Vasos medio cuchareados
Los más torpes oradores políticos desarrollan habilidades extraordinarias para cucharear la información. Con giros malabaristas convierten lo malo en bueno o viceversa, ya sea que la situación ocupe, como verbalizan los nacos, lo contrario de la realidad o la realidad de lo contrario.
Hace como medio siglo, un periódico capitalino desplegó una campaña en sus propias páginas para promover lo “positivo” contra lo “negativo”, objetivo típico en una cuchareada.
Una imagen mostraba un vaso con agua hasta la mitad y el texto en caracteres grandes proponía que “en la información periodística hay vasos medio vacíos y vasos medio llenos”. Por supuesto el rotativo presumía de ser un periódico que informaba de puros vasos medio llenos en camino de llenarse completamente de información desarrollista.
Cualquiera de los supuestos –medio lleno o medio vacío– era imposible de ser probado y más difícil resultaba refutar o negar la mentira o consolidar la verdad de la noticia en cualquiera de sus dimensiones.
Pero lo que era un hecho es que el lector y protagonista de épocas históricas difíciles –como la de hace medio siglo o la de hace 60 minutos– prefiere las novedades bonitas, aunque sea por obra del maquillaje a las noticias feas producto de la realidad sin maquillaje.
Así era la comunicación política durante la siniestra época presidencial de Miguel de la Madrid y así es durante la época presidencial de Andrés Manuel López Obrador, ambos vasos ocupados hasta la mitad y ambos recipientes más que vacíos, MMH rajado en el fondo y AMLO ídem, incapaces de contener un contenido inexistente. Obviamente, cada uno de los dos vasos quebrados y vacíos desde el primer día de sus respectivos mandatos sobre pueblos temerosos de una extinción anunciada.
Lo invito a que juegue usted a leer hoy la información sobre la galopante crisis económica, vaso vacío como ninguno, excepto el actual sexenio. Haga lo mismo en las redes sociales vacías por definición y los medios buenos que sobreviven con dificultad la atonía del amlismo.
No encontrará usted nada en ninguno de los vasos medio vacíos de un De la Madrid extenuado y confuso por el terremoto, vacío como recipiente lleno de aire y espuma visceral. Igual se topará con el desocupado espacio retórico y material del muro de nada por aquí/ nada por allá de los aconteceres sin resultados efectivos de López Obrador y sus profetas del pretérito insustancial.
Eso en el nivel nacional, para nada internacional, pues no figuramos, no alumbramos ni siquiera con el uranio del sureste mexicano que, cuando mucho, pudimos utilizar para pintar de negro las vasijas de barro de San Bartolo Coyotepec.
En Coyotepec el barro radioactivo quemó hasta su muerte a doña Rosa, la célebre alfarera oaxaqueña que nunca dejó de ser un “ítem” pintoresco. Ni ella misma lo supo, aunque los comerciales de la mexicana alegría la universalizaron, naturalmente sin contenido productivo que sacara de la miseria a los indígenas oaxaqueños.
Así les contamos nuestra historia a los cansados viajeros que llegan a Aztlán a beber aguas frescas en las vasijas, ni medio vacías ni medio llenas, de doña Rosa y sus manos mágicas, medio quemadas o medio sanas por el uranio improductivo que algún día levantarán los norcoreanos o los ucranianos en vasos llenos que ellos vaciaron para luego abandonarnos, ni medio vacíos ni medio llenos.
La información sobre la galopante crisis que vivimos los mexicanos no es un vaso “medio lleno”.