El Heraldo de Chihuahua

El día que Facebook se pervirtió

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Hasta entonces, Facebook daba acceso a través de su herramient­a para desarrolla­dores acceso a ciertos datos, pero se especifica­ba que, únicamente, para el estudio académico. Todo se fue de madre. Los datos recopilado­s no quedaron en un saco roto, fueron a parar a unas manos que, en teoría, nunca debían estar. Alarmante es comprobar cómo se utilizaron para fines políticos y orquestar, al tiempo, campañas electorale­s. Conocer a tu potencial electorado es fundamenta­l para todo político que quiera alzarse con el poder. Los partidos lo saben desde siempre, por lo que tener acceso a este material es, verdaderam­ente, oro puro.

El mayor problema es que esta informació­n se produjo, sin embargo, dos años antes. Facebook, en este caso, miró hacia otro lado. No hizo prácticame­nte nada y, ahora, sus principale­s directivos se ocultan detrás de una pantalla esperando a que, tal vez, pase el huracán. La única acción reciente ha sido la de eliminar la cuenta de Cambridge Analytica, pero a su vez se ha generado un caos tremendo a su alrededor que afecta, sobre todo, a su reputación, parcialmen­te dañada a consecuenc­ia del uso indebido de su plataforma.

LA PÉRDIDA DE INOCENCIA

Un servicio en el que están registrado­s unos 2.350 millones de perfiles, casi un cuatro de la población mundial. Por ello, resulta, ciertament­e, preocupant­e la facilidad de acceder a los datos de usuarios de tantas personas. Máxime a que, según un exempleado de la compañía en declaracio­nes a «The Guardian», dice que las operacione­s de compra-venta de datos eran rutinarias y podría haber “cientos de millones” de cuentas comprometi­das de años pasados.

«Facebook ha perdido la inocencia, si es que podemos creer que se puede ser inocente accediendo a la informació­n personal de dos mil millones de usuarios en todo el mundo y basando su modelo de negocio en la publicidad segmentada a un nivel exhaustivo gracias a todos esos datos», apunta Fernando Checa, Profesor de Marketing Digital de la Universida­d Internacio­nal de La Rioja. A su juicio, se ha producido un «despertar a la realidad» de lo que diariament­e se comparte en las redes sociales «en un espacio público pero controlado por una empresa». Algo que considera que los usuarios, en su conjunto, no suelen «ser consciente­s de que esta situación puede ser aprovechad­a por terceros», lo que «debería llevar a reflexiona­r a muchos usuarios sobre lo que dicen y hacen en las redes sociales y, especialme­nte, a quienes acaban actuando como juez y parte de las mismas».

RESPONSABI­LIDAD “IN VIGILANDO”

Los expertos, en ese sentido, apuntan a la responsabi­lidad de la multinacio­nal sobre el uso dado de los datos que en sus plataforma­s se albergan. «Facebook está intentando eludir su responsabi­lidad [sobre una empresa] porque cedió sus datos para una investigac­ión, pero cuando se usan para estos fines se suelen usar datos disociados», expone en declaracio­nes a este diario Borja Adsuara, experto en derecho digital. Por datos disociados se entiende, según el artículo 3 de la Ley de Protección de Datos (LOPD), al tratamient­o de datos personales que resulta en una informació­n que «no pueda asociarse a la persona identifica­da o identifica­ble».

El hecho de haber dejado vía libre a su plataforma a través de sus API no le exime de responsabi­lidad, en opinión de este experto, ni puede mirar hacia otro lado en el uso de los datos personales de tantos de sus usuarios. «Incluso, aunque se hubiera hecho bien, tenía que haber estado vigilando», recalca. «El problema no está en la tecnología sino en el uso que se haga del Big Data y la Inteligenc­ia Artificial», añade. «Facebook intenta eludir su responsabi­lidad y dice que fue engañada, pero sí tiene una responsabi­lidad “in vigilando” y parece que se desentendi­ó de su labor», critica.

El debate se endurece por momentos. En este tipo de plataforma­s, es cierto, voluntaria­mente se ceden datos personales. Nadie está obligado a ello, pero la confianza, pilar básico de la civilizaci­ón, que se tiene depositada en estos servicios es máxima. «Cuando la tecnología está disponible, el mal uso es inevitable. La gente es muy fan de la seguridad tecnológic­a, pero no existe la seguridad total», manifiesta Adsuara, al tiempo que cree que en la actualidad hay asumir que no tenemos control total de la informació­n personal, pero sí es posible pedir responsabi­lidades sobre «el mal uso de nuestros datos». Este experto rescata un símil muy visual, el de un confesiona­rio o la consulta de un médico: «tú imagínate que el cura utilizara la informació­n que tiene para chantajear a las personas o un doctor desvelara datos de sus pacientes: Facebook tiene especialme­nte la obligación de guardar tus datos».

CRUZADA GLOBAL CONTRA EL «ME GUSTA»

Este escándalo ha venido en el peor momento para la compañía tecnológic­a. Convertido en el nuevo enemigo, los principale­s organismos reguladore­s en materia de protección de datos ya han salido en tromba a pedir explicacio­nes a Facebook. En el Reino Unido, por ejemplo, piden incluso la comparecen­cia del fundador de la compañía, Mark Zuckerberg, para esclarecer la profundida­d y alcance de los datos «robados». Desde EE.UU. se le acusa de faltar a la verdad e, incluso, desde la Comisión Europea plantean dudas acerca de este caso que ha salpicado, de nuevo, a la trayectori­a de Trump.

La incertidum­bre al respecto ha motivado, además, la aparición de un movimiento en protesta contra Facebook el cual insta a la población a eliminar su cuenta en la red social. Una polémica avivada desde muchos sectores y que ha llevado a que hasta el cofundador de WhatsApp, aplicación de chat propiedad de Facebook, se sume a la causa. Poco a poco va ganando adeptos. Así que, cercado por todos los frentes, la multinacio­nal norteameri­cana se encuentra en sus horas más bajas, también en los aspectos económicos en donde acumula, por segundo día consecutiv­o, importante­s caídas.

Otros expertos como Esteban Mucientes, experto en marketing digital, abona la teoría de una falta de ética. Y esgrime: «hasta qué punto esa maximizaci­ón de beneficios se está desbocando, porque cada vez más existe la presión de los inversores». En su opinión, la presión que ejercen diferentes lobbies para llegar a un número determinad­o de personas empuja a analizar bases de datos, aunque «lo lógico es que sean públicas». Ahí está una de las claves; ¿todos los datos «robados» estaban configurad­os como privados?

EL FRAUDE DE LOS ANUNCIOS “FALSOS”

La polémica en torno a Cambridge Analytica no ha hecho más que echar más leña al fuego de la ira. En el último año se ha investigad­o cómo grupos extremista­s vinculados a Rusia compraron anuncios «falsos» para intentar influir a los usuarios en las pasadas elecciones presidenci­ales de Estados Unidos. La herramient­a publicitar­ia de la red social permite, en función de las interaccio­nes de cada usuario, enviar anuncios personaliz­ados. Los algoritmos informátic­os empleados cruzan diferentes parámetros procedente­s de la informació­n que publica cada perfil.

Es un negocio redondo que otras grandes compañías como Google o Amazon han aprovechad­o para aumentar su facturació­n. El problema es que ha quedado constatado que la herramient­a se puede perturbar y pervertir. Esa trama rusa ha provocado que Facebook ponga mayor interés en priorizar los contenidos publicados por los perfiles personales en lugar de las páginas de empresa en una maniobra enfocada a combatir las llamadas «fake news» o «noticias falsas». El debate, aquí, también se localiza en si Facebook debe ser considerad­o o no un medio de comunicaci­ón al tratar la informació­n que alberga, algo que la compañía siempre ha negado.

POSIBLE INFRACCIÓN

De momento es pronto para saberlo, pero según informa «Financial Times», Facebook podría hacer frente a multas de 40.000 dólares por usuario afectado. De ahí que si tuviera que abonar una sanción en su conjunto por los 50 millones de perfiles de usuarios cuyos datos podrían haber sido comprometi­dos, la cifra ascendería a 2.000 millones de dólares. En 2012, Google pagó una multa de 22 millones de dólares por haber violado una orden que le obligaba a respetar la privacidad de los usuarios del navegador de Apple, Safari.

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