Lo inadmisible
Todo indica que ahora sí ya inició la contienda electoral del 2024. La marcha del domingo pasado en contra de la reforma electoral del Presidente y la marcha que está organizando Morena para el siguiente domingo parecen rituales de iniciación. No obstante, cabe precisar que, tratándose de la coalición Va por México, una cosa es el número de personas a las que les parece importante la defensa del INE y otra es el número de personas que votaría por su proyecto político de “Lo que sea menos Morena”. Ese proyecto me parece que hoy sólo entusiasma a los más radicalizados; pero, claro está, apenas inicia este largo y muy posiblemente tortuoso proceso electoral.
Lo que me parece nuevo en este contexto político es el efecto que tiene la polarización sobre los contenidos y el debate público de la propia contienda. La polarización hace que el debate político sea extraordinariamente emotivo. Los dos extremos antagónicos desbordan emociones negativas hacia los miembros y seguidores del otro bando. Esas emociones, además, cohesionan la militancia del grupo. Es un debate de blancos y negros y de mucho resentimiento mutuo. A veces parece que importa más qué sienten sus protagonistas, que qué creen y qué piensan hacer si llegan al poder.
Todo ello me parece que ha hecho que los problemas más graves e inadmisibles que padece la gente, esos que hace años deberían haber sido solucionados por todos los que que hoy contienden por el poder, se difuminen y pierdan su correcta dimensión. La clase política ya no habla de esos problemas. A los gobiernos de todos los colores tampoco les parece crucial intentar resolverlos. En realidad, nuestra clase política ya no está debatiendo problemas y soluciones. Lo que existe es una gritería, una confrontación.
Todos los días también existe más de una noticia que retrata lo profundamente
La clase política ya no habla de los problemas más graves e inadmisibles de la gente. Lo que existe es una gritería, una confrontación.
arbitrario e injusto que es nuestro país. Claramente el México de los excluidos y los más agraviados necesita urgentemente cambios profundos en el funcionamiento del Estado. Uno de esos cambios urgentes es, por ejemplo, la transformación de las fiscalías y los tribunales locales. Sin ello, no hay manera de que los que padecen las más graves inequidades y violencias tengan derecho a la verdad, a la protección de la ley y a la reparación económica. Eso forma parte sustantiva de un país más justo y más en paz.
En lo que sea que llamemos democracia, en México ya debería ser inadmisible que el fiscal de Morelos presente una necropsia falsa para garantizar impunidad a quien posiblemente mató a Ariadna López o fue cómplice de quien lo hizo. Todo parece indicar que la oposición de esa entidad se va a encargar de protegerlo. También debería ser inadmisible que Cecilia Patricia Flores, la fundadora del grupo de Madres buscadoras de Sonora, denuncie y pida protección a la FGR porque las autoridades se niegan a darle protección a pesar de estar amenazada de muerte. ¿No debería ser inadmisible no apoyar a Cecilia y las otras personas afiliadas a su grupo? Es inimaginable el dolor y el desasosiego en el que viven esas familias. Estos son dos casos recientes. Existen muchos, muchísimos ejemplos de lo que en México debería ser un reducto mínimo de lo inadmisible.
El piso básico de lo que debe garantizar un gobierno –ese núcleo duro que lo justifica– pasa por resolver los conflictos producto de la violencia y la tremenda crueldad de unos contra otros. El sistema de justicia en sentido amplio (fiscalías, defensorías, tribunales, abogados privados, ONGs, etc.) debe poder hacer creíble para todos que existe lo inadmisible, es decir, que existe un conjunto mínimo de conductas que son intolerables para todos y todas en términos axiológicos y que la maquinaria de justicia se encarga de hacerlo valer siempre, se trate de quien se trate. Es decir, lo inadmisible sólo se puede dibujar cuando existe un conjunto mínimo de conductas en donde siempre prevalece la ley frente al poder, la ineptitud, el dinero, la influencia o el nepotismo. De eso está hecho el material con el que se construye lo inadmisible. En México –y en el mundo– creo que es imprescindible comenzar ya a dibujarlo.