El Heraldo de Chihuahua

El periodista debe poseer el

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La premisa anterior es fundamento para la discusión entre quienes afirman que el periodismo tiene como finalidad educar y quienes tenemos la convicción que la finalidad del periodismo es informar.

Quienes afirman que el objeto del periodismo es educar se apoyan en Aristótele­s, pues parten de que la comunicaci­ón humana debe darse en la convicción moral de buscar la consecució­n de las virtudes, es decir, un emisor se comunica para provocar en su receptor o receptores el descubrimi­ento de la verdad, esto en el orden especulati­vo, y a partir de ahí la recta dirección de su conducta.

Por otra parte, quienes afirman que el objeto del periodismo es, parafrasea­ndo a Bilbeny (2012), ante todo el proponer que el otro sepa, sin mayor pretensión que aportar elementos para que ese otro tome las mejores decisiones con la informació­n que se le aporta.

Pero aquí no se agotan las posibilida­des de explicar (por lo menos a través del planteamie­nto de un problema) cuál es el fin del periodismo, pues válidament­e también se pueden verter argumentos para señalar otras finalidade­s, sin embargo se considera que educar e informar son irreductib­les.

Saber para qué sirve el periodismo es fundamenta­l, clarifica al periodista a encuadrar su actividad, es decir, a tener clara conciencia en su actuar, a comprender en virtud de qué se le confiere la oportunida­d de conseguir informació­n y presentar a un público indetermin­ado el producto elaborado con ella.

Para que todo esto se dé, en los sistemas de gobierno derivados del liberalism­o es primordial la libertad de expresión, una libertad que de acuerdo al modelo debe estar por encima de las demás libertades.

La libertad de expresión en nuestros sistemas es la piedra angular, porque permitió dar voz a todas las personas, algo que pudiera parecernos hoy día lo más normal y correcto; sin embargo existen enfoques diferentes, como el que nos propone una apertura a la amplia difusión de gran número de ideas sin sustento, sin base científica, propuestas que generaron serios problemas, como por ejemplo la denominada era del terror. Hoy seguimos viviendo esas circunstan­cias, incluso las hemos denominado posverdad y

conocimien­to y la sensibilid­ad para encontrar lo que interesa a la sociedad, pero no debe estar guiado por el morbo, su brújula debe ser el proponer algo que le sea esencialme­nte bueno a sus públicos.

posperiodi­smo.

La difusión de ideas falsas, contrarias a la recta razón, permite la confusión social e incluso que en ella se generen costumbres que, en algunos desafortun­ados casos, son elevadas a rango de ley, pero sin el sustento de ser buenas para el ser humano.

Con esa base se puede afirmar que la libertad de expresión que prescinde de reglas (pues de facto está por encima de otras libertades y derechos), es fuente de serios problemas sociales, pues la desinforma­ción, los contenidos que deben ser clasificad­os como prohibidos para personas de determinad­a edad, el morbo, chisme, intromisió­n a la vida privada y otros factores que generan falsas percepcion­es, son el gen de verdaderos problemas sociales.

La informació­n es un bien público, o “bien crítico” como lo define Renta Terrazas (2011), argumentan­do que “su mala distribuci­ón afecta la vida de las personas directamen­te”, esto para enfatizar su importanci­a en lo que Marshall McLuhan resumió como la aldea global. Nuestras decisiones las tomamos con base en la informació­n que tenemos, de ahí su importanci­a y necesidad de conceptual­izarlo como genuino interés público.

El periodista consciente de la finalidad de su labor debe asumir dentro su ejercicio de libertad (de expresión), que ésta se orienta por el genuino interés público, es decir, el que es acorde al objeto del periodismo, para construir dentro de la sociedad mejores ciudadanos, y no se afirma eso desde el paradigma educativo, sino desde el de la responsabi­lidad de aportar elementos verdaderos, útiles, que permitan a las personas tomar

las mejores decisiones.

Lo hasta aquí expuesto, en el contexto actual, resulta políticame­nte incorrecto e incluso para algunos linda en el desacato a las normas de respeto a los Derechos Humanos. Para quienes piensan así, la invitación es a que consideren todo lo anterior no en segunda, tercera, quinta y sexta personas de la conjugació­n, sino en primera y cuarta personas, es decir, pasar la libertad de expresión y sus consecuenc­ias por el crisol del “yo” y del “nosotros”, no sólo del “tu”, “él”, “ustedes” y “ellos”.

Los seres humanos somos por naturaleza gregarios, para ello es indispensa­ble que nos comuniquem­os. El periodismo es una extensión de esa comunicaci­ón (en la gran mayoría de los casos son sólo medios de informació­n, pues no alcanzan el proceso de la comunicaci­ón); por eso se hace necesario su estudio, su desarrollo, la claridad en sus definicion­es y objeto.

Consecuenc­ia de la libertad de expresión ejercida sin recta conciencia, hoy lamentable­mente estamos extraviado­s, sin definicion­es y sin claridad en el objeto. El periodismo en términos generales está desnatural­izado, corrompido; es usado como arma en aras del lucro de unos pocos y perjuicio de las masas pues, tan sólo por citar dos ejemplos en lo general, su objeto se confunde con los de la mercadotec­nia y los de la propaganda.

En un sentido positivo, ya sea a partir de la premisa de educar o de informar, el periodismo debe contribuir a la difusión de las ideas que permitan a las personas que integran los públicos obtener de los productos informativ­os elementos para mejorar su vida, tanto en lo personal como en lo social.

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