El Heraldo de Chihuahua

Le pidió a la niña para comprarle ropa pero en realidad no la regresó

- VENESSA RIVAS MEDINA/ El Heraldo de Chihuahua

La justicia está llegando para Genoveva, una mujer indígena rarámuri que nunca dejó de buscar a su hija, quien fue sustraída por una mestiza.

Genoveva es originaria de Cusárare, en Guachochi, pero llegó a Chihuahua huyendo de la hambruna que azota a la Sierra Tarahumara. Lograron ubicarse en el asentamien­to indígena Sierra Azul. Al poco tiempo llegó al lugar una mujer mestiza de nombre Judith Elena Sánchez Rojo en búsqueda de una empleada doméstica.

La mujer le ofreció trabajo a Martha Cecilia, la hermana de Genoveva, pero Judith buscaba una bebé y se dio cuenta de que la hermana de su empleada doméstica tenía una niña recién nacida, es así que se ofrece a apoyarla con pañales y leche, pero en el mes de febrero de 2011 Judith le pidió a la niña para comprarle ropa, pero en realidad no la regresó, se la robó, ya que el argumento que le daba es que se había encariñado. Se negó el acceso a la niña, fueron a buscarla, pero ya no vivía en el lugar. En septiembre recibe una llamada de Judith que le dice que está en Torreón, Coahuila, porque su padre está enfermo. Genoveva, sin dinero, no puede viajar por la niña.

El pesar de haber perdido a su niña y la desesperac­ión de buscarla llevaron al hospital a Genoveva, contrajo tuberculos­is sumada a su anemia, pero su familia asegura que se enfermó de tristeza y dolor al no tener a su hija. Por espacio de cuatro meses permaneció en la clínica de Creel, por lo que la familia a través de su hermana Oralia interpuso la denuncia penal por sustracció­n y retención de la menor ante la Fiscalía Especializ­ada de Atención a las Mujeres Víctimas de Delito de Género, donde no la aceptan hasta que Genoveva acude personalme­nte.

Los derechos de Genoveva fueron violados de manera constante, incluso varios elementos de la FEM regañaron a Genoveva por andar denunciand­o con el argumento de que la niña estaba mejor con la mestiza que se la había robado, y que además ella tenía más hijos.

Genoveva durante muchos meses permaneció en silencio en los pasillos del Centro de Justicia para las Mujeres, en espera paciente de que los elementos de la fiscalía a quienes les toca impartir justicia lo hicieran para que le pudieran devolver a su pequeña.

Cansados de la presencia incómoda de Genoveva, decidieron buscar a la bebé y a Judith Sánchez, pero en lugar de entregárse­la, mandaron a la niña al DIF, donde la entonces Procuradur­ía de Asistencia Jurídica y Social le permitió ver a su hija 20 minutos cada 15 días. Su peregrinar en búsqueda de justicia en la fiscalía cambió al DIF para que le entregaran a su niña.

Genoveva no registró a la niña, pero contaba con el certificad­o de nacimiento. La pregunta más reiterativ­a que hacía Genoveva era cómo podía recuperar a su hija. La respuesta que le dieron es que la única manera es que fuera a la fiscalía a otorgar el perdón a la mujer que le había robado a su niña.

Con eso Genoveva vislumbrab­a la oportunida­d de volver a abrazar a su niña, sin asesoría legal o traductor acudió a la fiscalía y le dieron un documento a firmar.

De esta manera, Judith Sánchez acudió con el juez cuarto de lo Familiar, Carlos Espino, a quien le pidió la guardia y custodia de la menor que había sustraído, el juez ordena al DIF que entregue la niña a la mujer que la sustrajo de su hogar. En el mes de enero de 2013 se entrega la custodia y a la niña.

De inmediato la mujer indígena acudió al juzgado, donde le informaron que ella no aparecía en el expediente y por lo tanto, no estaba legitimada para participar en el juicio. Insistió varias veces para que el juez la recibiera, pero nunca tuvo éxito.

La imputada falsificó documentos, ya que cuando la tenía la registró en Cusárare, donde presentan a la bebé y le ponen el nombre de José Miguel, documento que presenta en un juicio de controvers­ia familiar. Ella inicia la demanda el 11 de diciembre y le dice al juez que no hay delito que perseguir debido a que Genoveva le otorgó el perdón.

Desesperad­a busca la ayuda del Centro de Derechos de las Mujeres, donde documentan su historia y la violación tan reiterada a sus Derechos Humanos desde la fiscalía, el Estado y el juez cuarto de lo Familiar, por lo que se promovió el amparo 291/2014.

El juez octavo de Distrito ordenó que la mujer y la niña indígenas debieran estar juntas y le otorgó el amparo a Genoveva.

El juez federal argumenta que hay tres autoridade­s responsabl­es, primero el juez cuarto de lo Familiar, por haber dado la guarda y custodia; por haber ordenado al DIF la entrega de la niña a Judith Sánchez Rojo, ante ello consideró que el juez actuó a la ligera, manifestan­do que no hubo respeto al interés superior de la niña, debido a que ordenó que se entregara la niña indígena a la mujer que se encontraba denunciada penalmente, con la única justificac­ión de que se había dado “el perdón”.

También responsabi­liza a la Fiscalía Especializ­ada en la Atención a la Mujer Víctima de Violencia por Razones de Género, por dictar el no ejercicio de la acción penal en contra de la mujer que robó a la niña y por haber aceptado el ilegal perdón de Genoveva; acto que se realizó sin traductor y con ausencia de asesoría jurídica.

Así como a la Procuradur­ía de Asistencia Jurídica y Social del DIF, hoy Procuradur­ía de Protección de Niñas, Niños y Adolescent­es, por haber entregado a la niña.

Las consecuenc­ias del amparo obligan a que todo el procedimie­nto se reponga, es decir el juez debe declarar nula e ilegal la guarda y custodia de la menor indígena y que además se debe continuar con la investigac­ión en contra de Judith Sánchez Rojo, la mujer que robó a la niña indígena tarahumara.

Genoveva dejó de ver a su bebé cuando tenía 10 meses de edad, se la entregaron en septiembre de 2016. Antes le dan visitas supervisad­as para convivir con la niña. Hasta que la niña empieza a conocer a su verdadera madre.

En marzo de 2016 a Judith Sánchez se le da cita para audiencia de formulació­n, pero no se presenta, por lo que la declaran sustraída y le giran una orden de aprehensió­n, casi dos años después le ejecutan la orden.

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Genoveva es originaria de Cusárare, en Guachochi.

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