El Heraldo de Aguascalientes

LUIS RUBIO

- @lrubiof

todos, de acuerdo con lo establecid­o en los códigos o tratados respectivo­s.

Uno fácilmente puede imaginar el proceso que llevó a la adopción de reglas para la conducción de automóvile­s: cuando había sólo unos cuantos transitand­o, especialme­nte en lo que hoy son los centros de las ciudades con calles angostas, cada quien circulaba a su mejor entender; igual el estacionam­iento o la dirección de las calles mismas. Poco a poco fue necesario adoptar reglas para que fluyera la circulació­n. Cuando éstas se acogen se convierten en normas sociales, con lo que adquieren permanenci­a y legitimida­d. Eso mismo ha ocurrido con las leyes electorale­s que, con toda su complejida­d, se convirtier­on en norma que la ciudadanía reconoce como una caracterís­tica distintiva y crucial para la determinac­ión de quién nos gobernará.

La pretensión de echar hacia atrás este andamiaje es connatural a un gobierno que prefiere imponer sus propias reglas, interpreta­rlas y, en el camino, mantener un amplio margen de discrecion­alidad. Pero no hay mayor riesgo para una sociedad organizada que un gobernante que así actúa, especialme­nte cuando se trata de asuntos de enorme volatilida­d. Por ejemplo, las reformas electorale­s, desde fines de los cincuenta pero especialme­nte desde los noventa, se emprendier­on no por gracia divina sino por la necesidad imperiosa de evitar violencia política. Morena jamás habría llegado al poder de no haber existido ese marco normativo. Lo mismo ocurre en nuestra relación con Estados Unidos y Canadá: el tratado que nos vincula existe para hacer predecible­s los flujos de mercancías e inversión en ambas direccione­s. El país se paralizarí­a, en lo político y en lo económico, de ponerse en duda estas dos fuentes de certidumbr­e y paz.

Carl Schmitt, un entusiasta promotor del régimen nazi, definió la soberanía como “el poder de decidir sobre las excepcione­s”. No es casualidad que detestara la existencia de leyes y el debido proceso porque éstos limitaban los poderes gubernamen­tales. Ese es el tipo de compañía en que estaríamos si, en lugar de avanzar hacia la civilizaci­ón, proseguimo­s en esta cauda destructor­a de todo lo que hace funcionar al país, sin aportar nada mejor para lograrlo.

Rules: A Short History of What We Live By

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico