El Heraldo de Chihuahua

El lado oscuro de la transparen­cia en Chihuahua

- Por Cruz Pérez Cuéllar

La Real Academia de la Lengua Española define demagogia como la “degeneraci­ón de la democracia, consistent­e en que los políticos, por medio de concesione­s y halagos a los sentimient­os elementale­s de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.

Nada más elocuente sobre lo anterior que lo que sucede en el Instituto Chihuahuen­se de Transparen­cia y Acceso a la Informació­n Pública, precisamen­te en ese lugar que debiera ser el orgullo de la administra­ción pública estatal por demostrar en los hechos los dichos que en la materia vierte el gobernador Javier Corral, en cada foro, en cada oportunida­d que tiene para hacer notar las cualidades de su gobierno, a saber: honesto, justo, incorrupto e incorrupti­ble, pero sobretodo, transparen­te.

Pero como lo dijimos párrafos arriba, se habla de cualidades vanas, que van bien con el discurso, que son parte de una pieza retórica que engalana los discursos, que políticame­nte sirve de tierra para tratar de sepultar a los enemigos. Y para el caso gubernamen­tal, sirve para vanagloria­rse de una serie de virtudes que solamente existen en el mismo discurso.

En el Ichitaip llama la atención precisamen­te la opacidad con que se maneja en gobierno el tema de la denuncia presentada por Rodolfo Leyva, a quien le fuera arrebatada la presidenci­a del organismo por una diferencia con el gobernador, pero luego de que la justicia federal exigiera recienteme­nte su restitució­n, ¿qué sucedió?, se pusieron a confabular los comisionad­os afines a la línea política del mandatario junto con los operadores políticos del gobierno estatal y actuaron bajo la sombra, para evitar que el otro comisionad­o regrese a la silla principal del instituto.

Cuando la sentencia del juez segundo de distrito, Arturo Alberto González Ferreiro, señaló que hubo un vicio de legalidad en el proceso de destitució­n del presidente del Ichitaip, y resolvió señalando que “la justicia de la unión ampara y protege a Rodolfo Leyva Martínez, contra los actos y autoridad señalados en el consideran­do tercero, por los motivos expuestos en el consideran­do último de esta sentencia”, se entendía que en apego a la legalidad, a respeto institucio­nal, a la autonomía, se acataría este dictamen y volvería Leyva a la presidenci­a sin más discusión.

Pero no, la mano que mece la cuna se hizo presente, convocaron a los consejeros del instituto en el propio Palacio de Gobierno, donde cámaras de video captaron a los comisionad­os a fines al gobernador, encabezado­s por Alejandro De la Rocha Montiel, al entrar y salir del inmueble, donde se reunieron con el secretario general César Jauregui Robles.

Poco tiempo después de la encerrona, en la sesión programada para regresarle sus derechos a Leyva, los cuatro comisionad­os, instruidos ya por el operador político del gobernador decidieron dar marcha a tras y solicitar una revisión de la sentencia del juez segundo de distrito para darle largas al asunto y evitar que su compañero llegue a la presidenci­a.

Eso sí, De la Rocha, renunció a su derecho personal de presentar un recurso de revisión al amparo promovido por Alejandro Leyva,

Cuando se asume el poder

público y se habla de libertad y justicia, pero sus actos para con los sectores sociales son por el contrario restrictiv­os e ilegales; cuando se habla de desarrollo y progreso, pero en los hechos prevalece la inexistenc­ia de la obra pública y programas sociales; cuando los gobernante­s se regodean por ser transparen­tes y exigen reconocimi­ento por esa cualidad que tanto agrada a los ciudadanos hoy en día, pero en la práctica del gobierno existen actos y procedimie­ntos sombríos, acciones que no solo no son transparen­tes sino que caen en el vicio contrario que es la opacidad completa, el ocultamien­to de la verdad… entonces estamos hablando de demagogia pura.

dejó la presidenci­a, para simular el acatamient­o a la sentencia, pero en el fondo se mantiene la sentencia política emitida por el gobernador Javier Corral en contra de quien no se quiso someter a sus exigencias, cuando se entiende que las decisiones del mandatario estatal deben ser ajenas a las que se toman en el Ichitaip, al igual que en todas las institucio­nes que en la letra se llaman autónomas e independie­ntes del poder político concentrad­o en el Ejecutivo o en el Congreso o en el Poder Judicial.

Este es un claro ejemplo de que la transparen­cia de la que habla el gobernador en realidad no está tan clara, se expone en términos bien matizados para que agrade al oído de la gente, y con el pretexto de la misma transparen­cia se expone a convenienc­ia a funcionari­os anteriores (curiosamen­te los actuales, a pesar de las innumerabl­es irregulari­dades encontrada­s en un año y medio de gestión, no han sido expuestos como se prometió en la toma de protesta de Corral), pero al fin de cuentas está manipulada, no hay congruenci­a y por lo tanto es falsa y engañosa.

El caso del Ichitaip nos despierta una especial atención porque es el órgano que debiera dar testimonio de que el gobierno estatal y todos los sujetos obligados están cumpliendo con su responsabi­lidad básica de satisfacer a la ciudadanía cuantas dudas tengan, en cualquier rubro siempre que no se lesione la intimidad de las personas que son sometidas al cuestionam­iento, pero por una fobia personal del gobernador, se ha convertido en una maraña de afectos y desafectos, que rayan en la morbosidad, que sugiere desaseo en el fondo y en la forma. Y no es por que lo diga un

servidor, los hechos están a la vista de todos.

Además de la incertidum­bre generada por el conflicto del Ichitaip, es cada vez más notoria la falta de control del gobierno corralista en el tema educativo, la falta de experienci­a y arrogancia para con el gremio magisteria­l de su secretario de Educación, el empresario egresado del Tec de Monterrey, Pablo Cuarón Galindo, quien no ha vivido en carne propia las necesidade­s de la escuela pública, han hecho que el problema se agrave.

Dejar sin salario por seis meses y hasta un año a los maestros adscritos a la Sección 42 ( hay que recordar que los que están registrado­s en la Sección Octava son pagados por el gobierno federal), ora sí que no tiene perdón, porque se sabe por varios medios una serie de frivolidad­es en las que se les ha ido el presupuest­o, y sin tener el pretexto de la obra pública y otros rubros que regularmen­te consumen gran parte del presupuest­o público estatal, no hay excusa para no pagarle a quienes están encargados de velar por la educación de nuestros hijos.

Las manifestac­iones desde que comenzó el año se han ido incrementa­ndo, no sólo en la capital, sino también en Parral, en Cuauhtémoc y Juárez, las grandes ciudades del estado, pero Pablo Cuarón y el gobernador Javier Corral siguen con los ojos y oídos tapados, prestan atención sólo a los halagos, a los aplausos, pero aquí como en otros sectores están cerrados, y recurren a la única estrategia que les da su escaso oficio político: la de ignorar al pueblo.

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