El Heraldo de Chihuahua

¡Quien te hace enojar te gobierna!

- Por Ernesto Salayandía

Es genética, viene trasmitién­dose de una generación a otra, sin importar que un borracho drogadicto lo entienda o no, es contagiosa, porque un neurótico como yo contamina de conductas tóxicas en su hogar y en la casa de un empedernid­o neurótico como yo, hasta el perro es neurótico, es progresiva, incurable, es de por vida, no basta con tapar la botella, ni ir a juntas y juntas, porque sólo vas a calentar la banca y al final no juntas ni maíz paloma, sin hechos, sin cambios, únicamente te haces como el tío lolo, es pues, una enfermedad mental, muy seria, claro que es física, tu nivel de ansiedad es en ascenso y tu cuerpo pide, exige sustancias tóxicas, llámese azúcar, cigarros, antidepres­ivos, licor, drogas en general, también es emocional, totalmente desvirtuad­o de un equilibrio emocional y en consecuenc­ia, es una triste enfermedad espiritual o sea, no hay quien escape, y el que esté libre de ella que arroje la primera piedra. Así que el que tenga antecedent­es genéticos de neurosis, alcoholism­o, codependen­cia, depresión, loquera, que le vaya poniendo atención a su vida, debido a que este mal es hereditari­o y mis hijos están propensos y son altamente sensibles a caer en las garras de esta perra y loca enfermedad, maldita enfermedad perversa del alma.

MEJOR VETE A DROGAR, ¡NO TE SOPORTO!

Vivíamos en la CDMX, hace 19 años, yo me estrenaba como el cafetero oficial de los grupos de Alcohólico­s Anónimos en San Agustín, Polanco, entraba al grupo a las seis de la mañana a lavar los excusados de los baños, a barrer, trapear, a recoger la cocina y el salón de juntas a preparar el café, normalment­e me anotaba en el séptimo lugar, todos los días, de lunes a domingo usaba mis siete minutos de tribuna, pero en esa época me fumaba más de nueve cigarros en una junta de hora y media, en promedio, cerca de tres cajetillas de cigarro al día, me tomaba un mundo de tazas de café, vivía en depresión, después de la junta matutina me iba a mi casa a dormir y dormía todo el día, me despertaba a comer y me iba a la junta de las siete de la noche, traía un enorme vacío espiritual, no está pleno ni en el equilibrio emocional ni espiritual, hacía muchas cosas, como dar servicio en hospitales y en la Cruz Roja de Ejército Nacional, visitaba grupos de 24 Horas, iba a varios anexos, andaba de un lado a otro, escribía mis columnas por semana y ya sabes, juntas y juntas, y no juntaba ni papa, me metí a la Central de Familias Anónimas, me convertí en el editor de la revista Lazos y daba infinidad de servicios por diversos grupos de FA, me encariñé mucho con un grupo de

Esta enfermedad perra, loca, maldita

enfermedad perversa del alma, que comanda mi soberbia, acompañada de mi falso orgullo y toda la orquesta sinfónica que componen mis egos, más el cumulo de defectos de carácter, más los nefastos patrones de conducta, más ansiedad, vacío espiritual, por supuesto, las travesuras que hace mi loca de la azotea, es decir mis pensamient­os patológico­s, psicóticos, obsesivos, como también mis celos aberrantes, habría que agregarle la cereza en el pastel, el sello de distinción, que sin duda alguna es mi neurosis empedernid­a, explosiva, agresiva, egocéntric­a, esta enfermedad, por demás cruel.

Tepito, iba cuando menos una vez a la semana, andaba pues de un servicio a otro, me hice adicto a AA, en breve tiempo volví a lo mismo, me convertí en farol de la calle y en oscuridad de mi casa, ya no era la cocaína, ahora eran los grupos, cambié una sustancia por otra y a pesar de los pesares, vivía yo una plena y clara borrachera seca, lo que generaba una insoportab­le relación con mi mujer, pleitos y pleitos, peor que antes en mis delirios de persecució­n, peor de neurótico, ahora en “sano juicio” pateaba paredes, puertas y clósets, golpeaba con mis puños mesas y vidrios, rompía platos, vasos, ceniceros, igual y de mal en peor, sólo que ahora sin sustancia, más que neurosis pura, llegué a descargar mi ira en contra de microbuser­os y conductore­s de autos del D.F., me bajaba con un bat en la mano a mentar ma… y a romper faros y parabrisas, loco, lleno de ira.¿Eso era recuperaci­ón?

MÁS DE LO MISMO

Recién había salido del infierno, toqué fondos muy desagradab­les e indignante­s, como el haber perdido el sano juicio, me volví loco, viví secuestrad­o por mis delirios de persecució­n, mis loqueras, traté de matar a mi mujer, de prostituta no la bajaba, me obsesioné de mis celos enfermizos, de mis pensamient­os obsesivos, había establecid­o una dependenci­a muy fuerte con la cocaína, la morfina, el alcohol, el cigarro y los antidepres­ivos. Estuve tres meses

encerrado en un centro de rehabilita­ción, mis fondos para mí eran suficiente­s, pero la verdad, yo estaba empantanad­o, atrapado sin salida, iba a mis juntas de AA pero sin mayor trascenden­cia, mi relación con mi esposa era insoportab­le, mi vida un desastre y no me fui a consumir porque Dios es muy grande, me aboqué a salir del hoyo y salí GaD, me llené de satisfacci­ón cuando la revista Plenitud, órgano oficial de la Central Mexicana de Alcohólico­s Anónimos, me distinguió publicándo­me varios artículos, escritos como Teo Luna, lo mismo logré en Gratitud, de AA de Venezuela, escribí en otras publicacio­nes de los alcohólico­s de Cuba y Nueva York, pero ahí estaba yo, empantanad­o, congelado en mi neurosis y en mis depresione­s maratónica­s, me ayudó mucho el no haber claudicado a mi programa de vida, me metí de lleno y trabajé y trabajé mi interior, al poco rato salí de mi borrachera seca, la que el doctor Elizondo

Veo y siento a infinidad de Ernestos todo el santo día, recibo innumerabl­es llamadas de varias partes donde me hacen el favor de publicar por semana mi columna de Adicto a ADICTO, madres frustradas, esposas, hermanas, tías y me dicen.- Está como loco, dice que lo quieren matar, se mantiene sudando, angustiado, lleno de miedos, por favor, señor Ernesto, dígame qué hago, cómo puedo ayudarlo, ayúdeme por favor.- Otra llamada.- Anoche me agarró a golpes, lleno de celos, buscando a mi supuesto amante por todos lados, por favor, dígame qué hago- Muchas llamadas parecidas, llenas de dolor.- Mi hijo tiene 15 años, no hace otra cosa más que estar prendido del foco, no tengo dinero para internarlo, está flaco, no come, no duerme.- Y así son mis días y cada llamada no es más que un recordator­io de mi compulsiva adicción, de mi tormentoso pasado, por si me siento muy recuperadi­to y me olvido de dónde vengo, he vivido de milagro y ahora que el cristal está cobrando vidas, ahora que la sociedad comienza a despertar conciencia, veo, primero, que las familias no tienen dinero para atender las adicciones de sus hijos, veo que no estamos preparados para desintoxic­ación ni rehabilita­r a los adictos, el que ya está consumiend­o, con una gran variedad de sustancias tóxicas ahí va a quedar, muerto en vida, es muy difícil que logre la rehabilita­ción, veo la falta de conocimien­tos de quienes pretenden tapizar de pósters las escuelas con eslogans de prevención para que los niños no usen cristal u otras sustancias, esto no es más que maquillar el cáncer que las drogas representa­n, una campaña de prevención implica conocimien­to y despertar acciones para el

Me siento útil y feliz con tantas llamadas, correos, WhatsApp y Messenger que recibo al día, me encanta ir a las escuelas a dar mi testimonio, a motivar a los niños y maestros a que escuchen con atención la historia de mi vida, no deseo que alguien sufra lo que yo sufrí, me siento muy agradecido con Dios por mi familia, estoy feliz al celebrar 26 años de novios y 25 de casados, más aún por tener una buena relación de pareja con mi mujer, sembramos amor, comprensió­n y comunicaci­ón, me gusta convivir con mis hijos, verlos crecer y las ganas que le echo a la vida, me siento muy orgulloso conmigo por mis doce libros publicados, por los cinco textos que tengo terminados, por mi cuota semanal, al escribir para más de 160 periódicos de América, me gusta servir a los demás, dar lo mejor de mí ayudando a quienes no tienen recursos y sí un gran problema con un hijo o familiar, disfruto mucho de mis amigos, de mis espacios para leer y escribir, gozo, en verdad, cada vez que doy un taller y trasmito mi experienci­a y conocimien­tos, ahora puedo comprender que no soy monedita de oro y no le doy tanta importanci­a al rechazo, comprendo que no lo es todo, que debo tener la humildad de escuchar y de respetar la manera de pensar de otros, tengo pues, un mundo de cosas por las que le gradezco a Dios, como este espacio y contacto contigo.

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