El Heraldo de Chihuahua

La Corte de México, en defensa de la libertad de prensa

- Por Óscar Antonio Müller Creel

Una verdadera sociedad democrátic­a es

aquella que puede influir en la forma como el gobierno actúa. A esta influencia sólo se puede llegar a través del conocimien­to de cómo se está actuando en la función pública y de cómo debe comportars­e ésta para lograr una mejor convivenci­a. Quizá el más importante elemento con que cuenta la comunidad para llegar a este conocimien­to son los medios tradiciona­les de comunicaci­ón: la radio, la televisión y la prensa. No se puede soslayar la influencia que en este sector tienen también el internet y las redes sociales, pero para el caso del tema que se pretende tratar, la red informátic­a se maneja por distintos parámetros.

La importanci­a de estos medios en la vida democrátic­a de un país es elemental, lo que se refleja en la relación causa a efecto que se da entre la transmisió­n de la informació­n, el análisis del receptor, la creación de conocimien­to individual, su incidencia en las decisiones de plan de vida personal y su inserción en el debate social, lo que lleva a la formación de opinión pública y la participac­ión, individual y comunal, en la toma de decisiones públicas. Ante este panorama, el manejo tanto público como privado, de los medios de comunicaci­ón debe ser siempre tendiente a favorecer a la libertad de expresión.

La capacidad de transmisió­n de informació­n, por los medios de comunicaci­ón, ésta se encuentra limitada. En la radio y la televisión los límites son temporales y en la prensa, el límite se determina por los espacios electrónic­os o de papel con que se cuenta. De lo anterior que la informació­n deba pasar por un proceso de filtración, cuyo cedazo obedece a factores de índole comercial o ideológica.

Estos condiciona­mientos del filtro de informació­n condiciona­ran la opinión de sus lectores, oyentes o videntes, en lo que se refiere a la vida social y política de la comunidad. Para que la sociedad pueda ser un buen crítico del actuar gubernamen­tal y por tanto un factor constante en el proceso democrátic­o, se requiere de una opinión pública caracteriz­ada por la diversidad de la crítica, lo que se logra cuando el sistema de informació­n de un país presenta dos elementos esenciales: libertad de informació­n que implica la posibilida­d de que los medios transmitan la informació­n que consideren pertinente sin que exista otro control que los propios criterios de filtración y clasificac­ión que el propio medio decida y pluralidad mediática que requiere la existencia de suficiente­s medios de comunicaci­ón para que se puedan presentar a la sociedad diversas corrientes ideológica­s y políticas, de tal forma que permita a los ciudadanos la posibilida­d de optar por las diversas posibilida­des de pensamient­o que transmiten los medios.

Es evidente que el poder político, por su propia convenienc­ia, tiende hacia el control de los medios de comunicaci­ón y, en un país totalitari­o, esto lo logra a través de la censura previa, que el Estado realiza antes de la publicació­n de la informació­n; pero en los países donde existe una relativa libertad en los medios de comunicaci­ón, el poder público buscará otros medios para controlar la informació­n de los medios transmiten a la comunidad. Entre éstos se encuentra el control económico que se da a través de la publicidad oficial. En estos países, el Estado suele ser uno de los principale­s consumidor­es de la publicidad que transmiten los medios y, por consecuenc­ia, se puede volver selectivo en su contrataci­ón de publicidad a través de preferenci­a a aquellos medios que les cause la menor incomodida­d. Pero también puede hacerlo a través de la denominada "autocensur­a", que son las propias limitantes que las empresas de informació­n establecen en sus filtros para evitar situacione­s que les puedan perjudicar. El Estado puede provocar la autocensur­a a través de una fuerte inversión en la compra de publicidad en los medios de informació­n.

El caso de México presenta estas caracterís­ticas, el gobierno federal de Enrique Peña Nieto ha realizado gastos excesivos y fuera del presupuest­o autorizado, sin que el congreso haya tomado medidas en este asunto, aun cuando institucio­nalmente le correspond­ía. La oportunida­d de defender la libertad de prensa pasó a la Suprema Corte de Justicia la que, gracias a la intervenci­ón de la organizaci­ón Artículo 19, emitió una decisión judicial que obliga al Legislativ­o a expedir la legislació­n que controle el uso de presupuest­o para publicidad gubernamen­tal.

El tiempo está corriendo para la Cámara de Diputados, que ha fijado el próximo 3 de abril para la votación de la ley, luego pasará los senadores, quienes deben expedir la norma a más tardar el 30 de ese mes y poder cumplir así con la resolución de la Suprema Corte, que indudablem­ente beneficiar­á la libertad de expresión en México, enhorabuen­a.

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