FRANCISCO VILLA y Adolfo de la Huerta
Hace 75 años, el periodista José Valadés publicó una serie de artículos dedicados a la correspondencia entre el general Francisco Villa y el presidente Adolfo de la Huerta. A la vuelta de los años estos documentos son de gran importancia porque contienen información muy relevante de las gestiones que el general realizaba con el Secretario de hacienda así como de algunas actividades en Canutillo. Las últimas cartas se relacionan con Jesús Herrera y las acciones que éste estaba preparando en contra del general.
Escribió Valadés en el primero de esos artículos que don Adolfo de la Huerta era uno de los políticos más sutiles que había tenido México, que sin faltar a sus compromisos de partido pudo realizar grandes empresas de coordinación de hombres y de pensamientos, y había logrado conquistar el respeto y la distinción del general Francisco Villa. En la serie de cartas cruzadas entre De la Huerta y Villa no solamente se revelan los sentimientos de uno y de otro, sino también algunos aspectos de la vida del guerrillero desde su rendición hasta su muerte.
Agrega Valadés los siguientes comentarios:
Las cartas, en una de las cuales el general Villa decía al señor De la Huerta que había llegado a quererlo “casi familiarmente”, rodaron por la Ciudad de México desde 1924 hasta hace pocos meses cuando, junto con documentos relacionados con los sucesos de 1923, llegaron a mi poder.
Corresponden estas cartas a la edad en la que el general Villa ya no era el guerrillero desmesurado de los años anteriores a la muerte de don Venustiano Carranza. Se trataba entonces del agricultor Villa; del propietario de la hacienda de Canutillo, quien comenzaba a tener preocupaciones y atrevimientos bancarios; quien aparecía interesado por las “clases proletariadas”.
¡Cuánto hay que reservar en el epistolario del general Villa!
De vez en cuando lo apacible de una vida, se convierte en inquietud. La rebeldía y la autoridad del hombre que ha sido dominada estallan fuertemente: la pasión del guerrero se desborda ora cuando cree que lo siguen en sus pasos, ora cuando es advertido de la presencia del general Francisco Murguía.
Villa es agricultor. Ha ofrecido al señor De la Huerta, desde el acuerdo de Sabinas, vivir en paz, alejado de los negocios públicos; pero el hombre de guerra no puede detener sus ímpetus y, si no amenaza, en sus palabras hace saber que todavía es capaz de grandes empresas guerreras.
La redacción de todas y cada una de las cartas lleva impresa el estado anímico del individuo. No las escribe él; pero las dicta. Las palabras son propias de Villa; y de nadie más que de Villa.
Hoy un signo, aparentemente sin trascendencia en estas cartas. Este signo es el membrete; llamémosle el ex libris. En los primeros meses de residencia en Canutillo en el membrete aparece una pequeña figura representando la justicia; la figura crece en el correr de los meses. ¿No puede ser esto, el indicativo de que en el guerrero comenzaba a desenvolverse un nuevo sentimiento?
Tratando de engrandecer y de enriquecer sus fincas, el general Villa pedía tierras y dinero, no sin dejar de lamentarse siempre de haber resentido fuertes pérdidas en sus propiedades durante la Revolución.
El gobierno del general Álvaro Obregón se manejaba complaciente a través del señor De la Huerta, quien discreto y político buscaba afianzar la conquista de Villa por medios persuasivos y de concesión.
CARTA UNO La primera de estas cartas que el
general Villa escribió al presidente De la Huerta tiene fecha del 27 de marzo de 1921. En su contenido expresa el malestar que le producen las opiniones o ataques que recibe de algunos políticos inútiles que “cacaraquean” como gallos corrientes, con puras habladas. El general se reserva los nombres de esos políticos, pero deja expresada con toda confianza su inquietud al secretario del presidente de la república.
“Muy respetable señor ministro y fino amigo:
Aprovecho el apreciable conducto del señor general don Enrique de León, portador de la presente y persona a quien usted conoce bien, para enviar a usted un afectuoso y sincero saludo, cortesía nacida de las consideraciones con que siempre distingo a mis buenos amigos como usted, y precisamente por esa buena fe y sinceridad que nos une, me voy a permitir hacerle algunas indicaciones de carácter íntimo, ya que quiero tener con usted la confianza Villa en las negociaciones de Sabinas, Coahuila. que caracteriza a los hombres de buena fe, como creo usted la tiene conmigo.
En la línea de conducta que usted se ha trazado como funcionario público, estoy seguro, mi buen amigo, de que no olvidará a sus verdaderos amigos, ni retirará de su lado a los hombres de guerra, sencillos y francos, que casi siempre son molestados por los políticos, que nunca pueden ser de la acción de aquéllos y que en tiempos de tinieblas “cacaraquean” como los gallos corrientes. Y aunque mi costumbre ha sido siempre la de ver, oír y callar, en el caso de ustedes siempre les comunicaré el resultado de mis obligaciones, porque los estimo de veras, y digo ustedes, porque en iguales términos he escrito también a nuestro buen amigo el señor general Calles. Ya hemos visto que Maderito fracasó principalmente por creer de los políticos y retirarse de su lado a los hombres y espero que estas palabras las tomará usted en consideración, porque al decírselas yo es que creo pueda haber algo más hondo.
Como al papel no me gusta confiarle todas mis impresiones por ahora permítame usted reiterarle mis afectuosos saludos y despedirme de usted con la sinceridad que le profesa, su amigo”.
Cuatro semanas después, el día 21 de abril contestó el general de la Huerta que había tenido el gusto de recibir por conducto del señor general Enrique León su carta del 27 de marzo y que tomaba nota de los puntos a que se había referido. Le indica que no tenga usted cuidado, que poco a poco se irán corrigiendo muchas deficiencias y que irá haciendo justicia a cada uno.
No se extiende más en sus consideraciones, le dice a Villa que celebra se encuentre bien, y le desea toda clase de felicidades en unión de su apreciable familia.
CARTA DOS
A diferencia de la primera, donde el general pone en duda la sinceridad de los políticos, en la segunda carta al secretario de Hacienda le pide que le ayude a recuperar el pago de las pérdidas que sufrió en La Empacadora de Ciudad Juárez, para el caso comisiona a Alfonso Gómez Morentín, persona de toda su confianza, para que le trate personalmente el asunto. Otro punto muy importante que incluye en esta carta es en el que solicita la medición de las tierras entregadas y los títulos de propiedad.
La segunda carta del general Villa tiene fecha del 10 de abril de 1921:
Muy respetable señor ministro y fino amigo:
Aprovecho la ocasión para saludar a usted ante todo con el mismo afecto y cordialidad de siempre, deseando se encuentre sin novedad en lo personal.
El portador de la presente lo es el señor Alfonso Gómez M., persona de mi confianza, quien lleva la documentación correspondiente a las pérdidas que sufrió la Empacadora de Ciudad Juárez, de mi propiedad, y el valor de las cuales ofreció usted bondadosamente a mi hermano Hipólito, que serían cubiertas por el Gobierno. Las condiciones pecuniarias en que me encuentro son bien difíciles por los gastos tan fuertes que demanda la reconstrucción y reorganización de esta hacienda, pero considerando que el Gobierno tiene que hacer también fuertes desembolsos y aún no está equilibrado su sistema financiero, me hallo en la disposición de que el gobierno me ayude dictando un acuerdo para que sea cubierta la mitad del valor a que ascienden las pérdidas de referencia y la otra mitad cuando se tengan más facilidades para ello.
Igualmente me permito manifestarles que hace tres días regresé de mi jira por las Colonias Agrícolas, habiendo encontrado a todos mis compañeros entregados al trabajo activo en el cultivo de los campos, llenos de entusiasmo y de fe para consagrar todas sus energías al ensanchamiento de sus aspiraciones. Todos recibieron las cantidades que les ofreció el Gobierno por mi conducto y quedan en mi poder $5,300 (cinco mil trescientos pesos), que no se entregaron a todos aquellos que han preferido llevar una vida desordenada y de vagancia mejor que formarse un porvenir arrancando las riquezas a la tierra que el Gobierno les cedió en propiedad. Todos esos individuos a que me refiero no los encontré en sus colonias y el dinero que por ese concepto sobró está a su
disposición y le suplico me diga qué hago con él.
Con respecto a los $5,000.00 (cinco mil pesos) mensuales que el Gobierno acordó destinar para socorrer a las viudas, huérfanos e inválidos de la división que estuvo a mi mando, le suplico me diga en qué forma desea que se hagan los comprobantes y a quién se le entregan o remiten.
No aparecen en las publicaciones de Valadés las cartas de los meses siguientes. En una firmada por De la Huerta, el 23 de agosto de 1921 se refiere a una que Villa le había escrito el 31 de julio.
Muy estimado general y fino amigo:
Desde luego le manifiesto que realmente me complace poder servirlo en algo y que de ningún modo debe usted estimar que me ocasiona molestia el atender lo que a usted se le ofrezca. Lejos de ello, cuantas veces crea que puedo serle útil en algo, con toda confianza puede dirigirse a mí en la seguridad de que estaré dispuesto siempre a obsequiar sus deseos en cuanto esté a mi alcance.
En prueba de ello y no obstante que la adjudicación hecha a usted de la hacienda de Canutillo y Anexas por el Gobierno Federal, está perfecta sin que nadie tenga lugar ni pretexto para discutirle legalmente su propiedad toda vez que al adquirir el Gobierno Federal las haciendas expresadas por compra que de ellas hizo a la familia Jurado, vino a quedar enteramente consolidada la propiedad en favor de usted, de acuerdo con las prescripciones relativas del Código Civil de Durango y definitiva e inatacablemente establecida la propiedad de esas haciendas en favor de usted; no obstante como digo que la operación ha quedado debidamente legalizada, atendiendo a sus deseos, ya ordeno se tira una nueva escritura en que se ratifique la venta que a usted se le efectuó de las citadas haciendas con lo que espero quedará satisfecho.
Como digo esa escritura no es indispensable, pero para la absoluta seguridad de usted se firmará confirmando la operación ya celebrada. Con todo gusto atenderé al señor Trillo, quien me dice que usted vendrá a fines del corriente mes.
Sin otro particular y con el gusto de siempre, lo saluda muy afectuosamente su amigo que lo quiere.
CARTA TRES
Esta tiene fecha del 15 de septiembre de 1921 y el contenido está relacionado con la reclamación que el general Villa había presentado en la carta anterior:
Respetable señor ministro y amigo de mi estimación y particular aprecio.
Me es muy grato saludar a usted en unión de su respetable familia a pesar de no tener la satisfacción de conocerla, deseando sinceramente se conserven sin novedad en lo personal.
Quisiera adivinar, señor ministro, cuál fuere el medio de tenerlo a usted siempre grato y contento, que cualesquiera que fuese no significaría para mí ningún sacrificio como el que hago cada vez que lo molesto, pues siendo usted tan fino y tan bondadoso para conmigo me apena distraerlo de sus múltiples ocupaciones; pero en esta ocasión me impele a ello más que todo la aspiración que tenemos todos los padres de familia por ver si logramos un porvenir a nuestros hijos aunque sea en educación. Así pues, suplico a usted atentamente interponga su valiosa influencia cerca del señor presidente de la república, para que animados de la buena fe que han tenido para conmigo, se me otorgue escritura de venta y traslación de dominio de la Hacienda de Canutillo con fecha posterior a la venta que hicieron los señores Jurado al Gobierno y ya en esta forma quedarán satisfechos todos los requisitos y demás condiciones que establecen en las oficinas del Registro Público de la Propiedad.
Repito, señor Ministro, que me apena el molestarlo pero esta solicitud entraña el único patrimonio para mis hijos, después de diez años de luchas y sinsabores, habiendo tenido épocas de estar en contacto con tesoros y sin embargo cábeme la satisfacción de estar reducido al trabajo activo y sostenerme de él, para que ustedes hermanos míos por la sangre y por la raza no se avergüencen de mis hechos.
El coronel Trillo lleva encargo especial de saludar a usted en mi nombre y presentarle mis respetos.
Le suplico igualmente, señor ministro, tenga la bondad de ordenar les sean entregados a Trillito, los Dls. 40,000.00 (cuarenta mil dólares) o sean... $80,000.00 (ochenta mil pesos) oro nacional, que se me adeudan por concepto de la reclamación que presenté por destrucción de la Empacadora de C. Juárez de mi propiedad y sobre la cual recayó el acuerdo favorable del señor general Obregón, en cumplimiento del cual se me entregó igual suma en el mes de mayo del corriente año. En aquella ocasión le propuse señor ministro, recibir sólo la mitad del valor total de la reclamación porque quiero en todos mis actos demostrar mi buena voluntad y cariño para usted y para el Gobierno y ahora lo molesto nuevamente, señor De la Huerta por tener algunos compromisos ya vencidos con motivo de los fuertes gastos que estoy haciendo en la reconstrucción de esta hacienda y de cuya labor quedará contento usted el día que se me conceda el placer de verlo por aquí. Trillito será más explícito con usted sobre algunas instrucciones que le he hecho.
Ruégole, señor ministro, siempre que le sea posible, despacharme a Trillito lo más pronto que se pueda, pues tan sólo espero que él regrese para arreglar por acá algunos negocios que tengo pendientes.
Anticipándole cumplidas gracias por todas sus finezas, me es grato enviarle un afectuoso abrazo y despedirme de usted con el respeto de siempre, subscribiéndome como su muy affmo. atto. amigo y S. S.”.
Estoy seguro, mi buen amigo, de que no olvidará a sus verdaderos amigos, ni retirará de su lado a los hombres de guerra, sencillos y francos, que casi siempre son molestados por los políticos, que nunca pueden ser de la acción de aquéllos y que en tiempos de tinieblas “cacaraquean” como los gallos corrientes”.