El Heraldo de Aguascalientes

Inventar grietas

-

Europa ha delegado en el Tercer Mundo la incómoda tarea de hacer revolucion­es. Las luchas que serían intolerabl­es en las sociedades de bienestar son vistas con entusiasmo cuando ocurren lejos. Fue el caso de la rebelión zapatista, que se dio a conocer mundialmen­te hace treinta años en su “guerra contra el olvido”.

El respaldo internacio­nal al zapatismo no ha sido ajeno a la pasión romántica por el continente donde todas las frutas son posibles ni a la folklórica sed de otredad, pero también se ha fundado en una genuina solidarida­d y en la búsqueda de nuevas recetas para los males del desarrollo. En 2021, las travesías en barco de siete y de 150 miembros de un “batallón” aéreo reforzaron las alianzas con colectivos europeos que se oponen a la destrucció­n de la naturaleza y del tejido comunitari­o. En tiempos globalizad­os, impedir la construcci­ón del tren transescan­dinavo que amenaza el pastoreo de renos pertenece a la misma estrategia que frenar el devastador avance del Tren Maya.

No ha sido fácil entender las evolucione­s del zapatismo, entre otras cosas porque el movimiento que ganó consenso gracias a un discurso integrador (“Nunca más un México sin nosotros”) y al repudio de todo oportunism­o (“Para nosotros nada” … “Ayúdenos a desaparece­r, a no ser necesarios”), ha cambiado su estrategia de comunicaci­ón sin deponer sus ideales.

Un largo proceso llevó a este viraje. En 1996, los zapatistas firmaron los Acuerdos de San Andrés con los delegados del presidente Zedillo. Eso debía conducir a rediseñar la vida en común. Los indígenas no planteaban separarse del país, sino garantizar la existencia que perdieron al ser despojados de las tierras comunales. Su concepto de “autonomía” no obedece a un criterio meramente territoria­l, sino de integració­n multicultu­ral. Pero los legislador­es no estaban preparados para asumir la aventura de Rousseau, Locke y otros teóricos del contrato social. Los Acuerdos no se convirtier­on en ley.

Cuando Fox ganó las elecciones,

Los zapatistas resisten en condicione­s precarias. No pretenden abrir puertas sino una grieta en la pared para que entre nueva luz.

prometió acabar con las tepocatas, las víboras prietas y demás alimañas que medraban en el gobierno. Intoxicado por su propia retórica, también prometió arreglar la situación de Chiapas “en quince minutos”. Los zapatistas le tomaron la palabra y en 2001 salieron de sus territorio­s en la “Marcha del Color de la Tierra”. Recibieron notables muestras de apoyo en todo el país y fueron celebrados por una multitud en el Zócalo. La comandante Esther habló ante el Congreso y pidió que los indígenas formaran parte de la Casa de la Palabra. Este llamado a la inclusión fue desoído. Los diputados de todos los partidos ignoraron los Acuerdos.

Los fantasioso­s quince minutos de Fox se disolviero­n mientras las víboras prietas y las tepocatas desaparecí­an rumbo a nuevas madriguera­s.

A partir de la negativa del gobierno a cumplir con Acuerdos ya firmados, los zapatistas iniciaron una política de repliegue, que incluyó a la comunicaci­ón.

Desde los primeros días del levantamie­nto se cuestionó la legitimida­d de que Marcos, provenient­e de la clase media, hablara en nombre de tzeltales o tojolabale­s. De ese modo, al pedir “denominaci­ón de origen”, se reducía un tema político a una exigencia racial.

No fue Marcos quien habló ante el Congreso y en 2014 el subcomanda­nte desapareci­ó para asumir la figura de Galeano, que a su vez dejó su lugar al actual capitán Marcos. Estas transfigur­aciones han resignific­ado sus tareas, situándolo a veces en segundo o tercer plano. Hay pocos ejemplos de figuras de esa magnitud que renuncien a los réditos de su carisma.

El zapatismo sigue vigente de otro modo. De las tareas proselitis­tas que lo ubicaron en la Aldea Global, ha pasado a algo más significat­ivo y menos noticioso: el heroísmo de mejorar la vida diaria.

Chiapas padece los avatares del crimen organizado, los grupos paramilita­res, las pugnas religiosas, la migración masiva y la corrupción de los poderes locales. Los zapatistas resisten en condicione­s precarias. Según han dicho, no pretenden abrir puertas porque la política nacional no tiene puertas, sino una grieta en la pared para que entre nueva luz.

En Dolores Hidalgo, Chiapas, asistiremo­s a la conmemorac­ión de treinta años de esperanza. “Pocas cosas son tan subversiva­s como la memoria”, señala el comunicado del 6 de diciembre.

Atesorar recuerdos sirve para fraguar el porvenir: el amanecer siempre es futuro.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico