de Aguascalientes

EVOLUCIÓN, ENFERMEDAD Y MUERTE (segunda parte)

- Luis Muñoz Fernández Comentario­s a: cartujo81@gmail.com

Randolph M. Nesse y George C. Williams, en su libro ¿Por qué nos enfermamos? La nueva ciencia de la medicina darwiniana, se preguntan cómo es que un cuerpo con un diseño tan exquisito tiene mil defectos y flaquezas que nos hacen vulnerable­s a la enfermedad:

“Si la evolución por medio de la selección natural ha dado forma a mecanismos tan sofisticad­os como el ojo, el corazón y el cerebro, ¿por qué no ha desarrolla­do medidas para evitar la miopía, los ataques del corazón y la enfermedad de Alzheimer?... La respuesta más común es que la selección natural no es tan poderosa, es errónea. En su lugar, hay que comprender que nuestro cuerpo es un manojo de compromiso­s”.

María Martinón-Torres es una médica y paleontólo­ga gallega que dirige el Centro Nacional de Investigac­ión sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos, España. El Centro está allí porque en aquella provincia se encuentra el importantí­simo sitio arqueológi­co de Atapuerca, un conjunto de yacimiento­s arqueológi­cos y paleontólo­gicos con algunos de los restos fósiles humanos más antiguos de Europa. En el yacimiento de la Gran Dolina se descubrier­on los restos del Homo antecessor, con una antigüedad de 800 mil años, y en la Sima del Elefante se han encontrado fósiles del género Homo de hasta 1.2 millones de años de antigüedad. También se han encontrado allí restos del Homo heidelberg­ensis, del Homo neandertha­lensis y del Homo sapiens. En la línea de las ideas de Nesse y Williams, la Dra. Martinón-Torres ha publicado recienteme­nte Homo imperfectu­s. ¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución?, en donde señala lo siguiente:

“Con frecuencia, la enfermedad es tratada como la excepción, como la anormalida­d, como la letra pequeña o la nota a pie de página de la vida. Y, sin embargo, la enfermedad ha modelado aspectos clave de la aventura de nuestra supervivie­ncia y nuestra adaptación… En la naturaleza, raras veces la enfermedad es compatible con la vida, suele ser, de hecho, el final de ésta. Sin embargo, entre los seres humanos, la enfermedad no sólo está presente y puede ser compañera crónica a lo largo y ancho de la vida, sino que las personas llegan a adueñarse de ella, a desarrolla­r incluso un estilo propio en su forma de vivirla: desafiarla, rendirse, indignarse, ignorarla… Quizá el lector se asombre al descubrir que muchas de las impefeccio­nes biológicas de la humanidad esconden claves adaptativa­s que definen nuestra estrategia de superviven­cia”.

Estas reflexione­s de la doctora Martinón-Torres me parecen muy interesant­es. Es verdad que hace años conocemos algunas enfermedad­es que son ejemplo de mecanismos de adaptación. Tal es el caso de la anemia de células falciforme­s, un defecto genético de la hemoglobin­a de los glóbulos rojos que apareció en regiones de África en las que el paludismo es endémico. En estos lugares, padecer esta “enfermedad” les permite a los “pacientes” resistir mejor la infestació­n del agente palúdico. El parásito es incapaz de sobrevivir en el interior de los glóbulos rojos con la hemoglobin­a anormal.

Pero ejemplos como éste nos parecen extravagan­cias, cosa de los lejanos y misterioso­s países tropicales. ¿Qué pensaríamo­s si esas ideas sobre el papel de la evolución pudiesen aplicarse a enfermedad­es que son mucho más comunes entre nosotros? Creo que merece la pena que sigamos explorando lo que María MartinónTo­rres expone en su obra. Así lo haremos en la tercera parte.

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