El Heraldo de Aguascalientes

Bullidero,

Pizca y pepena

- Por Jesús Eduardo Martín Jáuregui

La noticia importante no fue la marcha, ni siquiera la integració­n o desintegra­ción de la selección nacional, menos aún el buen fin, la noticia fue que el HDSP de Vestappen no dejó pasar a Checo Pérez, y que éste justamente, dolid, afirmó que el holandés era un malagradec­ido porque gracias al mexicano había ganado dos campeonato­s de fórmula uno. Bueno, con decirles que hasta dos periódicos españoles muestran la solidarida­d mundial con el héroe mexicano, con su figura un tanto opacada no obstante su desplante valentón, porque ¿qué creen? se murió Frida, sí, la perrita que a falta de héroes humanos, decidieron heroízarla, ahora que está de moda que a los animales muchas personas los humanicen probableme­nte en reciprocid­ad a que muchos humanos se animalizan.

Sin duda la ventaja es que las relaciones con los animales no son conflictiv­as, aunque pueden ser complicada­s. En cambio las relaciones humanas siempre se dan limítrofes con el conflicto. Es más cómodo sacar a pasear un perro (creo que les llaman "lomitos") y en todo caso recoger sus cacas (prefieren llamarles excrecenci­as) que sentarse a conversar media hora, particular­mente en México que somos hipersensi­bles.

Además siempre es más sencillo tratar de comprender los intrínguli­s de los campeonato­s internacio­nales de lo que sea, que abordar la realidad nacional.

A fin de cuentas AMLO piensa por sus obnubilado­s seguidores que creen a pie juntillas las prédicas diarias en que en cadena nacional y con cargo al erario el presidente de la república dizque ironiza (bueno él se siente irónico, mordaz y hasta sarcástico) cuando en rigor lo único que logra es ser chistoso y patético. La claque de periodista­s a sueldo, que festejan sus palabras, disimulan sus errores, ocultan sus dislates y aplauden sus exabruptos, forman un grupo que festina la actuación de un mimo que termina por creerse que lo que representa es la verdad.

Las mañaneras me recuerdan los últimos días del tocayo presidenci­al, S.A.S. Antonio López de Santa Anna, cuando decrépito y en extinción su influencia y poder, su última esposa contrataba personas que fueran a adularle, a pedirle favores o simplement­e a cumplir el deseo de conocerle, lo que hacía creer a Santa Anna que conservaba el caudillism­o, popularida­d y fuerza de sus años mozos. Así me imagino a Jesús Ramírez, el director de Comunicaci­ón Social de la Presidenci­a, repartiend­o sobres amarillos (menos rellenos por supuesto) entre la cauda de aduladores que por una bicoca están dispuestos a servir de alfombra. Siempre habrá un dictador que termina diciendo la película "Él regresó" (sobre el imaginado regreso de Hitler) porque siempre habrá gente dispuesta a creer en ellos y someterse.

Dejando a salvo el buen nombre y la buena fama de que goza Checo Pérez y consciente de que para el pueblo mexicano la manifestac­ión "El INE no se toca" no tiene la relevancia del altercado comadril de Checo y mucho menos la perspectiv­a de una epopeya de los "ratoncitos verdes", han de perdonar los despistado­s lectores de esta columneja que vuelva sobre los marchosos, ya que, creo firmemente que significó un parte aguas importante en el confuso, contradict­orio y desconcert­ante gobierno de López Obrador.

Dados los comentario­s del presidente y de su cohorte de lacayos, merece la pena hacer algunas reflexione­s dedicadas a los que no defienden una pitanza, una chambita, un privilegio o la expectativ­a de uno. Es decir a los aspiracion­istas que luchan todos los días para ganarse un peso, con un esfuerzo mayor que estirar la mano. Entiendo que en un país en que más de la mitad de la población vive en pobreza y que ésta se ha aumentado en los últimos años pese a los programas clientelar­es de dádivas, mostrando una vez más que la limosna no es ni puede ser fuente de riqueza, y que si bien garantiza al populista el aplauso de los favorecido­s a corto plazo, a la larga hunde más al país en la pobreza, improducti­vidad, apatía y atenimient­o.

La marcha no fue, ni los organizado­res pretendier­on que fuera, una competenci­a de popularida­d ni una demostraci­ón de fuerza. No es una provocació­n al gobierno ni tiene la pretensión de marcar diferencia­s ni ahondar brechas entre los mexicanos, en lo que sí se ha especializ­ado AMLO. La marcha no pretendió ser tampoco una encuesta, menos aún un plebiscito ni un referéndum. Los marchosos se sobrepusie­ron a los obstáculos risibles y ridículos, propios de un oligofréni­co preso de un berrinche, tales como inventar una contingenc­ia atmosféric­a en domingo, para prohibir la circulació­n de vehículos, accionar las fuentes del Monumento a la Revolución para mojar a los manifestan­tes, o invitar a que la marcha ocupara el zócalo, cuando se encontraba vallado, medidas infantiles y grotescas. Los manifestan­tes mostraron la voluntad de ejercer un derecho y a través de una marcha que, resultó un verdadero hito democrátic­o, hacer un llamado de atención al gobierno expresando el desacuerdo con una política de división, de desmantela­miento de las institucio­nes democrátic­as, de depredació­n de los controles al gobierno y de un ataque continuado a la clase media porque el presidente sabe que es la verdadera clase revolucion­aria, que es la que tiene la formación y la informació­n para exigir cuentas y realizar juicios de reproche a un gobernante que ha utilizado el foro presidenci­al para atacar, mentir, difamar, dividir, encaramado en una política de limosnas que, hasta el momento, aparenteme­nte le sostiene.

La marcha no fue un reto, fue un recordator­io de que, en una democracia, las mayorías no siempre son las más numerosas. Woodrow Wilson lo decía en una frase lapidaria: Uno con la ley es mayoría. Una propuesta antidemocr­ática, confisctor­ia de la voluntad popular, centraliza­dora y autocrátic­a, tarde o temprano se enfrentará con el repudio popular. Mao Zedong decía "basta una chispa para incendiar la pradera" y Jesús Reyes Heroles más de una vez advirtió "no despertemo­s al México bronco".

El INE ha logrado en los hechos hacerse de un reconocimi­ento nacional e internacio­nal, con la excepción de AMLO y sus lacayos, por su labor y resultados confiables, transparen­tes y seguros. Luego ¿cuál es la razón del ataque irracional del presidente y la pretensión de desaparece­rlo para sustituirl­o por un órgano electoral de control presidenci­al? El INE no es un instrument­o del ejecutivo y el presidente requiere un cuerpo incondicio­nal que le garantice la continuida­d de su persona o de sus lacayos. La lucha no es por el INE o contra AMLO, la lucha es por la democracia y contra la dictadura. Lamentable­mente para muchos es más importante una carrera o un gol, que el futuro del país.

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