SEMANA SANTA Entre lo religioso y banal
La mayoría de la gente la relaciona con la prohibición de comer carne roja, consumir platillos especiales como chacales, habas, pescado, tortitas de camarón o capirotada, o días de descanso de la escuela y trabajo para salir de vacaciones a la playa o presas para consumir alcohol en exceso, y muy pocos conservan el verdadero sentido de cumplir con los servicios religiosos y recordar el martirio, crucifixión y resurrección del Hijo de Dios
“Son días de guardar”, dicen todavía algunos abuelos y las personas mayores, quienes hacen comer a sus descendientes platillos especiales porque “no debe comerse carne roja”. Por ello, es común que cuando se habla de Semana Santa, las nuevas generaciones rápida y solamente piensan en pescado, pipián, tortitas de camarón y capirotada: las tradiciones y, sobre todo, el verdadero sentido de estos días, se están quedando en el olvido.
Como suele suceder en la época decembrina con las ya casi extintas posadas (sustituidas por convivios banales en los que corre el licor por raudales) la también conocida Semana Mayor poco a poco se asocia con vacaciones, descanso, relajo y hasta consumo de alcohol, lejos de reflexionar acerca de lo que pasó y por qué pasó en esos días.
Quizá inmersos en cosas “más importantes”, como descansar del agobio del trabajo o la escuela, cada vez son menos los creyentes (literal) que viven la verdadera tradición y cumplen con su religión, asistiendo a las eucaristías especiales del Jueves y Viernes Santo, al fuego nuevo del Sábado de Gloria o a la celebración del Domingo de Resurrección.
El verdadero significado de la Cuaresma se ha ido perdiendo con el tiempo. Cada vez se les da más preponderancia al descanso y al olvido de los problemas, incluidos los espirituales. Debería ser sobre reflexionar acerca de las acciones de cada quien, de acercarse a Dios por medio de las oraciones y la meditación, de arrepentirse y creer en el Evangelio y recordar que en polvo se ha de convertir, de recordar y valorar la pasión y la muerte de Jesús.
Y quizá nada mejor para esto último que la visita a los templos. Si no se pueden los acostumbrados siete, con uno basta, pues casi todos tienen imágenes que son perenne recordatorio del sufrimiento del Mesías en aras de la salvación del mundo. Didácticas en algún tiempo para la evangelización, esas representaciones forman parte hoy de un importante acervo cultural religioso al alcance de todos los que se animen a contemplarlo.
MÁRTIRES Y VÍRGENES DOLOROSAS
La Pasión de Jesucristo remite a muchos a la escena de la crucifixión, y casi en cada iglesia es una imagen que no puede faltar. Quizá el Nazareno más conocido por la grey chihuahuense sea el que está en Catedral, identificado por muchos como el “Cristo Negro”.
La expresión “ecce homo” (aquí está el hombre, palabras dichas por Pilatos al presentar a Jesús al pueblo luego de la flagelación y la coronación con espinas, también conocida como Santo Cristo) adquiere un significado casi literal al ver esta imagen que muestra evidentes huellas de angustia y dolor en el Protagonista.
No es el único. Como se reitera, casi cada templo posee un Jesús en la cruz a manera de recordatorio del pesar físico y espiritual que intercambió por el pecado de la humanidad. En la parroquia de la Soledad, uno de ellos despide a los fieles.
También es de destacarse la pose de resignación que tiene el de San Antonio de Padua, donde también se exhibe una imagen de San Felipe de Jesús (primer santo mexicano), quizá como alegoría de que Dios no quiere fieles felices, sino santos a través de la purificación en base al sufrimiento.
En otros templos puede apreciarse, ya sea en las estaciones del viacrucis que poseen o a través de estatuas en tamaño natural, como el Salvador es presentado al pueblo de Jerusalén para que decida Su suerte. En algunas efigies la expresión es de tristeza, como si supiera el destino que correría a manos de los que apenas unos días atrás lo recibieron con palmas, como rey. Una corona de espinas real en una de ellas acentúa ese rasgo.
Hablando precisamente de las estaciones del viacrucis que se encuentran en todas las iglesias, es de hacer notar la variedad de estilos que hay en cada una de ellas, convirtiéndose en una especie de sello propio de cada parroquia.
Así, mientras unos exhiben recorridos monumentales esculpidos en alambrón, otros lugares optan por algo más reducido en tamaño, pero elaborados en alto relieve. Unos retratan las escenas completas, mientras que otros hacen un “acercamiento” de las mismas, pero ninguno olvida que la real intención es captar el mencionado sufrimiento.
También en algunas iglesias no sólo se rememora que sólo sufrió el Hijo. En algunos casos, la Madre posee nichos especiales en donde se le puede ver desde compungida, como si verdaderamente la espada profetizada por Simeón en la presentación de Jesús en el templo atravesara su corazón.
En otros sitios, y sin necesidad de que las imágenes lloren, las lágrimas son sugeridas por inconsolables expresiones y los pañuelos con los que secan su llanto. Vírgenes dolorosas son conocidas estas últimas, siendo la más conocida la del templo de La Soledad. TRADICIONES PERDIDAS
Poco a poco las tradiciones que han marcado la celebración de los días más importantes del año para la cristiandad están desapareciendo, y parece que sólo son depositarios de las mismas los más viejos, quienes ven claramente que los tiempos antiguos y los actuales son muy distintos.
Atrás quedaron los días en que los guisos de temporada no se hacían nada más por inercia, sino en gran cantidad, porque no era sólo para la familia, que en aquellos tiempos eran numerosas, sino para los vecinos, dado que la idea era compartir.
También en el olvido ha ido quedando la expresión “de guardar”. Antaño, en esa semana sólo se salía de casa a los servicios religiosos, ni se bailaba ni se ingerían bebidas alcohólicas, e incluso muchas amas de casa alistaban con anterioridad la comida porque esos días eran sagrados, no para dedicarse a otras actividades. Hogaño las presas, los balnearios y los salones de baile lucen abarrotados en los “días santos”.
Sí, se siguen consumiendo lentejas, capirotada, nopalitos, garbanzos, habas, chacales. Hay una especie de conciencia sobre el no consumo de carne roja. Pero difícilmente alguien relacionará tal tradición con abstinencia, penitencia o ayuno menos cuando se trata de dobletearse un buen plato de capirotada por la “pura gula”.
Poco a poco muere incluso el impacto de los azotes que le daban al que la hacía de Jesús en los viacrucis de las parroquias. Cada vez es menos la gente que se impresiona con la representación. Los romanos ya no son tan imponentes como antes.
Quizá queda un poco de respeto de algunas personas sobre lo que es (debe ser) el Viernes Santo, aunque los demás días sean como cualquier fecha, porque la religión parece pasar a segundo plano y lo mundano poco a poco va sentando sus reales.
Y cada año desciende el número de aquellos que realizaban visita a los siete templos el Jueves Santo, cuyo significado también se ha ido perdiendo en el tiempo, quizá porque ya no son los mismos intereses generacionales.
Semana Santa se ha ido convirtiendo en sinónimo de vacaciones y descanso de las tareas escolares. Es raro que se acuda a los servicios religiosos, LUGARES SACROS EN CHIHUAHUA
Quizá una buena forma de recomenzar el rescate de esas tradiciones sea una visita, si no es que a los siete templos (que a quienes lo hayan olvidado, es la representación de lo que Jesús recorrió mientras era juzgado), sí a lugares que pueden ser considerados, además de tradicionales, como sacros.
Claro, si tomamos el término sacro en su más pura acepción de “sagrado”, cada templo debe serlo de acuerdo a las creencias, por lo que la ciudad y aun el estado están llenos de ellos. Así que este recuento sólo hablará de algunos de esos lugares más representativos por historia, arte, arquitectura u otro mérito.
En ese sentido, aquí se pueden mencionar Catedral, el templo de San Francisco (en el centro de la ciudad), Nuestra Señora de la Regla (en el viejo San Felipe), Santa Rita, Nuestra Señora del Refugio, el Santuario de Guadalupe o San Juan Bautista (en Nombre de Dios, por mencionar algunos).
Ahora que si de plano se tiene pensado salir de la ciudad, hay opciones en todo el estado. La Misión de Guadalupe, en Ciudad Juárez; los Cinco Santos Señores, en Cusárare; así como Nuestra Señora del Rayo, en Parral, son sólo algunos ejemplos.